Capítulo 2 La sombra del pasado

Alessio regresó a su oficina en silencio. Aunque la lluvia había cesado, su mente seguía atrapada en aquella breve conversación. No sabía por qué la recordaba con tanta claridad. Había conocido a miles de mujeres, muchas de ellas con rostros hermosos y vidas complejas, pero esta abogada tenía algo diferente, algo que lo desafiaba incluso sin proponérselo.

Cuando abrió la puerta, lo esperaba Nico, su mano derecha. Su expresión no auguraba buenas noticias.

-¿Qué pasó? -preguntó Alessio, dejando su abrigo mojado en el perchero.

-La policía ha interceptado parte del cargamento -respondió Nico en voz baja, mirando el suelo-. Ya están investigando el puerto.

Alessio apretó los dientes. Era la última complicación que necesitaba.

-¿Y nuestros contactos?

-Están haciendo lo posible, pero parece que tienen pruebas sólidas. Y hay algo más-

Nico dejó sobre el escritorio un expediente delgado. Alessio lo tomó con rapidez y lo abrió. En la primera página estaba la foto de una mujer: Valeria Santos.

-¿Qué tiene que ver ella con esto? -preguntó con un tono cargado de tensión.

-Es la abogada que llevará el caso del decomiso. Está trabajando con la fiscalía-

Alessio dejó el expediente sobre el escritorio con un golpe seco. Por primera vez en mucho tiempo, sintió algo parecido a la duda. Esa mujer, tan firme y decidida, ahora se interponía directamente en su camino.

-Averigua todo lo que puedas sobre ella. Trabajo, familia, rutinas. No quiero sorpresas, estoy harto de ellas-

-¿Y si se convierte en un problema?- entiende perfectamente a lo que se refiere Nico, pero no iba a contarle que casualmente hoy la había conocido.

-Yo me encargo de ella- espeto de forma fría, pero sonrió brevemente mirando la foto.

-así que te llamas Valeria santos.

***Al otro lado de la ciudad, Valeria terminaba de organizar los documentos en su oficina. Había pasado semanas preparándose para este caso. Sabía que enfrentarse a Alessio Di Carlo, era como enfrentarse a una tormenta, pero no tenía miedo. Para ella, el sistema legal era un escudo, y la verdad, su mejor arma y nadie iba a detenerla.

-¿Te vas ya? -preguntó su colega y mejor amiga, Laura, asomándose por la puerta.

-En unos minutos, quiero repasar esto una vez más, necesito prepararme para este caso-

Laura entró con una taza de café y se sentó frente a ella, le ofrece la taza y la mira con preocupación.

-¿Sabes lo que dicen sobre Di Carlo, verdad? ¿Qué no solo es un empresario, sino algo mucho peor?-

Valeria asintió sin miedo.

-He escuchado rumores, pero no puedo basarme en eso, son simple rumores, imagínate que la justicia se basará en eso. Tengo que concentrarme en las pruebas-

-Solo ten cuidado... las personas como él no juegan limpio-

Valeria sonrió, intentando tranquilizar a su amiga.

-Lo sé. Pero alguien tiene que enfrentarlos y que mejor que tu amiga, la defensora de la justicia-

Esa noche, mientras caminaba hacia su auto, Valeria no pudo evitar sentir que alguien la observaba. Se giró un par de veces, pero la calle estaba desierta, no había nada. Decidió ignorar la sensación incómoda por no llamarla miedo y subió al auto. No sabía que desde un callejón cercano, un hombre la vigilaba con atención, hablando por teléfono.

-Sí, jefe. Está sola. ¿Quieres que la sigamos?-

La respuesta de Alessio fue breve, pero cargada de una emoción que no entendía del todo.

-No, simplemente quiero saber quién es en verdad, aún no es el momento, no actúes a menos que te ordene hacerlo-

Alessio pasó la noche revisando el expediente. Valeria Santos. Ella no era únicamente una abogada, era una mujer con una historia. Había crecido en un barrio humilde. Empezó a trabajar muy joven para pagar sus estudios, y ahora era conocida por su integridad. Todo en ella parecía gritar que eran opuestos, pero Alessio sabía que en su mundo, los opuestos no siempre se repelían, a veces chocaban con tanta fuerza que era imposible separarlos.

Mientras las primeras luces del amanecer bañaban la ciudad, Alessio tomó una decisión importante mientras se daba una ducha fría, si ella quería enfrentarlo, él no iba a huir, pero tampoco iba a destruirla... al menos, no aún. Porque, por alguna razón, no podía sacarla de su mente, ¿por qué rayos esa mujer se había metido tan profundo en sus pensamientos? Se preguntaba inquieto.

            
            

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