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Capítulo 1
Luciano aceleró su auto a todo lo que daba, manteniendo una distancia prudente detrás de la ambulancia que transportaba a Emiliano hacia el hospital. El sonido de las sirenas resonaba en sus oídos pidiéndole el paso a los demás autos y eso era un recordatorio constante de la fragilidad de la vida de una persona.
Con una mano en el volante y la otra sosteniendo su teléfono contra su oído, marcó el número de su madre, para decirle a Lucrecia lo que había sucedido. La llamada se conectó rápidamente por ella y su voz, fría y calculadora resonó al otro lado. Su madre podría ser desesperante en varias ocasiones, pero al final de cuentas siempre sería su madre.
– ¿Qué sucede, Luciano? ¿Qué necesitas? – preguntó ella bastante tranquila.
– Mamá están trasladando a Emiliano en este momento al hospital. Tiene un dolor en el pecho y parece ser grave, así que necesito que vengas cuanto antes – respondió Luciano tratando de mantener la calma, aunque su corazón latía desbocado.
Un silencio tenso se apoderó por completo de la línea. Lucrecia quien siempre había sido una mujer de control parecía haberlo perdido por un instante después de escuchar eso.
– ¿Qué has dicho? Eso no puede ser posible ¿Por qué no me dijiste antes? – pregunto con su voz ahora cargada de preocupación, pero no preocupación por el bienestar de Emiliano, sino por lo que su posible muerte significaría para todos sus planes.
– Te lo estoy diciendo ahora por qué no pensé que fuera tan serio para ti. Solo quería que supieras y que estés aquí por si se necesita algo – dijo Luciano sintiendo una mezcla de frustración y desasosiego.
Sabía que su madre no tenía un amor genuino hacía Emiliano, pero la idea de que ella pudiera estar más preocupada por la receta secreta que por la vida del que aún es su esposo lo llenaba de rabia. Su madre siempre había sido una mujer ambiciosa, pero como ahora, no tenía comparación.
– Escúchame muy bien Luciano. No puedes permitir que ese hombre se muera antes de que le pase la receta secreta a su único heredero. Tú tienes que ser el dueño de esa fórmula, ya que de eso dependemos todos – dijo Lucrecia con su voz ahora más firme – No quiero que ese viejo sea el único que conozca el secreto. Si Emiliano muere sin habértelo dicho perderemos todo y la fábrica se irá a la basura.
Luciano sintió un escalofrío recorrer su espalda. Por las palabras de su madre sabía perfectamente que no le importaba la salud de Emiliano, pero era el colmo que ella pensara más en el dinero que en la salud de una persona. Sin embargo, él no le haría caso por el momento, ya que sabía que al final Emiliano haría lo correcto.
– ¿De verdad te importa más la receta que su vida? ¿Acaso ni quiera respetas el hecho de que se está muriendo? – preguntó incapaz de ocultar su incredulidad.
– Lo que está en juego es nuestro negocio, Luciano. Siempre lo ha sido y tú no sabes mejor que nadie. Te conté que nuestro matrimonio fue una conveniencia para mí desde el primer momento y aunque he fingido quererlo por tanto tiempo, ahora no puedo permitir que su muerte arruine nuestros planes – respondió Lucrecia con su tono implacable – Dirígete al hospital hijo mío. Asegúrate de que esté consciente cuando llegues y más que no se lo lleve el destino antes de que cumpla con su deber.
Luciano colgó la llamada sintiéndose atrapado entre el deber hacia su madre y el amor y respeto que sentía por Emiliano. La ambición de Lucrecia lo asqueaba en muchas ocasiones, pero sabía que debía actuar rápido o lo haría su madre. La vida de Emiliano estaba en juego y con ella también el futuro de la fábrica de vinos que había sido su hogar y su legado por muchos años.
Al llegar al hospital Luciano se apresuró a entrar siguiendo la camilla, su mente llena de pensamientos oscuros sobre lo que podría suceder si Emiliano no lograba a sobrevivir lo invadía. La sala de emergencias estaba llena de actividad por los pacientes, médicos y enfermeras moviéndose con rapidez. Sin embargo, Luciano solo tenía ojos para su padre, que yacía inconsciente en una camilla, pálido y débil.
– Emiliano – murmuró Luciano acercándose a él y este lo miró con una mezcla de dolor y reconocimiento – Estoy aquí, vale. Te prometo que todo va a estar bien.
Emiliano intentó sonreír sin poder hacer más nada, pero el esfuerzo al hablar le costó demasiado – Luciano... la receta... – comenzó a decir con su voz apenas en un susurro.
– Shh, no hables ahora. Solo concéntrate en recuperarte y ya después hablaremos de eso – le interrumpió Luciano sintiendo que el tiempo se deslizaba entre sus dedos.
Sabía que su padre tenía mucho que decirle y la receta secreta era solo una parte de lo que necesitaba transmitirle. Sin embargo, ese no era el mejor momento para eso.
Mientras los médicos trabajaban, Luciano sintió que la presión aumentaba mientras estaba en la sala de emergencias. La ambición de su madre lo perseguía sin escapatoria, pero en ese momento lo único que importaba era su padre. La lucha por el legado de los Donovan había comenzado y Luciano estaba decidido a protegerlo, incluso si eso significaba enfrentarse a su propia madre.