Capítulo 5 El Despertar del Destino

La madrugada llegó silenciosa, como un susurro en las montañas lejanas de Artheon, pero Selene no encontró consuelo en el silencio. La conversación con la reina resonaba en su mente, una y otra vez, mientras los ecos de sus palabras parecían envolverla en una maraña de incertidumbre. La profecía. El artefacto. La unión de las dos lunas. Todo aquello pesaba sobre sus hombros como una carga que nunca había esperado. El destino parecía haberse tejido a su alrededor sin que ella pudiera evitarlo, como un hilo invisible que la conectaba con algo mucho más grande de lo que podía comprender.

En la quietud de la mañana, la luz tenue de las dos lunas entraba por la ventana de su habitación, iluminando la fría piedra del castillo. Selene se levantó de la cama con movimientos lentos, su cuerpo cansado, pero su mente aún corriendo a toda velocidad. Miró hacia afuera, observando el horizonte, donde las montañas se alzaban como guardianes de su mundo. Todo parecía en su lugar, pero en su interior, algo se había quebrado.

Decidió salir de su habitación y caminar por los pasillos del castillo, buscando algo de claridad. Mientras avanzaba por los corredores vacíos, un suspiro se escapó de sus labios. En su mente se agolpaban recuerdos y preguntas sin respuestas. Aric, el príncipe que había jurado destruir. ¿Cómo podía ser que su destino estuviera ligado al suyo? ¿Cómo podía ser que el hombre que había deseado su muerte fuera el mismo con quien estaba destinada a casarse para traer la paz? Su corazón se llenaba de dudas.

Caminó sin rumbo, sin saber a dónde ir. Sus pasos la llevaron hasta los jardines del castillo, un lugar que, en su juventud, había sido su refugio. Los árboles se alzaban altos y frondosos, sus hojas susurrando con el viento, mientras el agua de una fuente caía suavemente, creando una melodía tranquila. Pero hoy, el jardín no la acogía de la misma manera. El aroma de las flores parecía ahogarse en la pesada carga de sus pensamientos.

En ese instante, una figura apareció a lo lejos, avanzando en su dirección. Selene la reconoció al instante. Era Kieran, el capitán de la guardia, su presencia firme y controlada. Con cada paso que daba hacia ella, su corazón se aceleraba ligeramente. Sabía que Kieran era uno de los pocos en el castillo que aún no la veía como una princesa que debía cumplir con una obligación. Había algo en él que le daba la sensación de que, aunque nunca lo admitiera, él también luchaba con el peso del destino.

-Princesa -saludó Kieran, deteniéndose a una distancia respetuosa.

-Kieran -respondió Selene con una ligera inclinación de cabeza. A pesar de la formalidad, su voz sonaba cansada, como si llevara días sin descansar. No solo su cuerpo, sino también su alma parecía agotada. Sin embargo, Kieran no parecía hacerle preguntas sobre su estado.

-¿Estás bien? -preguntó él, con su tono usualmente serio, pero con una suavidad que Selene no había escuchado antes. No esperaba esa preocupación de alguien como Kieran.

Selene no sabía cómo responder. No estaba bien, no podía estarlo, pero tampoco podía mostrar vulnerabilidad. En el fondo, su rol de princesa siempre la había obligado a ser fuerte, a llevar una fachada que escondiera su duda y su dolor. Pero con Kieran frente a ella, algo en su interior deseaba compartir lo que sentía, lo que estaba rompiéndose dentro de ella.

-No lo sé -dijo, sin poder evitarlo. Sus palabras fueron una confesión, casi como si el peso de su alma se hubiera soltado por un instante. -No sé si puedo seguir adelante con todo esto. La reina... me ha dicho cosas sobre el matrimonio, sobre la profecía, sobre el artefacto que podría cambiarlo todo. Pero todo parece tan... ¿demasiado? Es como si mi vida no fuera mía.

Kieran la observó en silencio durante un largo momento. No dijo nada de inmediato, solo la miró fijamente con esos ojos grises que parecían leerla sin necesidad de palabras. Finalmente, habló.

-El destino es algo con lo que todos luchamos, princesa. Pero no todos tienen la oportunidad de decidir sobre su propio camino. En este mundo, a veces somos arrastrados por las circunstancias. Pero aún en medio de todo eso, siempre hay algo que podemos controlar. Nuestra voluntad. Lo que decidimos hacer con lo que tenemos en nuestras manos.

Selene lo miró, sorprendida por la claridad de sus palabras. Kieran nunca había sido de esos hombres que hablaban de sentimientos o aspiraciones. Siempre era directo, práctico, incluso algo distante. Pero hoy, algo en él parecía haber cambiado. Había una mirada que, por un breve instante, mostraba algo más que profesionalismo.

-¿Y qué debo hacer? -preguntó Selene, la desesperación y la duda en su voz. No sabía si se refería al destino, al matrimonio o a su lucha interna, pero algo dentro de ella le decía que Kieran era uno de los pocos que podía entender el peso de su situación.

Kieran dio un paso hacia ella, su postura más relajada pero aún firme. Su presencia era reconfortante, y aunque no había respuestas fáciles, su cercanía le dio un poco de consuelo.

-Debes recordar que tu vida no está completamente escrita. Si bien las estrellas pueden haber marcado tu camino, no está dicho que debas seguirlo sin más. El futuro, princesa, es algo que se forja día a día. Si este matrimonio es lo que se necesita para la paz, entonces lo cumplirás. Pero no olvides que, en el proceso, puedes ser más que una pieza en este juego. Puedes ser la mano que mueve las piezas, si decides actuar.

Las palabras de Kieran resonaron en el aire como un eco de esperanza, y por primera vez en mucho tiempo, Selene sintió que había una posibilidad de cambiar las reglas. No solo era una princesa atrapada en un destino impuesto. No solo era una pieza en un tablero de ajedrez. Podía ser algo más.

El silencio entre ellos se alargó mientras las palabras de Kieran se asentaban en su corazón. El sol estaba comenzando a elevarse, y los primeros rayos de luz comenzaban a iluminar los jardines. La luz dorada tocó su rostro, bañándola en una cálida luz que contrastaba con la frialdad del destino que la esperaba.

Finalmente, Selene asintió, como si tomara una decisión en su corazón. Aunque la incertidumbre seguía presente, algo dentro de ella había comenzado a cambiar. El futuro ya no parecía tan inquebrantable. No podía seguir huyendo de lo que le esperaba, pero tampoco iba a rendirse sin luchar.

-Gracias, Kieran -dijo en voz baja, su tono más firme. -Haré lo que debo hacer. Pero lo haré a mi manera.

Kieran la miró y, por primera vez, una ligera sonrisa apareció en su rostro. No era una sonrisa de alegría, sino de comprensión. Una sonrisa que decía que él entendía lo que había dicho, aunque las palabras de Selene no hubieran sido completamente claras.

-Entonces, buena suerte, princesa. A veces, la mayor batalla que libramos es la que tenemos dentro de nosotros mismos.

Selene lo observó mientras se alejaba, con la determinación comenzando a llenar su ser. Había tomado la decisión de que su destino no sería un peso que llevaría pasivamente. En este juego, ella también jugaría, y nadie podría detenerla. No importaba lo que dijeran las estrellas o la profecía; ella escribiría su propia historia.

Y mientras el sol se alzaba sobre el horizonte, las sombras del pasado comenzaban a desvanecerse lentamente, dejando paso a un nuevo día.

                         

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