Engaños en el paraíso
img img Engaños en el paraíso img Capítulo 4 PARECE QUE AQUÍ HAY PROBLEMAS
4
Capítulo 6 ¿ASÍ QUE AHORA QUE SOY UNA AMIGA img
Capítulo 7 SECRETOS A LA ORILLA DEL MAR img
Capítulo 8 ¿RECUERDAS NUESTRO PRIMER BESO img
Capítulo 9 ¡SIEMPRE MI CULPA! img
Capítulo 10 DESPUÉS DE TODO LO QUE PASÓ img
Capítulo 11 PARECE QUE ALGUIEN TIENE HAMBRE img
Capítulo 12 LA SOMBRA DE RICARDO img
Capítulo 13 ALICIA, TIENE RAZÓN img
Capítulo 14 ¡ES AHORA O NUNCA! img
Capítulo 15 ¡NO TE METAS, IDIOTA! img
Capítulo 16 ENTRE LA ESPADA Y LA PARED img
Capítulo 17 ¿ESTÁS SALIENDO CON ALEJANDRA img
Capítulo 18 TENIA GANAS DE VERTE img
Capítulo 19 TENGO UN PASADO img
Capítulo 20 PORFAVOR... NO ME DEJES img
Capítulo 21 ENTREGA PROHIBIDA img
Capítulo 22 YO TE QUIERO EN TODAS TUS VERSIONES, JASON img
Capítulo 23 ALEJANDRA img
Capítulo 24 NO QUIERO QUE NADIE NOS SEPARE img
Capítulo 25 ¿QUÉ ACABO DE DECIR img
Capítulo 26 LA VERDAD SALE A LA LUZ img
Capítulo 27 DE AQUÍ EN ADELANTE, TÚ img
Capítulo 28 NO SON FANTASMAS img
Capítulo 29 PEDIDA DE MATRIMONIO img
Capítulo 30 PORQUE TE AMO, JASON img
Capítulo 31 EL SILENCIO DE ALEJANDRA img
Capítulo 32 TENGO MIEDO img
Capítulo 33 ¿QUIÉN ES ESE JASON img
Capítulo 34 NECESITAMOS HABLAR img
Capítulo 35 CONFRONTACIÓN EN LA OSCURIDAD img
Capítulo 36 NECESITO RESPUESTAS, NECESITO SABER LA VERDAD img
Capítulo 37 FER, SUÉLTAME img
Capítulo 38 NO SÉ QUE HACER img
Capítulo 39 HABLARÉ CON ELLA img
Capítulo 40 UN NUEVO COMIENZO... ¿O UN FINAL img
Capítulo 41 ¿POR QUÉ ME CUESTIONAS ASÍ img
Capítulo 42 ¿PODEMOS HABLAR EN PRIVADO img
Capítulo 43 LO SIENTO, ALEJANDRA img
Capítulo 44 TAL VEZ... TAL VEZ ES ASÍ COMO DEBE DE TERMINAR TODO img
Capítulo 45 TAL VEZ ES LO MEJOR img
Capítulo 46 REGRESO A LA REALIDAD img
Capítulo 47 ¿ACASO NO LE IMPORTA LO QUE PASÓ img
Capítulo 48 ¡OYE! img
Capítulo 49 Y MIREN NADA MÁS QUIEN SE DIGNÓ A VENIR img
Capítulo 50 ME DOLIÓ MUCHO img
Capítulo 51 CONCUERDO, AMIGA img
Capítulo 52 ¿ESTÁS CELOSA img
Capítulo 53 EL PRECIO DEL ENGAÑO img
Capítulo 54 JASON, PORFAVOR... img
Capítulo 55 NECESITO TIEMPO img
Capítulo 56 ME MINTIÓ img
Capítulo 57 ¿ELLA TE DIJO ESO img
Capítulo 58 ¡NO OLVIDES TU TELÉFONO! img
Capítulo 59 SÍ, PAPI, SUBE img
Capítulo 60 HEMOS LLEGADO img
Capítulo 61 A DISTANCIA img
Capítulo 62 JASON... YO... TE QUIERO img
Capítulo 63 NO TIENES NADA QUE AGRADECER img
Capítulo 64 PERO AHORA... ¿Y AHORA QUÉ HAGO img
Capítulo 65 MADRID img
Capítulo 66 DEJA DE DAR VUELTAS AL ASUNTO img
Capítulo 67 Y TÚ, JASON, ¿QUÉ VAS A PEDIR img
Capítulo 68 AJUSTE DE CUENTAS img
Capítulo 69 NO DUDES EN HACERLO, ¿SI img
Capítulo 70 SHHHH... NO DIGAS NADA, JASON img
Capítulo 71 SÍ, SALIMOS ESTA NOCHE img
Capítulo 72 ¡CLARO QUE ESTOY SEGURO! img
Capítulo 73 ¿HOLA img
Capítulo 74 ES... ES UNA LLAMADA DE TRABAJO img
Capítulo 75 TIENES RAZÓN img
Capítulo 76 NUEVOS HORIZONTES img
Capítulo 77 BARCELONA img
Capítulo 78 ¿POR QUÉ TE DIRÍAN ESO img
Capítulo 79 ¡ME APUNTO! img
Capítulo 80 VAMOS A TENER UN BEBÉ img
Capítulo 81 TE AMO, ALEJANDRA img
Capítulo 82 CANCÚN: BAJO LAS ESTRELLAS img
Capítulo 83 ¡SÍ, QUIERO! img
Capítulo 84 ¿POR QUÉ NO img
Capítulo 85 PREOCUPACIÓN img
Capítulo 86 ¿QUÉ PASA, AMOR img
Capítulo 87 ESTÁ BIEN, VAMOS img
Capítulo 88 LA HUELLA DE RICARDO img
Capítulo 89 RICARDO, Y MÁS PROBLEMAS img
Capítulo 90 NO LO SÉ, AMOR img
Capítulo 91 GRACIAS, JASON img
Capítulo 92 ¡SUÉLTAME! img
Capítulo 93 CONFRONTACIÓN img
Capítulo 94 ¿AHORA TE IMPORTA, RICARDO img
Capítulo 95 DEJA DE GRITARLE, RICARDO img
Capítulo 96 ALICIA, ¿ESTÁS BIEN img
Capítulo 97 DENLE UN SUSTO img
Capítulo 98 PERO, YA PASÓ img
Capítulo 99 BUENOS DÍAS, JASON img
Capítulo 100 UN NUEVO COMIENZO img
img
  /  2
img

