El ático de Alessio estaba sumido en penumbras, iluminado solo por el tenue brillo de las luces de la ciudad que se filtraban a través de los ventanales. En el silencio de la noche, cada pensamiento parecía amplificarse, y todos giraban alrededor de una sola persona: Valeria Santos.
Apoyó un vaso de whisky sobre la mesa de cristal, girándolo entre sus dedos sin terminar beberlo. Había algo en ella que lo desconcertaba, no era su belleza, aunque había notado su belleza y elegancia natural; era su esencia, su forma de enfrentarse a él, sin miedo, como si no viera en él a un hombre poderoso ni a un delincuente, como si viera... algo más.
Pero, ¿qué podía ver ella? Alessio había pasado toda su vida construyendo un muro alrededor de sí mismo, una fachada de acero que lo protegía del mundo exterior. En su mundo, no había lugar para debilidades, y las emociones eran una amenaza más que un consuelo.
Se levantó y caminó hasta el ventanal, observando la ciudad que controlaba desde las sombras. Las luces de los rascacielos le recordaban los triunfos que había acumulado a lo largo de los años, pero entre esos triunfos también había sacrificios. Decisiones que lo habían endurecido, que habían enterrado al joven idealista que alguna vez soñó con un camino diferente. Con el paso de los años comprendió que una cosa es la que se sueña y otra, la realidad que le tocó vivir.
Valeria representaba todo lo que él no era: justicia, principios, honestidad y valores. Su mundo era de colores vivos, mientras que el de Alessio era blanco y negro, estaba lleno de grises y paisajes oscuros. Y, sin embargo, había algo en esa abogada que despertaba en él, un anhelo olvidado.
Tomó el expediente que Nico había preparado y lo revisó una vez más. Allí estaban los detalles de su vida: su infancia en un barrio humilde, su esfuerzo por estudiar leyes, sus casos ganados. Alessio admiraba a las personas que luchaban para alcanzar sus metas, pero en Valeria había algo más. Una pasión que lo hacía preguntarse si alguna vez había sentido algo igual.
¿Podía haber algo entre ellos? La pregunta surgió en su mente antes de que pudiera detenerla y le invadió una risa porque esa pregunta era absurda. Ella era su enemiga y estaba decidida a destruir lo que él había construido, pero la idea persistía, inquebrantable.
-Estás perdiendo el control, Di Carlo, ya no eres un adolescente- murmuró para sí mismo, soltando un suspiro.
Se recordó que en su mundo no había espacio para distracciones. Las conexiones humanas eran peligrosas. Los lazos personales podían convertirse en cadenas, y en su línea de trabajo, las cadenas significaban vulnerabilidad. Pero por más que intentara ahogar el pensamiento, Valeria seguía ahí, como una presencia inquebrantable en su mente.
En el otro extremo de la ciudad, Valeria también estaba despierta, sentada en el escritorio de su habitación, repasaba las notas del caso bajo la tenue luz de una lámpara, pero su concentración no era la misma.
A pesar de sus esfuerzos por enfocarse en los hechos, la imagen de Alessio seguía apareciendo. Era un hombre peligroso, lo sabía, pero algo en su mirada la había perturbado, no era solo la frialdad que esperaba encontrar, sino algo más profundo. Una tristeza que parecía estar escondida detrás de su máscara de poder y gloria.
Cerró el archivo con un suspiro, no podía permitirse pensar en él como algo más que un acusado. Si lo hacía, corría el riesgo de perder su objetividad, y eso era lo último que podía permitirse.
Pero entonces, ¿por qué había sentido un pequeño temblor en su interior cuando la había mirado? ¿Por qué sus palabras resonaban en su mente, cuestionando lo que ella consideraba verdades absolutas?
Se levantó y caminó hacia la ventana, observando las luces de la ciudad. Había jurado proteger la justicia, y ese juramento era lo único que guiaba su vida. Alessio Di Carlo, representaba todo lo que ella luchaba por combatir, pero, en algún lugar de su interior, había comenzado a preguntarse si las líneas entre el bien y el mal eran tan claras como siempre había creído.
Esa noche, mientras ambos miraban la misma ciudad desde lados opuestos, una conexión invisible comenzó a formarse entre ellos. Un hilo que los unía a pesar de las barreras que sus mundos habían construido.
Y aunque ninguno lo sabía aún, ese hilo estaba destinado a tensarse, a retorcerse, y quizá a romperse... o a entrelazarlos para siempre, porque una atracción fuerte empezaba a crecer.