Capítulo 4 Tentaciones en la Oscuridad

Capítulo 4 - Tentaciones en la Oscuridad

Jennifer sentía que su cabeza estaba llena de ruido.

El beso con Melisa.

Las palabras de Melisa.

El sexo rutinario con Damian.

Todo se mezclaba en su mente, formando una maraña de pensamientos que la asfixiaban.

Por eso, aquella mañana decidió salir de casa.

Necesitaba despejarse, respirar aire fresco y alejarse un poco de la tensión que comenzaba a instalarse en su hogar.

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Escapando de sus Pensamientos

El centro comercial estaba abarrotado de gente.

Jennifer caminaba sin rumbo fijo, entrando en tiendas sin comprar nada, simplemente dejando que el ruido de las conversaciones y la música de fondo la distrajeran.

No quería pensar en lo que había pasado con Melisa.

No quería pensar en la frustración que sentía con Damian en la cama.

Sin embargo, por más que intentaba distraerse, la sensación de inquietud seguía ahí.

Decidió sentarse en una cafetería y pidió un café.

Mientras removía el líquido con la cuchara, su mente la traicionó.

Recordó el roce de los labios de Melisa.

Recordó su mirada intensa.

Jennifer apretó la cuchara con fuerza.

¿Qué le estaba pasando?

Sacudió la cabeza, intentando borrar esos pensamientos de su mente.

Debía concentrarse en su matrimonio.

En Damian.

En encontrar una manera de encender la chispa entre ellos de nuevo.

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A Solas con Melisa

Mientras Jennifer intentaba despejarse, Damian se quedó en casa.

Se encontraba en su oficina, revisando algunos documentos de trabajo, cuando escuchó un ruido en la cocina.

Al levantarse para ver qué pasaba, se encontró con Melisa.

La joven pelirroja estaba de espaldas, acomodando algunas cosas en los estantes.

Llevaba un vestido ligero, y cuando se estiró para alcanzar una repisa alta, la tela se ajustó a sus curvas de manera tentadora.

Damian se quedó observándola por unos segundos antes de carraspear para anunciar su presencia.

Melisa se giró con una pequeña sonrisa.

-Buenos días, señor Damian.

-Buenos días -respondió él, apoyándose en el marco de la puerta-. ¿Jennifer te ha dicho a qué hora volverá?

-No, pero supongo que tardará un poco -respondió ella con tranquilidad-. Se veía un poco... preocupada esta mañana.

Damian frunció el ceño.

-Sí... he notado que está extraña últimamente.

Melisa inclinó la cabeza.

-¿Extraña en qué sentido?

Damian suspiró, cruzando los brazos.

-No lo sé... distante, pensativa. Y en la cama... -se detuvo por un momento, preguntándose por qué estaba hablando de esto con Melisa-. Siento que algo no está bien.

Melisa lo observó con atención antes de encogerse de hombros.

-Tal vez solo está cansada.

Damian la miró con intensidad, como si intentara descifrar si le estaba ocultando algo.

-¿No ha dicho nada cuando está contigo?

Melisa negó con la cabeza.

-No, señor. Pero si quiere, puedo observarla más de cerca y avisarle si noto algo raro.

Damian arqueó una ceja.

-¿Te importaría?

Melisa sonrió ligeramente.

-Para nada. Quiero ayudar.

Damian asintió, agradecido, pero algo en la forma en que Melisa lo miraba lo hizo sentir incómodo.

Era una mirada diferente... como si ella supiera algo que él no.

Y por alguna razón, ese pensamiento lo inquietó y lo excitó al mismo tiempo.

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Una Tensión Indescriptible

El silencio se instaló entre ellos.

Damian estaba a punto de regresar a su oficina, pero sus ojos se desviaron inconscientemente hacia los labios de Melisa.

Melisa lo notó.

La joven no apartó la vista, sino que sostuvo la mirada de Damian con una seguridad inquietante.

No había recato en su expresión.

No había sumisión en su postura.

Y por un segundo, Damian sintió una descarga de adrenalina recorrer su cuerpo.

Desde que Jennifer había contratado a Melisa, él nunca la había visto como otra cosa que una empleada.

Pero en ese instante, algo cambió.

-Creo que debería volver a su oficina, señor Damian -dijo Melisa en voz baja.

Damian sintió cómo su cuerpo reaccionaba ante el tono seductor en su voz.

Se quedó inmóvil, observándola, mientras una lucha interna se libraba en su mente.

Sabía que no debía sentirse así.

Sabía que no debía mirarla de esa manera.

Pero Melisa no apartaba los ojos de él.

Era como si lo estuviera provocando sin decir una sola palabra.

Como si disfrutara de su reacción.

Damian tomó aire y se obligó a dar un paso atrás.

-Sí... será mejor que vuelva a mi oficina.

Melisa sonrió, pero no dijo nada más.

Solo lo dejó ir... como si supiera que ese momento quedaría grabado en su mente por mucho tiempo.

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Regreso a Casa

Jennifer llegó a casa unas horas después, sintiéndose un poco más tranquila.

Sin embargo, cuando Jennifer entró en casa, todo parecía estar en su lugar.

La luz suave de la tarde se filtraba a través de las cortinas, y el ambiente estaba tranquilo.

Damian estaba sentado en el sofá, hojeando unos papeles, mientras Melisa estaba en la cocina, organizando algunas cosas.