Capítulo 4 PARECE QUE AQUÍ HAY PROBLEMAS

-¿Qué les ofrezco? -preguntó con profesionalismo fingido.

Martín, con su habitual tacto, intentó resolver la situación con una pizca de humor.

-Bueno, viendo el... dinamismo que hay por aquí, creo que preferiríamos a otra mesera, si fuera posible. No queremos causar más... accidentes.

La chica apretó los labios, pero antes de que pudiera responder, dirigió una mirada rápida y calculada al resto del restaurante. Su mirada recorrió las pocas mesas ocupadas, la barra semivacía y la entrada, deteniéndose por un instante en la puerta que daba a la cocina. Luego, suspiró con una resignación que parecía estudiada.

-Lo siento -dijo con un tono cortante, pero con una ligera inflexión que insinuaba que no había otra opción-. Soy la única mesera disponible en este momento. ¿Qué van a pedir?

Eduardo, con una sonrisa pícara, me codeó disimuladamente.

-Sí, Jason. Definitivamente una mala idea lo de los delfines. Parece que hoy te persigue la... mala suerte.

Martín lo miró con una ceja alzada, pero luego soltó una risita. La tensión inicial en el desayuno se disipó gradualmente, gracias a los esfuerzos de Martín y Eduardo por aligerar el ambiente. Sin embargo, la presencia de la mesera seguía siendo un recordatorio constante del incómodo incidente. Terminamos de desayunar con una mezcla de alivio y cierta incomodidad persistente.

El resto del día transcurrió según lo planeado. Fuimos a nadar en un cenote cercano, exploramos ruinas mayas y disfrutamos de un paseo en barco al atardecer. Intentaba relajarme y disfrutar de las vacaciones, pero la imagen de la mesera y la discusión con el hombre en la calle seguían rondando por mi cabeza. Me preguntaba qué le habría pasado después, si estaría bien.

Por la noche, decidimos cenar en el restaurante del hotel, pensando que sería lo más conveniente. Al entrar, busqué con la mirada a la mesera, con una mezcla de curiosidad y aprensión. No la vi por ningún lado. Me sentí aliviado, pero al mismo tiempo una extraña sensación de vacío me invadió.

Nos sentamos en una mesa en la terraza, con vistas a la playa iluminada por la luna. La brisa marina era agradable y el ambiente era tranquilo. La cena transcurrió con normalidad, entre conversaciones animadas y risas. El sonido de las olas rompiendo suavemente en la orilla se mezclaba con la música ambiental del restaurante del hotel. La brisa marina acariciaba mi rostro mientras disfrutaba de una agradable conversación con Martín y Eduardo en la terraza al aire libre. La cena transcurría con tranquilidad, lejos de la tensión que había marcado el desayuno.

De repente, un grito interrumpió la calma. Provenía de una zona más apartada de la terraza, cerca de la barandilla que daba directamente a la playa. Dirigimos nuestras miradas hacia allí y vimos a la mesera, la chica de los ojos verdes, discutiendo acaloradamente con un hombre. No podía escuchar lo que decían, pero sus gestos eran cada vez más agresivos. El hombre parecía estar visiblemente alterado, gesticulando con los brazos y acercándose demasiado a ella.

