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La cena ha terminado, pero la tensión sigue suspendida en el aire. No es la incomodidad de una primera cita ni el nerviosismo de una conversación entre desconocidos. Es otra cosa. Algo más oscuro, más intenso.
Alexander no ha intentado tocarme en ningún momento, pero su mera presencia es suficiente para hacerme sentir atrapada en una red invisible.
-Déjame llevarte a casa -dice con esa voz grave que parece diseñada para deslizarse por mi piel.
Podría decir que no. Podría pedir un taxi, alejarme de esto antes de que se vuelva más complicado. Pero la verdad es que ya es complicado.
-Está bien -respondo antes de que pueda pensarlo demasiado.
Alexander se levanta con la misma naturalidad con la que da órdenes. Un solo movimiento suyo basta para que el camarero se acerque de inmediato, listo para encargarse de la cuenta.
No puedo evitar notar algo en la forma en que todos lo miran: con respeto, con precaución. Como si supieran quién es y lo que es capaz de hacer.
Cuando salimos del restaurante, el aire nocturno es un contraste bienvenido contra el calor que se ha acumulado en mi piel.
-¿Siempre eres así? -pregunto mientras el valet trae su auto.
Alexander me mira de reojo.
-¿Así cómo?
-Tan... en control de todo.
Él sonríe, pero no es una sonrisa común. Es la de un hombre que sabe exactamente quién es y lo que puede hacer.
-Cuando no tienes el control, se lo das a alguien más -responde-. Prefiero que eso no suceda, resulta que he descubierto que si alguien mas te controla o cedes un poco de tu control las cosas suelen salir mal, no me gusta perder el tiempo, por eso prefiero manejarlo todo con precisión y mas cuando esta en juego el placer de un buen juego.
Su respuesta me intriga más de lo que me gustaría admitir.
El auto llega y, antes de que pueda abrir mi puerta, Alexander lo hace por mí. Me sorprende la cortesía, pero más me sorprende la forma en que su mano roza mi espalda cuando me ayuda a entrar.
No es un toque casual. Es intencional.
Una vez dentro del auto, el silencio se instala entre nosotros. Pero no es incómodo. Es el tipo de silencio que se siente cargado, como si en cualquier momento algo fuera a estallar.
-¿Dónde vives? -pregunta mientras enciende el motor.
Le doy la dirección y el auto se pone en marcha con la suavidad que esperaba de un hombre como él.
-Cuéntame algo sobre ti, Valeria -dice tras unos minutos.
Me giro hacia él, algo desconcertada.
-¿No has investigado todo ya? estoy segura que tienes en tu oficina una carpeta con toda mi información.
Alexander suelta una risa baja.
-Podría haberlo hecho. Pero prefiero escucharlo de ti, no es lo mismo.
Exhalo lentamente. No sé qué espera que diga.
-No hay mucho que contar. Trabajo, leo, a veces salgo con mis amigas... Nada extraordinario, soy estudiante de Psicología en el ultimo año, tambien soy adoptada como tu, asi que no tengo una gran historia.
-¿Y qué te gustaría hacer?
Parpadeo.
-¿A qué te refieres?
-Si no tuvieras que preocuparte por dinero, trabajo o responsabilidades. ¿Qué harías con tu vida?
La pregunta me toma por sorpresa. Nadie me la había hecho antes.
Desvío la mirada hacia la ventana, pensando.
-Viajar.
-¿A dónde?
-A cualquier lugar. Quisiera ver el mundo, experimentar cosas nuevas... salir de mi rutina.
Cuando vuelvo a mirarlo, sus ojos están fijos en los míos.
-Me gusta esa respuesta.
-¿Y tú? -pregunto-. Si no fueras... lo que sea que eres.
-Si no fuera un hombre que controla todo -completa por mí, con una sonrisa.
Asiento.
Alexander desvía la vista hacia la carretera, pero su expresión se vuelve más seria.
-No lo sé. No me lo he permitido pensar.
Su respuesta me deja intrigada. ¿Un hombre como él no se ha planteado otro camino? ¿O simplemente no cree que tenga opción?
El auto se detiene frente a mi edificio. No me había dado cuenta de lo rápido que pasó el tiempo.
Alexander apaga el motor y se gira hacia mí.
-Déjame acompañarte.
La frase no es una sugerencia. Es una afirmación.
Mi corazón da un brinco.
-No es necesario.
-No sería un caballero si te dejara entrar sola a estas horas.
-¿Eres un caballero, Alexander?
Él sonríe, pero en su mirada hay algo más.
-Cuando quiero serlo.
Me quedo inmóvil por un momento. Parte de mí sabe que debería darle las buenas noches y entrar. Pero la otra parte, la parte que ha estado atrapada en este juego desde que lo conocí, quiere ver hasta dónde puede llegar esto.
-Está bien -digo, sin estar segura de si estoy cometiendo un error.
Alexander sale del auto y, antes de que pueda abrir mi puerta, ya lo ha hecho él. Su mano roza la mía cuando me ayuda a salir.
Su toque es breve, pero suficiente para dejarme sin aliento.
Subimos juntos hasta mi departamento. Cuando llegamos a la puerta, me giro hacia él.
-Gracias por la cena -digo en voz baja.
Alexander me observa con intensidad.
-Gracias por aceptar.
El silencio entre nosotros se vuelve abrumador. Sé lo que está pensando. Sé lo que estoy pensando.
Mi mano se mueve hacia la perilla de la puerta, pero antes de girarla, Alexander da un paso adelante.
Mi respiración se acelera cuando su mano roza mi mejilla, apenas un roce, como si estuviera probando mi reacción.
-Si me invitas a entrar, Valeria... -su voz es baja, profunda-. No voy a conformarme con una simple charla.
Es una advertencia.
Pero también es una oportunidad para decidir.
Mi corazón late descontrolado.
Puedo cerrar la puerta y fingir que esta noche fue solo un encuentro casual.
O puedo abrirla... y dejar que todo se descontrole.