Capítulo 3 Susurros en la Penumbra

Capítulo 3: Susurros en la Penumbra

La casa estaba en silencio, pero el eco de lo ocurrido seguía vibrando en el aire. Jennifer se quedó inmóvil en la cama, su respiración entrecortada mientras observaba la puerta entreabierta por donde Melisa acababa de pasar.

Damian frunció el ceño y se incorporó, su mirada oscura posándose en la sombra que se alejaba por el pasillo.

-¿Crees que nos vio? -murmuró, su tono serio.

Jennifer humedeció sus labios, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda.

-No lo sé...

Damian se pasó una mano por el cabello, suspirando con frustración. La tensión del momento se había disipado en el aire, y ella sintió la misma sensación de vacío que la invadía cada vez que algo interrumpía sus intentos de romper la monotonía.

-Voy a cerrar la puerta -dijo él con tono seco, levantándose de la cama.

Jennifer lo vio alejarse y sintió una punzada de desilusión. Sabía que después de esto, Damian no retomaría el momento. Se acomodó en la cama y cerró los ojos, tratando de ignorar la punzada de insatisfacción que se enroscaba en su estómago.

Un Encuentro Inesperado

A la mañana siguiente, Jennifer bajó a la cocina con una mezcla de inquietud y curiosidad. Sabía que debía hablar con Melisa, pero no estaba segura de qué decirle.

Cuando llegó, la encontró en la isla de la cocina, organizando algunas frutas en una bandeja.

Melisa levantó la vista al verla entrar y, como si leyera su mente, sonrió con calma.

-No he visto nada -dijo, como si la conversación ya estuviera iniciada-. No he oído nada.

Jennifer parpadeó, sorprendida por su actitud directa.

-Melisa, yo...

-No tienes que explicarme nada -interrumpió la pelirroja con suavidad-. No soy nadie para meterme en su vida personal.

Jennifer la observó por un momento, tratando de descifrar si había alguna sombra de burla o incomodidad en su tono, pero Melisa solo parecía tranquila.

Se mordió el labio, sintiéndose tonta por haber estado tan nerviosa.

-Gracias -susurró al final.

Melisa asintió y siguió con su tarea, pero Jennifer no se movió. Había algo en la forma en que la joven sirvienta la miraba, en la naturalidad con la que hablaba del tema, que la hacía sentirse... extrañamente cómoda.

Tal vez porque no tenía a nadie más con quien hablar sobre sus problemas.

-¿Melisa? -llamó sin pensar.

La pelirroja la miró con curiosidad.

-¿Sí?

Jennifer jugueteó con la tela de su blusa.

-Ayer, antes de que... bueno, antes de que Damian y yo...

Melisa arqueó una ceja, divertida.

-¿Sí?

Jennifer suspiró, sintiéndose estúpida.

-Intenté cambiar las cosas. Pero al final... todo fue igual.

Melisa inclinó ligeramente la cabeza.

-¿Él sigue tratándote con demasiada suavidad?

Jennifer asintió, mordiéndose el labio.

-No sé cómo hacer que entienda que quiero más.

Melisa la observó en silencio por un momento antes de apoyar los codos en la mesa y apoyar la barbilla sobre sus manos.

-Quizá aún no ha visto de lo que eres capaz.

Jennifer frunció el ceño.

-¿Qué quieres decir?

Melisa sonrió levemente.

-Si él cree que eres frágil, dale una razón para verte de otra forma.

Jennifer sintió su corazón acelerarse ligeramente.

-¿Cómo hago eso?

Melisa se encogió de hombros.

-Eso depende de qué tanto estés dispuesta a hacer.

Jennifer tragó saliva. Sabía que Melisa tenía razón, pero la idea de tomar la iniciativa la aterraba.

Sin embargo, dentro de ella, algo despertó con aquellas palabras.

Un Nuevo Intento

Esa noche, Jennifer decidió intentarlo de nuevo.

Se arregló con más esmero de lo usual, eligiendo un camisón de seda negra que resaltaba su piel clara. Se soltó el cabello y se roció con un perfume sutilmente dulce.

Cuando Damian entró a la habitación, ella ya estaba en la cama, esperándolo.

Él se detuvo por un momento, observándola con interés.

-Te ves hermosa -dijo con voz profunda.

Jennifer sonrió, sintiendo un leve cosquilleo en el estómago.

