Capítulo 3 Llámalo justicia

Los días pasaron con rapidez, y Mathias se sumergió en su trabajo, dejando atrás los recuerdos de su pasado. Se había convertido en un hombre exitoso, un arquitecto reconocido, y ahora era socio mayoritario de una de las constructoras más importantes de la ciudad.

Todo lo que alguna vez le dijeron que nunca lograría, lo había conseguido.

Sin embargo, cuando el señor Leopoldo D'aro apareció en su oficina con una propuesta, el pasado regresó con la fuerza de una tormenta.

-Señor Brown, le agradezco por recibirme -dijo el hombre con su voz firme, pero con un leve matiz de incomodidad.

Mathias lo observó en silencio. Era la primera vez que veía al director del instituto desde que dejó atrás aquellos años de humillaciones. Ahora, el hombre frente a él no era más que una sombra de la autoridad que alguna vez impuso.

-Dígame, señor D'aro -respondió Mathias, apoyando los codos en el escritorio-, ¿qué lo trae aquí?

El hombre carraspeó y colocó una carpeta sobre la mesa.

-Como sabe, el instituto ha pasado por problemas económicos. Necesitamos urgentemente una renovación para evitar su cierre. He venido a solicitar su apoyo.

Mathias entrecerró los ojos, deslizando sus dedos sobre la carpeta sin abrirla. Ese instituto... El lugar donde vivió los peores días de su vida.

El destino tenía un sentido del humor retorcido.

-¿Quiere que invierta en el lugar que fue mi infierno durante años? -preguntó con una sonrisa fría.

Leopoldo no supo qué responder de inmediato.

-Entiendo que tu experiencia allí no fue la mejor, pero...

-No fue la mejor -repitió Mathias con ironía -Fue la peor.

Un silencio incómodo cayó sobre la habitación.

Mathias podría haber rechazado la propuesta de inmediato... Pero no lo hizo.

Pero en ese instante, tuvo una idea.

Una que le daría la oportunidad de hacerle pagar a Samantha cada una de las humillaciones que sufrió por su culpa.

Se inclinó levemente hacia adelante.

-Voy a ayudarlo, señor Armenta.

El hombre lo miró con sorpresa.

-¿En serio?

Mathias esbozó una sonrisa calculadora.

-Pero hay una condición.

Leopoldo frunció el ceño.

-¿De qué condición estamos hablando?

Mathias tomó un bolígrafo, girándolo entre sus dedos antes de soltarlo sobre la mesa.

-Quiero casarme con su hija.

El director lo miró como si no hubiera escuchado bien.

-¿Qué has dicho?

-Lo que escuchó -afirmó Mathias con calma-. Si acepta que me case con Samantha, invertiré en la renovación del instituto.

Leopoldo se quedó inmóvil.

-Eso es absurdo.

Mathias se encogió de hombros.

-Tal vez, pero es mi única oferta.

El hombre respiró hondo, su expresión se tornó tensa.

-Samantha no aceptará.

-No necesita aceptarlo -replicó Mathias -Usted sí.

Leopoldo apretó los puños.

-¿Por qué harías algo así?

Mathias apoyó la espalda en el respaldo de su silla, con la mirada fija en el hombre que alguna vez lo ignoró cuando más necesitó ayuda.

-Digamos que quiero saldar cuentas pendientes.

El silencio volvió a llenar la oficina. Leopoldo miró la carpeta, luego a Mathias, y finalmente bajó la cabeza.

Sabía que no tenía otra opción.

-De acuerdo -dijo con la voz tensa-. Tienes mi palabra.

Mathias sonrió con satisfacción.

¡Ahora, el juego estaba en marcha!

Samantha no podía creer lo que escuchaba.

-¿Qué estás diciendo, papá?

Leopoldo la miró con gravedad.

-Tienes que casarte con Mathias Brown.

El rostro de la joven palideció.

-Esto es una broma, ¿verdad?

-No lo es.

Samantha sintió un escalofrío recorrer su espalda.

-Pero, ¿por qué haría algo así?

Su padre suspiró, cansado.

-El instituto está en crisis. Necesitamos la inversión de Mathias para salvarlo.

Samantha negó con la cabeza, sintiendo su corazón latir con furia.

-¡No puedes hacerme esto!

Leopoldo la miró con dureza.

-No tienes opción.

Samantha sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor.

