Capítulo 3: El Abismo.
Él comenzó a empujarme con brusquedad. Sus manos eran como puñales en mi piel, y su risa sonaba como una maldición sobre mi corazón.
-Yo voy a cogerme a otra mejor por hoy -dijo, con una sonrisa siniestra. -Tú no eres suficiente.
Yo comencé a sentir una ira arrepentida. ¿
¿Cómo se atrevía a tratarme así? ¿Quién creía que era para juzgarme? A través de mis lágrimas, le lanzó una mirada cargada de furia. Él sólo se río.
-Tú no eres nadie -dijo, con una sonrisa malsana.
Sentí como la ira se extendía por mi cuerpo, pero él ya se había retirado.
Ahora yo estaba sola, en la cama, desnuda y confusa. ¿Qué era lo que había pasado? ¿Qué pensaba hacer? Me abracé los brazos y lloré. Me sentí usada, desecada y, peor aún, sucia. No podía entender lo que había pasado. No podía entender por qué había hecho esto.
Justo cuando pensaba que todo había terminado, él entró en la habitación, y su presencia me inundó como una ola helada.
-Eres una cosa inservible -dijo, con voz penetrante. -Un error.
Yo casi pude sentir su frialdad, como si fuera un fantasma acechando mi alma.
-Por favor -rogué. -Deja que me vaya.
-¿Dejarte ir? -se río, como si fuera una pregunta absurda. -No puedo hacer eso. Te dije que eras mía, ¿recuerdas?
Yo sentí como mis ojos se humedecían de nuevo. ¿Qué iba a hacer? ¿Cómo podría escapar de este hombre? Me sentí como una presa en una trampa.
-Ahora -dijo, todavía riendo- vas a hacer lo que te diga.
-¿Qué? -pregunté, aterrada.
-Necesito que hagas algo por mí -dijo, con un brillo maléfico en su mirada.
Sentía como mi alma se retorcía y mi mente se desbordaba. ¿Qué quería de mí?
Yo estaba paralizada por el miedo. ¿Qué iba a hacer? ¿Qué clase de cosa era esa que quería que hiciera?
-Necesito que me traigas a alguien, Isabella -dijo, mirándome fijamente. -Necesito que traigas a alguien a mi habitación.
Mi mente se aceleraba, intentando entender qué quería que hiciera.
-¿Quién? -pregunté, tratando de dominar la emoción.
-Alguien de tu elección -dijo, como si fuera un juego. -Pero tengo que ser alguien que quieras.
Yo estaba horrorizada. ¿Cómo podía siquiera pedirme algo como esto?
-¡No puedo! ¡No puedo hacer esto! -grité.
-¡Oh, pero sí puedes! -dijo él, y su mirada se volvió incluso más siniestra. -No tienes muchas opciones, Isabella.
Yo estaba sollozando ahora. ¿Por qué me estaba haciendo esto? ¿Qué clase de monstruo era este?
-¡Soy una persona! ¡Tengo sentimientos! -lloriqueé.
-No me importa -dijo él, como si lo que me decía no significara nada para él. -Piensa en lo que yo tengo, Isabella. Piensa en lo que me puedo llevar.
Yo estaba preguntada por su actitud y por su comportamiento. ¿Quién pensaba que era? ¿Quién creía que era para tratarme así?
Entonces, me agarró del cuello, y apoyó su miembro duro contra mi trasero. Me di cuenta de que, si no hacía lo que él pedía, no tenía escapatoria.
-¡Busca a alguien! -me gritó- ¡O te tomo a ti!
Y entonces me soltó, y yo me quedé allí, temblando en la cama. Tenía que hacerlo. No tenía otra opción.
-¿Quieres que vaya al vestíbulo? -le preguntó, con voz trémula.
-¡Si! -me gritó, como si estuviera aburrido.
Tomé una toalla y me cubrí lo mejor que pude. Salí de la habitación, y me dirigí al vestíbulo. No tenía idea de qué iba a hacer, ni qué decir.