No había nada en su comportamiento que sugiriera que algo fuera de lo común estuviera sucediendo.

Jennifer sonrió levemente al ver la escena.

Parecía como siempre, como si nada hubiera cambiado.

El día de compras le había servido para despejar su mente, y aunque las dudas seguían rondando en su interior, en ese momento decidió dejarlas a un lado.

-Hola, ¿todo bien? -preguntó Jennifer, entrando en la sala con una ligera sonrisa.

Damian levantó la vista y sonrió, haciendo un gesto para que se acercara.

-Sí, todo tranquilo. ¿Cómo te fue?

Jennifer se dejó caer en el sofá junto a él, aliviada por la normalidad de la situación.

-Bien, me ayudó a despejarme un poco -respondió, dejando sus compras a un lado-. Melisa, ¿todo bien por aquí?

Melisa asomó la cabeza desde la cocina, sonriendo de manera amable.

-Todo en orden, señora Jennifer.

El ambiente era cálido, sin tensiones a la vista.

Nadie sospechaba nada, y por el momento, eso era lo único que importaba.

Claro, puedo continuar con una versión más adecuada para el tono de la historia. Aquí tienes el desarrollo del capítulo en una dirección que mantenga la tensión y el interés en los personajes, sin caer en contenido inapropiado:

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Desvelando Secretos

Jennifer subió las escaleras con una ligera sonrisa, sintiendo el peso de la bolsa de compras en su mano. Había pasado un buen rato buscando algo especial para ella misma, algo que la hiciera sentirse bien, algo que le devolviera una chispa de lo que sentía que había perdido. No sabía si lo que había comprado iba a hacer la diferencia, pero necesitaba hacer algo para romper la rutina.

-Melisa -llamó desde la puerta de su habitación, un tanto nerviosa, pero con una idea firme en mente-. ¿Puedes subir un momento?

Melisa, que estaba en la planta baja organizando algunos utensilios, levantó la vista y sonrió suavemente.

-Claro, señora Jennifer -respondió, subiendo las escaleras con pasos ligeros.

Cuando Melisa entró en la habitación, Jennifer ya había colocado sobre la cama lo que había comprado. Miró a Melisa, un poco indecisa, antes de hablar.

-Quería... mostrarte algo. No sé, algo para... salir de la rutina, tal vez -dijo, su voz un poco vacilante.

Melisa la miró con curiosidad, sin juzgarla, mientras se acercaba lentamente a la cama. Jennifer levantó la bolsa con una sonrisa tímida y sacó un conjunto de lencería de encaje negro.

-Me compré esto... -dijo, colocando la prenda sobre la cama-. Quiero sentirme diferente, como algo más que la rutina de siempre.

Melisa se acercó, observando la prenda con una expresión neutral. Luego levantó la vista para encontrarse con los ojos de Jennifer.

-Creo que te verías increíble con eso -comentó con sinceridad, sin perder su tono tranquilo y amable-. Si sientes que te ayudará, definitivamente deberías probarlo.

Jennifer sonrió, agradecida por el apoyo de Melisa. A pesar de la tensión que sentía en su interior, la presencia de Melisa le resultaba reconfortante, como si, de alguna manera, pudiera confiarle esa parte de ella que había estado guardada.

-Quizás lo haga -respondió Jennifer con una ligera risa, sintiendo que la conversación había dejado de ser tan incómoda-. A veces creo que la lencería puede ser como un recordatorio de lo que solíamos ser, de lo que solíamos sentir.

Melisa asintió, mostrando comprensión en su rostro.

-A veces un cambio en lo que usamos, en lo que elegimos para nosotras mismas, puede ayudarnos a reconectar con esa parte de nosotras que hemos olvidado. No te apresures, Jennifer. Hazlo a tu ritmo.

Jennifer se sentó en el borde de la cama, mirando la lencería con una mezcla de expectativas y nervios. La idea de sentir algo diferente la emocionaba, aunque no estuviera segura de cómo reaccionaría Damian.

-Gracias por decir eso -dijo con una sonrisa más relajada, mirando a Melisa-. Quizás me tome un rato para pensarlo, pero me hace sentir un poco más segura hablar de estas cosas.

Melisa sonrió suavemente y asintió.

-Eso es lo más importante, Jennifer. Hacer lo que te haga sentir bien.

Las dos se quedaron un momento en silencio, mirando la lencería sobre la cama. Fue una pausa tranquila, como si ese simple gesto de compartir un pequeño secreto hubiera roto una barrera, aunque solo fuera por un instante.

Jennifer, sintiéndose más tranquila, se levantó y comenzó a guardar la prenda en su bolsa.

-Gracias, Melisa. En serio. Creo que... en realidad me hace bien hablar de esto con alguien.

Melisa se acercó a la puerta, sonriendo de nuevo.

-No hay de qué, Jennifer. Siempre estoy aquí para ti, para lo que necesites.

Mientras Melisa salía de la habitación, Jennifer se quedó mirando la bolsa con la lencería guardada. No sabía si en ese momento estaba lista para dar ese paso, pero el simple hecho de pensar en hacerlo la hizo sentir un poco más cerca de recuperar algo de lo que había perdido.

Al día siguiente, después de una larga jornada de trabajo, Jennifer se sintió extrañamente segura. El recuerdo de su conversación con Melisa seguía resonando en su mente, dándole un impulso para finalmente tomar la decisión.

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