-Ven aquí.

Damian se acercó y se inclinó sobre ella, atrapándola en un beso lento y profundo.

Jennifer se aferró a su cuello y lo atrajo más hacia sí, queriendo demostrarle que estaba dispuesta a más.

Pero, como siempre, Damian fue cuidadoso.

Incluso cuando sus manos recorrieron su cuerpo, lo hizo con la misma paciencia, con el mismo control medido.

Jennifer cerró los ojos y trató de concentrarse en el placer, en la forma en que su piel ardía bajo sus caricias, pero algo dentro de ella gritaba en frustración.

Quería más.

Quería sentir que él perdía el control con ella.

Pero Damian no lo hizo.

Cuando todo terminó, Jennifer se quedó recostada, con la mirada perdida en el techo, sintiendo la misma insatisfacción de siempre.

Damian la abrazó y besó su frente con ternura.

-Descansa, amor.

Jennifer cerró los ojos, pero no pudo dormir.

Un Accidente Inesperado

A la mañana siguiente, Jennifer salió al jardín en busca de aire fresco. Necesitaba despejar su mente.

Para su sorpresa, encontró a Melisa allí, limpiando la mesa de la terraza.

-Hola -saludó la pelirroja con una sonrisa.

Jennifer se acercó y se apoyó en el respaldo de una silla.

-Hola.

Melisa la miró con atención.

-¿Funcionó?

Jennifer suspiró y negó con la cabeza.

-Todo fue igual.

Melisa sonrió con diversión.

-¿No te cansas de intentarlo de la misma forma?

Jennifer la miró con el ceño fruncido.

-¿Cómo dices?

Melisa se encogió de hombros.

-Si siempre haces lo mismo, obtendrás el mismo resultado.

Jennifer parpadeó, sin saber qué responder.

Melisa se inclinó un poco más cerca.

-Tal vez necesites experimentar fuera de tu zona de confort.

Jennifer sintió su corazón latir más rápido ante la cercanía de la pelirroja.

Fue un movimiento pequeño, casi imperceptible, pero en un instante, Jennifer giró ligeramente su rostro justo cuando Melisa hacía lo mismo, y sus labios se rozaron por accidente.

El tiempo pareció detenerse.

Jennifer sintió un leve escalofrío recorrer su piel.

Se separó rápidamente, sus mejillas ardiendo.

-Lo siento...

Melisa la miró con una expresión que Jennifer no supo descifrar.

-Fue un accidente -respondió la pelirroja con una media sonrisa.

Jennifer asintió, pero el calor en su piel no desapareció.

Por más que intentó convencerse de que no significaba nada...

...No pudo dejar de pensar en ello.

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Un Accidente Difícil de Ignorar

Jennifer sintió el calor arder en sus mejillas. Su mente intentaba procesar lo que acababa de ocurrir, pero su cuerpo reaccionaba de una manera completamente distinta.

Melisa seguía mirándola con esa sonrisa ligera en los labios, como si el roce accidental no le hubiera afectado en lo más mínimo.

-Fue un accidente -repitió Jennifer en voz baja, más para convencerse a sí misma que a Melisa.

-Sí, lo fue -asintió la pelirroja, sin apartar la vista de ella-. Aunque... pareciste un poco nerviosa.

Jennifer frunció el ceño.

-No estoy nerviosa.

Melisa inclinó ligeramente la cabeza, su mirada explorando el rostro de Jennifer como si pudiera leer cada pensamiento que pasaba por su mente.

-Si tú lo dices.

Jennifer sintió una punzada de frustración ante su tono despreocupado. No entendía por qué le afectaba tanto que Melisa estuviera tan tranquila mientras ella sentía el corazón martillándole el pecho.

-Debo irme -dijo con rapidez, apartándose bruscamente.

Melisa no la detuvo, pero antes de que Jennifer pudiera alejarse por completo, la escuchó murmurar con una ligera diversión:

-Nos vemos luego, señora Jennifer.

Ese simple comentario hizo que un escalofrío recorriera la espalda de Jennifer.

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El Peso del Silencio

El resto del día, Jennifer trató de actuar con normalidad, pero no pudo evitar que su mente volviera constantemente al beso accidental.

No debería haberle dado importancia. Fue un simple roce. No significaba nada.

Y sin embargo...

Cada vez que cerraba los ojos, recordaba la suavidad de los labios de Melisa.

