Aquel informe detallaba los movimientos de Isabela Valtieri en la base de datos de la compañía. Sabía que ella había intentado acceder a documentos sellados y clasificados relacionados con la adquisición de la compañía de su familia. Este era el momento que había estado esperando: verla bajo presión, enfrentada a preguntas que no podría eludir.
Presionó el intercomunicador.
-Señorita Valtieri, venga a mi despacho. Ahora.
Isabela sintió un escalofrío recorrer su espalda al escuchar la voz de Alexander. Había estado revisando correos en su escritorio, tratando de distraerse de la intriga que crecía a su alrededor, cuando llegó la llamada.
Se levantó rápidamente, tomó su cuaderno para aparentar que estaba preparada y cruzó el largo pasillo hacia la oficina de Alexander. En su interior, una mezcla de miedo y curiosidad la consumía.
Cuando entró, Alexander estaba de pie, mirando por las amplias ventanas de cristal que dominaban la vista de la ciudad.
-Cierre la puerta, por favor -dijo sin volverse.
Isabela obedeció, sintiendo que el ambiente en la habitación se volvía más opresivo con cada segundo que pasaba.
-Siéntese.
Ella lo hizo, colocando su cuaderno sobre sus piernas para calmar sus manos temblorosas. Finalmente, Alexander se giró hacia ella, su mirada fija como un bisturí.
-Quiero discutir algo contigo, señorita Valtieri. Algo muy específico.
-¿Algo en particular, señor? -preguntó Isabela, intentando mantener un tono profesional.
Alexander tomó asiento frente a ella, entrelazando las manos sobre el escritorio.
-Ayer, intentaste acceder a un archivo clasificado relacionado con la adquisición de una antigua compañía. ¿Por qué?
Isabela sintió que el aire abandonaba sus pulmones. Su mente se aceleró buscando una respuesta lógica, pero las palabras simplemente no llegaban.
-Yo... no estaba buscando nada específico, señor. Solo estaba revisando archivos asignados a mi trabajo.
Alexander arqueó una ceja, claramente poco convencido.
-No mientas. Ese archivo no tiene relación con tus responsabilidades actuales. Así que lo preguntaré una vez más: ¿qué estabas buscando?
Isabela levantó la mirada, encontrándose con esos ojos grises que parecían leer su alma. Por un momento, consideró decir la verdad. Contarle que había reconocido el nombre de su familia en los documentos y que necesitaba respuestas. Pero algo la detuvo: el miedo de perder su empleo... o algo peor.
-Fue un error, señor. Tal vez abrí el archivo por accidente mientras organizaba las carpetas digitales.
Alexander dejó escapar una risa corta, sin humor.
-Accidente. Interesante elección de palabras. ¿Sabías que esos archivos están protegidos con niveles de acceso específicos? ¿Y que cualquier intento de abrirlos queda registrado?
Isabela se quedó en silencio, sintiendo que el suelo bajo sus pies se desmoronaba.
-Lo que me lleva a preguntarme algo más, señorita Valtieri. -Alexander se inclinó hacia ella, su voz baja pero cargada de autoridad-. ¿Por qué realmente estás aquí?
-¿A qué se refiere, señor? -logró balbucear, aunque sabía exactamente a qué se refería.
Alexander la estudió con detenimiento, buscando cualquier señal que pudiera confirmar sus sospechas.
-Personas como tú no llegan a Cain Enterprises por casualidad. Tienes buenas credenciales, pero nada extraordinario. Y, sin embargo, aquí estás, en una de las posiciones más cercanas a mí. ¿Coincidencia? No lo creo.
Isabela sintió que su corazón latía con fuerza en sus oídos. Cada palabra de Alexander parecía perforarla, desnudando sus secretos.
-Señor, le aseguro que estoy aquí únicamente para trabajar y aprender. No tengo ningún otro propósito.
Alexander sonrió, pero no era una sonrisa cálida.
-Espero que sea así, señorita Valtieri. Porque si descubro que tienes una agenda oculta, no seré tan indulgente.
El silencio que siguió fue ensordecedor. Finalmente, Alexander se recostó en su silla y señaló la puerta.
-Eso es todo por ahora. Vuelve a tu puesto.
Isabela asintió rápidamente, levantándose con torpeza y saliendo de la oficina.
Cuando la puerta se cerró, Alexander se quedó mirando el espacio vacío donde ella había estado. Algo en su reacción no cuadraba. No era solo nerviosismo por ser confrontada; había algo más profundo, algo que Isabela intentaba desesperadamente esconder.
Tomó su teléfono y llamó a Dominic.
-Quiero que vigiles cada movimiento de la señorita Valtieri. Si intenta algo fuera de lugar, infórmame de inmediato.
-¿Quiere que intervenga si encuentra algo sospechoso? -preguntó Dominic desde el otro lado de la línea.
-No. Por ahora, solo observa. Quiero saber hasta dónde está dispuesta a llegar.
Alexander colgó y miró nuevamente hacia la ciudad. El juego estaba en marcha, y él no perdería.
En su escritorio, Isabela trataba de concentrarse en el trabajo, pero sus pensamientos estaban desordenados. La confrontación con Alexander había dejado claro que estaba en territorio peligroso.
Mientras intentaba calmarse, recibió un mensaje en su teléfono de un número desconocido:
"Cuidado. Estás despertando a los leones."
Miró a su alrededor, sintiendo que el aire se volvía más denso. Ahora no solo enfrentaba el peligro de ser descubierta, sino también la creciente sospecha de que alguien más estaba observándola.
El pasado que había tratado de dejar atrás parecía decidido a alcanzarla, y el hombre que había destruido a su familia estaba comenzando a desentrañar su verdadera razón para estar allí.