Capítulo 4 4

Capítulo 4: El Desafío.

Las risas me estremecieron por dentro. Giré para encontrarme cara a cara con el hombre de mi pesadilla. El mismo hombre que había engañado y usado.

-¿Estás feliz con tu decisión, Isabella? -me dijo, con voz perspectiva.

Mi rostro ardía de vergüenza y rabia.

-¿Qué quieres decir? -le dije, con voz trémula.

-Oh, creo que sabes muy bien lo que significa -dijo, con una sonrisa en los labios. -¿Dónde está tu amiga?

Sentí como mi corazón se estrellaba en mi pecho. ¿Por qué estaba haciendo esto? ¿Qué pretendía conmigo?

Me abalancé contra él, lanzando golpes con mis manos inútiles.

-¡No puedes hacer esto conmigo! -grité. -¡Déjame ir!

Él se rio, y me sujetó con suficiente fuerza para impedir que huyera.

-No me gusta tu tono, Isabella -dijo, con voz grave. -Tú eres mía y yo te haré lo que quiera.

Me sentí como si fuera un animal acorralado, y me retorcí para escapar de sus brazos, pero él era demasiado fuerte.

-¿Y qué hay de mis deseos? -me escapó por fin.

-No me importa -dijo, con voz fría. -Lo único que importa es lo que quiero yo.

Me sentí desesperada. ¿Cómo podía escapar de esto?

Luego, comenzó a golpearme, abusando de mi cuerpo. Cada vez que golpeaba, mi furia crecía.

-¡Por favor! -supliqué. -¡Por favor, párr!

Pero él seguía golpeando, cada vez más duro. Sentía como su cuerpo se acercaba más y más a mí, y yo estaba atrapada.

El dolor estaba ardiendo en mi cuerpo. Sentía como mis lágrimas salían en oleadas por mis ojos. ¿Cuánto más podía soportar esto? ¿Cuánto tiempo antes de que todo terminara?

-¡Basta! -grité.

Pero él no hizo caso. Se reía en mi cara, disfrutando de mi sufrimiento.

A pesar de mi resistencia, él estaba disfrutando del dolor que le estaba causando. Podía verlo en sus ojos y sentirlo en sus manos. ¿Qué clase de persona sería capaz de hacer algo como esto?

Entonces, de repente, me soltó, y se inclinó sobre mí.

-Ahora saldrás a buscar a tu amiga -dijo, en voz baja y amenazante.

Me quedé allí, temblando y asustada, tratando de entender por qué él estaba haciendo esto.

-¡No! -grité. -¡No puedes hacer esto conmigo!

-Y ¿por qué no? -dijo él. -¿Qué crees que puedes hacer?

Sentía como mi corazón se desplomaba en mi pecho. Tenía que salir de allí. Tenía que escapar.

Mi mente se empañó de pensamientos, tratando de encontrar una manera de escapar. ¿Qué podía hacer? ¿Tenías alguna opción?

Entonces, lo oí. Un ruido, como el de un grupo de personas al otro lado de la puerta. ¿Era la oportunidad que buscaba? ¿Sería capaz de escapar antes de que fuera demasiado tarde?

Sí, era ella. La rubia de rizos entraba al cuarto, y al verme desnuda, cambió de color.

-¿Qué ha pasado? -preguntó, mirando hacia atrás y adelante.

-¡Nada! -gritó el hombre, intentando controlar la situación. -¡No pasa nada!

Ella se rió, como si lo que me estaba sucediendo a mí fuera gracioso. Luego, se desnudó, mostrándole su cuerpo al millonario.

-¡Oh, qué bien que finalmente llegaste! -dijo él, mientras le pasaba la mano por la espalda. -¿Quieres venir a divertirte un rato con nosotros?

Sin demostrar ninguna duda, la mujer se acercó a él y le pasó los brazos por el cuello.

-Por supuesto, bebé -dijo, mientras le pasaba los dedos por el pelo. -Será un placer.

Entonces, miró a mi y, con su sonrisa cruel, dijo:

-¡Asegúrate de no irte, Isabella!

Me sentí como si mi mundo se estuviera viniendo abajo. ¿Cómo podía ser tan cruel? ¿Cómo podía hacerme pasar por esto?

El hombre me miró con una sonrisa burlona.

-Apuesto que te arrepientes de haber salido conmigo -dijo, en voz baja.

Entonces, me empujó hacia una silla en la esquina del cuarto.

Me quedé allí, sentada en silencio, observando al millonario y a la mujer besándose apasionadamente. Me dolía el cuerpo de la tensión, y mis emociones estaban en una revuelta, pero no podía moverme.

-¿Te gusta lo que ves? -me dijo, en voz baja.

No pude decir nada. No tenía nada que decir.

Entonces, ellos comenzaron a besarse apasionadamente, ignorando mi presencia. La mujer le pasó los dedos por los hombros, y él le pasó las manos por la espalda.

Me puse roja de vergüenza y me sentí más y más vulnerable. No sabía cómo iba a salir de esto.

-¿Qué pasa, Isabella? -dijo él, yendo hacia mí. -¿Estás celosa?

Entonces, se arrodillo delante de mí, mirándome directamente a los ojos. Su rostro era tan cerca del mío, podía sentir su aliento en mi mejilla.

-No te sientas sola, Isabella -dijo, en tono suave y persuasivo. -Puedes unirte a nosotros, si quieres.

Cerré los ojos y traté de alejarme de él. Sabía que si lo hacía, tendría que seguir con su juego.

-¿Estás seguro? -dijo, con voz seductora. -Podríamos tener mucho placer juntos.

Mientras lo decía, la mujer se apartó y comenzó a quitarme la toalla.

Sentía el cuerpo de la mujer apretado contra el mío mientras me despojaba de mi vestido. Sus manos eran frías y secas, y su boca se acercaba cada vez más a la mía.

-¿Aún no quieres jugar con nosotros? -dijo ella, mientras me besaba la nuca.

-No... -murmuré, cerrando los ojos.

Entonces, me levantaron y me llevaron al sofá, donde se sentaron ambos a mi lado. El hombre me cogió de la mano y comenzó a pasarme los dedos por el antebrazo.

-Ven, Isabella -me dijo, con un tono cálido y persuasivo. -Ven y disfruta con nosotros.

Sentía un escalofrío bajar por mi columna vertebral. ¿Qué iba a hacer? �

            
            

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