Recordaba la manera en que la pelirroja la había mirado después.

Recordaba la ligera provocación en su tono de voz.

Sacudió la cabeza, tratando de concentrarse en cualquier otra cosa. Pero el problema era que, después de lo ocurrido, empezó a notar cosas en Melisa que antes no había visto.

Cómo se movía con gracia por la casa.

Cómo sus labios se curvaban ligeramente cuando sonreía.

Cómo su cabello pelirrojo brillaba bajo la luz del sol.

Jennifer apretó los puños, frustrada consigo misma.

No entendía qué le pasaba.

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Una Conversación Incómoda

Cuando Damian llegó por la noche, Jennifer intentó ignorar la inquietud que la consumía.

Estaban cenando juntos cuando él notó su distracción.

-Pareces en otro mundo -comentó, observándola con curiosidad.

Jennifer parpadeó y forzó una sonrisa.

-Solo estoy cansada.

Damian la miró fijamente por un momento, como si no terminara de creerle, pero no insistió.

A pesar de su actitud distante, Jennifer sintió su corazón acelerarse cuando él tomó su mano sobre la mesa, acariciando suavemente su piel con el pulgar.

-¿Por qué no terminamos lo que empezamos anoche? -susurró con voz profunda.

Jennifer tragó saliva.

Era lo que había estado esperando, ¿verdad?

Quería intentarlo de nuevo con él. Quería que esta vez fuera diferente.

-Está bien -respondió, tratando de convencerse a sí misma.

Damian sonrió con satisfacción y la llevó de la mano hasta la habitación.

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El Mismo Resultado

Cuando Jennifer sintió el cuerpo de Damian sobre el suyo, intentó enfocarse en el momento.

Quería sentir deseo, anhelo...

Pero en su mente solo resonaban las palabras de Melisa.

"Si él cree que eres frágil, dale una razón para verte de otra forma."

Jennifer se movió con más determinación, tratando de tomar el control, pero Damian simplemente la sostuvo con firmeza y la guió de vuelta a su ritmo.

Como siempre.

Siempre tomaba el mando, siempre con la misma suavidad controlada.

Jennifer apretó los ojos, tratando de ignorar la sensación de vacío que se instalaba en su pecho.

Cuando todo terminó, se quedó mirando el techo, sintiendo la frustración hervir dentro de ella.

Damian la abrazó y besó su frente.

-Te amo, Jennifer -susurró.

Jennifer sintió un nudo en la garganta.

-Yo también te amo.

Y lo decía en serio.

Pero en lo más profundo de su ser, sabía que algo dentro de ella estaba cambiando.

Y lo peor de todo...

Era que tenía miedo de lo que eso significaba.

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La Mirada de Melisa

A la mañana siguiente, Jennifer bajó a la cocina y encontró a Melisa preparando café.

La pelirroja le lanzó una mirada fugaz, pero no dijo nada.

Jennifer se mordió el labio, sintiendo una extraña necesidad de llenar el silencio.

-Buenos días.

Melisa sonrió ligeramente.

-Buenos días, señora Jennifer.

Hubo un breve instante de pausa antes de que Melisa añadiera con una ligera picardía:

-¿Durmió bien?

Jennifer sintió el calor subir a su rostro.

-Sí...

Melisa asintió, como si no le creyera del todo.

Jennifer se cruzó de brazos.

-Sobre lo de ayer...

Melisa alzó una ceja.

-¿A qué se refiere?

Jennifer sintió su pulso acelerarse.

-El... el beso accidental.

Melisa sonrió con diversión.

-Ah, eso.

Jennifer tragó saliva.

-Quiero asegurarme de que no haya malentendidos.

Melisa apoyó las manos en la mesa y se inclinó ligeramente hacia ella.

-¿Y qué malentendidos podrían haber?

Jennifer abrió la boca para responder, pero se quedó sin palabras.

La manera en que Melisa la miraba, con esa calma segura, la desarmaba.

-Nada -susurró al final, sintiéndose repentinamente vulnerable.

Melisa se incorporó con una sonrisa ligera.

-Entonces no hay nada de qué preocuparse, señora Jennifer.

Jennifer asintió lentamente, pero mientras salía de la cocina, supo que se estaba mintiendo a sí misma.

Porque, por primera vez en su vida...

Había algo dentro de ella que anhelaba el malentendido.

            
            

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