-¿Mathias? ¿Por qué? -se preguntaba

El mismo Mathias al que había lastimado. El mismo al que había humillado.

¡Ahora era él quien tenía el control!

Y sabía que no le haría la vida fácil.

-¿Cuándo se supone que debo verlo? -preguntó en voz baja, sintiendo un nudo en la garganta.

-Mañana. En su oficina.

Samantha tragó saliva.

Sabía que esto no iba a terminar bien.

Cuando Samantha entró en la oficina de Mathias al día siguiente, sintió un escalofrío.

Él estaba allí, sentado tras su escritorio, con una expresión de absoluta confianza.

Respiró hondo y se acercó con pasos firmes.

-Mathias -llamó su nombre con voz segura.

Él se giró lentamente, con expresión impasible

-Samantha -dijo con una sonrisa indescifrable-. ¡Qué placer verte!

-¿Podemos hablar? -preguntó sin titubear.

Mathias la analizó un instante antes de soltar una risa sarcástica.

-¿Hablar? ¿Después de todo este tiempo? ¿Después de lo que hiciste?

Samantha sintió el peso de su mirada, pero no dejó que eso la intimidara.

-Por favor -dijo en voz baja, pero con urgencia.

-Habla.

Samantha tragó saliva.

-Sé que no tienes razones para escucharme, pero... necesito decirte lo que siento.

Mathias bufó.

-¿Lo que sientes? ¿Desde cuándo te importan los sentimientos, Samantha?

Ella bajó la mirada un instante antes de volver a enfrentarlo.

-Desde siempre. Solo fui una cobarde.

Mathias no respondió, pero su mandíbula se tensó.

-Fui una estúpida -continuó Samantha-. Te lastimé cuando lo único que hiciste fue mirarme con cariño, cuando lo único que querías era...

Hizo una pausa, tratando de encontrar las palabras.

-... Amarme -susurró finalmente.

Mathias apretó los puños.

-No me vengas con eso ahora.

-Lo digo en serio -insistió Samantha, dando un paso hacia él -Nunca dejé de pensar en ti. Nunca dejé de sentirlo.

Mathias soltó una risa amarga.

-¿Y qué quieres que haga con eso, Samantha? ¿Que olvide todo lo que pasó? ¿Que finja que no me humillaste frente a todos?

-No. No quiero que olvides nada. Solo quiero que me dejes demostrarte cuánto lo lamento.

Mathias la miró largamente, su expresión llena de lucha interna. Finalmente, suspiró y negó con la cabeza.

-No sé si puedo.

Samantha sintió un nudo en la garganta.

-Por favor, solo dame una oportunidad para enmendarlo. No tienes que perdonarme hoy, ni mañana. Pero déjame demostrarte que soy más que mis errores.

El silencio se extendió entre ellos.

Finalmente, Mathias apartó la mirada.

-No prometo nada.

Ella respiró hondo, a la vez que lo miraba a los ojos.

-¿Por qué estás haciendo esto? Lo que le has propuesto a mi padre. Eso es...

Mathias entrelazó los dedos sobre la mesa.

-Creo que sabes por qué.

Samantha cerró los ojos un instante antes de abrirlos de nuevo.

-No puedes obligarme.

Mathias sonrió.

-No. Pero tu padre ya aceptó. Y dudo que quieras ver cómo el instituto desaparece por su culpa.

El corazón de Samantha latió con fuerza.

-Esto es una venganza -susurró.

Mathias la observó con intensidad.

-Llámalo, justicia.

Samantha sintió que sus piernas temblaban.

-¿Qué esperas de mí?

Mathias se levantó y rodeó el escritorio hasta quedar frente a ella.

-Que seas mi esposa. Que lleves mi apellido. Que estés a mi lado hasta que yo decida lo contrario.

Samantha sintió un nudo en la garganta.

-Esto no va a hacer que olvides lo que pasó.

Mathias bajó la voz, su mirada oscura clavada en la de ella.

-No quiero olvidar, Samantha. Quiero que sientas lo que es no tener el control.

El silencio entre ellos era sofocante.

Samantha apretó los puños.

-No me romperás.

Mathias sonrió con arrogancia.

-Eso lo veremos.

Samantha sintió que el aire le faltaba.

Había caído en la trampa de Mathias Brown. Y no tenía escapatoria. Pero algo sí tenía presente Haría lo que fuera por recuperar lo que había perdido.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022