Al llegar al edificio de Cain Enterprises, la atmósfera era tan imponente como siempre. Los empleados caminaban apresuradamente, y el aire estaba cargado con la energía de un nuevo día laboral. Mientras avanzaba hacia su escritorio, un sobresalto la detuvo: alguien había dejado una taza de café y un pequeño post-it.
"Bienvenida. Buena suerte hoy."
La firma en el mensaje era un simple A.
"¿Adrian?", pensó, recordando al hombre de relaciones públicas que había conocido el día anterior. Una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro antes de guardar el post-it en su bolso. Era un gesto amable en un lugar tan frío como este.
El trabajo se acumulaba rápidamente. Isabela pasó la mañana ajustando la agenda de Alexander, revisando correos electrónicos y asegurándose de que todo estuviera listo para una importante reunión con inversionistas. La mayoría de los empleados que se cruzaban con ella apenas le dedicaban una mirada, pero sentía que siempre había alguien observándola, desde las sombras.
La sensación se intensificó cuando Alexander apareció de repente, saliendo de su despacho sin previo aviso.
-Señorita Valtieri, necesito los documentos para la presentación de esta tarde. ¿Están listos?
Isabela asintió rápidamente.
-Sí, señor. Los tengo aquí.
Le entregó la carpeta con manos temblorosas, esperando que todo estuviera en orden. Alexander tomó los documentos y los revisó con la misma precisión que ella esperaba.
-Parece que todo está en orden. -Su mirada se levantó un momento, y sus ojos grises se clavaron en los de Isabela-. Buen trabajo.
Esas dos palabras fueron suficientes para sorprenderla. Era la primera vez que Alexander decía algo positivo sobre su desempeño.
-Gracias, señor.
-No lo arruine. -Con esa última advertencia, Alexander volvió a su despacho.
Poco después, mientras Isabela organizaba unos archivos, Adrian apareció de nuevo.
-¿Cómo va el segundo día? -preguntó, apoyándose en su escritorio con su típica actitud relajada.
-Un poco más intenso de lo que esperaba -respondió ella, sin dejar de escribir en su cuaderno.
Adrian soltó una risa.
-Eso suena como el jefe. Pero no te preocupes, si has sobrevivido hasta ahora, vas por buen camino.
Isabela levantó la mirada, con una ceja levantada.
-¿Siempre es así de... exigente?
Adrian asintió.
-Sí, pero hay algo más en él. Es como si siempre estuviera evaluando a las personas, buscando algo en ellas.
-¿Buscando qué? -preguntó Isabela, sin poder ocultar su curiosidad.
-Quién sabe. Tal vez solo busca saber si eres lo suficientemente fuerte para estar aquí.
Antes de que Isabela pudiera responder, Adrian se enderezó y le guiñó un ojo.
-Suerte, novata.
Al mediodía, Alexander llamó a Isabela a su despacho para revisar algunos puntos clave de la reunión. Mientras ella tomaba notas, el ambiente era extraño. Había algo en la forma en que Alexander la observaba, una mezcla de sospecha y algo más que no podía identificar.
-Señorita Valtieri, ¿ha trabajado antes en una empresa de esta magnitud? -preguntó de repente, interrumpiendo su concentración.
-No, señor. Este es mi primer empleo en una compañía grande.
-¿Y qué la hizo postular aquí?
La pregunta la tomó desprevenida. No era común que un CEO se interesara por los motivos de sus empleados de nivel básico.
-La reputación de Cain Enterprises, señor. Quiero aprender de los mejores.
Alexander asintió, pero sus ojos no mostraban ninguna emoción. Era como si estuviera buscando algo más allá de su respuesta.
-Espero que así sea.
La reunión terminó poco después, pero las palabras de Alexander quedaron grabadas en su mente.
Esa tarde, mientras organizaba más documentos, Isabela volvió a encontrar algo peculiar. Un archivo etiquetado con el nombre de su familia apareció en la lista de documentos históricos de la compañía.
Su corazón se detuvo un momento.
"¿Qué hace esto aquí?", pensó, abriendo el archivo con manos temblorosas.
Eran notas sobre adquisiciones y estrategias empresariales, todas relacionadas con la caída de la empresa de su padre. Aunque los detalles eran escasos, el simple hecho de que Cain Enterprises estuviera involucrada la dejó helada.
Antes de que pudiera procesar lo que había leído, una voz detrás de ella la sacó de su ensimismamiento.
-¿Todo bien?
Isabela cerró el archivo rápidamente y giró en su silla para encontrarse con Dominic, el jefe de seguridad de la empresa. Su presencia era intimidante, con una postura firme y una expresión imperturbable.
-Sí, claro. Solo organizando algunos archivos -respondió, tratando de sonar tranquila.
Dominic asintió lentamente, pero sus ojos permanecieron fijos en ella por unos segundos más de lo necesario antes de marcharse.
Cuando llegó la hora de salir, Isabela estaba exhausta, pero no podía sacarse de la cabeza lo que había descubierto. Mientras caminaba hacia el ascensor, su teléfono vibró.
Era un mensaje de un número desconocido:
"Ten cuidado con lo que buscas."
El miedo recorrió su cuerpo. Miró a su alrededor, pero todos los empleados parecían concentrados en lo suyo. Guardó el teléfono rápidamente y salió del edificio.
Mientras caminaba hacia su apartamento, no podía dejar de sentir que algo se estaba gestando en las sombras, algo que tenía que ver con su pasado.
"¿Por qué siento que todo esto es una trampa?", pensó, con el peso de una verdad oculta aplastando su pecho.
En algún lugar de la ciudad, Alexander Cain observaba el informe de Dominic sobre los movimientos de Isabela. Sus labios formaron una línea dura mientras cerraba el documento.
-Dos días, y ya estás tocando puertas que no deberías abrir.
La intriga apenas comenzaba.