El vestíbulo era abarrotado, con gente vestida de manera elegante. Todos parecían estar teniendo una buena noche. ¿Pero quién iba a querer ayudar a alguien como yo?
Me mantuve en un rincón, observando los rostros alegres. ¿Cómo podía hacer esto? ¿Cómo podía encontrar a alguien para... lo que sea que él quisiera?
Observaré a la gente que pasaba, tratando de pensar en alguna estrategia. Todos parecían tan alegres y felices. ¿Cómo iba a encontrar a alguien que quisiera dejar esto? ¿Cómo iba a encontrar a alguien que pudiera hacer algo como esto?
¿Y qué pasaría si no lo hacía? ¿Qué pasaría si no podía hacerlo?
Miré a mi alrededor, buscando una salida. Aunque la gente estaba bailando, y todos estaban teniendo una gran noche, yo estaba atrapada en la sala, sintiéndome cada vez más desesperada.
¿Había alguien que pudiera ayudarme? ¿Había alguien que entendiera mi sufrimiento?
Entonces, sentí una mano en mi hombro. Giré, con los ojos anegados en lágrimas. Era una mujer elegante y esbelta, con un vestido de cóctel azul marino.
-Hola -me dijo, con voz suave. -¿Estás bien?
¿Por qué estaba preguntando eso? ¿Por qué se preocupaba por mí?
-Sí -dije, con voz débil. -Estoy... estoy bien.
-¿Segura? -dijo, mirándome con ojos curiosos.
Quise creer que quería ayudarme. Quizás me ayudaría si le explicaba la situación.
-Estoy en problemas -le dije, con voz trémula.
Ella comenzó a asentir.
-¿Qué está pasando? -me preguntó suavemente.
Yo tragué saliva y miré alrededor. No quería que me oyera nadie más.
-¿Podemos hablar en privado? -le preguntó.
Asintió y me tomó de la mano. La seguí hacia una sala privada, donde nadie podía escuchar nuestra conversación.
Me senté en un sofá cómodo, y ella se sentó a mi lado. Yo estaba tiritando, y no podía controlar mis nervios. ¿Cómo podía decirle lo que había pasado?
-¿Qué te ha pasado, querida? -me dijo. -Puedes contármelo todo.
Como una cascada, comencé a llorar. Esta mujer, desconocida para mí, sabía la verdad.
Me tomó de la mano y me presionó el hombro.
-Dime qué pasa, querida -me dijo, mientras yo lloraba.
-Hh-he sido engañada -le dije, entre sollozos. -Me ha engañado.
Ella me miró a los ojos, y yo vi que ella entendía.
-¿Estás seguro de que quieres contarme lo que te ha sucedido?
Sentí una oleada de alivio cuando ella me preguntó eso. Alguien me creía. Sabía que ella podría ayudarme.
-Sí -dije, con voz *p*n*s audible.
Ella escuchó cuidadosamente mientras le contaba todo lo que había pasado. Mientras lo hacía, sentía como si estuviera sacando el veneno de mi cuerpo.
Cuando ella se rió de mi situación, fue como si me hubieran golpeado en el estómago. No podía creer que hubiera sido traicionada de esta manera.
-¿Te parece divertido? -le preguntó, y sintió cómo mi voz se quebraba.
-¡Por supuesto! -exclamó, sacudiendo sus rizos rubios.
Luego se quitó su vestido y se quedó de pie delante de mí , tan sólo con su ropa interior. Me miró con una mirada tan fría como la nieve.
-Eres una niña tonta -dijo, en tono frío. -Yo iría a tener s*x* con ese hermoso hombre si pudiera.
Entonces, se volvió y se marchó, dejándome allí, aturdida y confusa. ¿Qué había pasado? ¿Qué iba a hacer? No tenía ninguna idea de cómo salir de esta situación.
Entonces, oí las risas de alguien desde la puerta de la habitación.