Capítulo 4 Bruce, hemos terminado

Corrine atravesó la puerta de lo que había sido su santuario con Bruce. El vacío de la habitación reflejaba su soledad, ya que esa noche solo ella ocuparía esas paredes.

Su mirada se posó en los globos en forma de corazón que adornaban las paredes. Ahora sus alegres formas parecían burlarse de su dolor. Sin ninguna vacilación, los arrancó y arrugó sus superficies sintéticas bajo sus dedos.

Las decoraciones festivas solo amplificaban su creciente resentimiento. Con metódica precisión, desmanteló cada detalle festivo hasta que vio su foto colgada en la pared.

Se quedó inmóvil ante ese momento capturado de falsa felicidad y vio cómo su dolor cristalizaba en algo más duro y gélido. Las tijeras se movieron a través de la fotografía con seguridad, cortando sus rostros sonrientes en pedazos irreparables.

Tras borrar todo rastro de su pasado compartido, Corrine se hundió en el sofá. El tiempo se prolongó interminablemente mientras la oscuridad se extendía por el cielo. Su vigilia no se interrumpió desde el anochecer hasta el amanecer. Justo cuando la somnolencia empezaba a nublar sus sentidos, la apertura de la puerta rompió el silencio.

Esta vez no lo saludaban pasos ansiosos. Corrine estaba inmóvil, una estatua tallada en la decepción y la resolución.

Bruce entró con la confianza de los inocentes, se dejó caer en el asiento más cercano y se masajeó las sienes con cansancio. "Tráeme un vaso de agua".

Corrine lanzó una risa amarga. "¡Bruce, hemos terminado!".

Sus palabras resonaron firmemente como el mazo de un juez.

Su mirada oscura estuvo fija en ella, tan ilegible como una noche sin luna.

Corrine se encontró con su mirada. El sarcasmo tiraba de sus labios como si fueran hilos de marionetas. "¿Por qué reaccionas así? ¿No tomaste una decisión en cuanto me abandonaste en el altar? ¿O fue el día que Leah regresó a nuestras vidas?".

Bruce agarró un cigarrillo con elegancia practicada. La llama de su encendedor danzó brevemente en medio de la tensión.

Le dio una profunda calada y exhaló palabras envueltas en humo. "Esta es la mejor decisión. Hace mucho que llevas malinterpretando a Leah. Seguir con esta farsa solo la hará sentirse más herida".

Corrine estudió al extraño frente a ella. "Me pregunto si hay algo que no sacrificarías por Leah".

Bruce apagó su cigarrillo con impaciencia. "Durante tres años, he intentado enterrar mis sentimientos por ella, pero el amor no puede doblegarse a voluntad. Espero que puedas perdonar y no enojarte con Leah. Ella no tiene la culpa".

Sus palabras provocaron una risa histérica de la mujer.

Habían quedado atrás tres años de devoción, en los que ella se había dedicado enteramente a amarlo, creyendo que su persistencia podría descongelar su corazón.

Había roto lazos familiares y sacrificado sus propios sueños, todo por el hombre que ahora desestimaba su relación con un indiferente "El amor no puede doblegarse a voluntad".

Bruce observó su estado casi maníaco y frunció más el ceño cuando sintió un dolor inesperado en el pecho. "Hay un millón en esta tarjeta, es suficiente para que tengas una vida cómoda en el campo".

En su mente, tres años de su vida parecía ser igual a una simple transacción monetaria.

No entendía que un millón no significaba nada para ella.

"Bruce, no me quedé por nada más que por ti. No me interesa la riqueza ni el poder de tu familia. ¡Nunca anhelé ser la señora Ashton!". La frialdad parecía emanar de los delicados rasgos de Corrine. Sus ojos se endurecieron con una resolución glacial.

"Guárdate tus disculpas y tu compensación. Recuerda que nosotros nunca nos reconciliaremos". Sus palabras quedaron suspendidas mientras se levantaba y caminaba hacia la puerta.

Bruce observó su decidida partida. Un garra invisible parecía apoderarse de su corazón para robarle el aliento. Su mano se extendió involuntariamente e intentó agarrar el vacío.