-Parece que nuestra amiga tiene problemas -comentó Eduardo, con el ceño fruncido.

La tensión en el ambiente aumentó considerablemente. Observé la escena con preocupación. La chica retrocedió un par de pasos, con una expresión de miedo en el rostro. El hombre, en cambio, avanzó hacia ella, con la mano levantada.

-Esto no me gusta -dijo Eduardo, poniéndose de pie-. Creo que deberíamos...

Antes de que pudiera terminar la frase, el hombre agarró a la chica del brazo con fuerza. Ella intentó zafarse, pero él la sujetó con más fuerza, apretando su agarre.

-¡Ya basta! -gritó Eduardo, comenzando a caminar hacia ellos a grandes zancadas.

Martín y yo nos miramos con preocupación y nos levantamos rápidamente, siguiéndolo. No podíamos permitir que la situación escalara a mayores. Cuando llegamos a donde estaban, Eduardo se interpuso entre el hombre y la chica.

-Oye, tranquilo, amigo -dijo Eduardo, con un tono de voz firme pero calmado-. No tienes que ponerte así.

El hombre, con la cara roja de furia, se giró hacia Eduardo.

-¿Y tú quién te crees que eres? ¡Esto no te incumbe!

-Sí me incumbe -respondió Eduardo, manteniendo la calma-. No voy a permitir que le hagas daño a nadie.

El hombre intentó empujar a Eduardo, pero este se mantuvo firme. En ese momento, Martín y yo nos pusimos al lado de Eduardo, formando una barrera protectora entre él, la chica y el hombre.

-Vamos, amigo -dijo Martín, con un tono conciliador-. Cálmate. Podemos hablar de esto.

El hombre nos miró con desprecio, pero al vernos los tres juntos, pareció pensárselo mejor. Soltó el brazo de la chica de mala gana y retrocedió unos pasos.

La chica nos miró con los ojos llenos de gratitud.

-Gracias -murmuró, con la voz temblorosa.

El hombre, aun visiblemente enfadado, nos dedicó una última mirada de odio antes de darse media vuelta y alejarse a grandes zancadas por la playa. La miré con detenimiento, preocupado. Parecía realmente afectada.

-¿Estás bien? -le pregunté, con sinceridad.

Ella asintió lentamente, pero sus ojos seguían vidriosos.

-Sí... gracias a ustedes.

Martín, siempre atento, le ofreció una sonrisa amable.

-No hay de qué. No podíamos quedarnos sin hacer nada. ¿Te gustaría unirte a nosotros? Estamos cenando aquí mismo. Quizás te vendría bien relajarte un poco.

La chica vaciló por un instante, mirando de Martín a mí y luego a Eduardo. Finalmente, asintió con una leve sonrisa.

-Gracias. Me encantaría.

La acompañamos de vuelta a nuestra mesa. La tensión anterior se había disipado, reemplazada por una atmósfera de preocupación y alivio. Al sentarnos, Eduardo hizo un gesto hacia las sillas vacías que había a nuestra mesa.

-Siéntate con nosotros.

Mientras cenábamos, la conversación fluyó con más naturalidad. La chica parecía más relajada, aunque aún se notaba que estaba un poco nerviosa. Hablamos de cosas triviales, intentando evitar el tema del incidente.

-¿Y vives por aquí cerca? -preguntó Martín, con naturalidad.

-No muy lejos -respondió ella, con una sonrisa tímida.

-Quizás deberíamos acompañarte a casa -propuso Martín-. No queremos que te encuentres de nuevo con ese tipo.

La chica lo miró con sorpresa, pero luego asintió con gratitud.

-Sería... muy amable de su parte.

Al terminar la cena, la acompañamos hasta su casa. Al llegar, vimos a dos personas mayores esperándola en la puerta. Sus rostros se endurecieron al vernos llegar con ella. Intercambiaron miradas de desaprobación y nos dirigieron algunas palabras en un dialecto que no entendí, pero por el tono, supe que no eran precisamente halagos.

La chica nos miró con una expresión apenada.

-Lo siento -dijo en voz baja-. Son mis padres. No les gusta que hable con extraños.

-No te preocupes -dijo Martín-. Lo entendemos.

Nos despedimos de ella con una sonrisa y nos alejamos.

Al día siguiente, mientras desayunábamos en el restaurante del hotel, la vi de nuevo. Se acercó a nuestra mesa con una expresión mucho más relajada.

-Buenos días -dijo con una sonrisa sincera.

-Buenos días -respondí, sorprendido de verla tan diferente.

-Quería agradecerles de nuevo lo de anoche -dijo-. Y también disculparme por mi comportamiento anterior. No debí comportarme así con ustedes.

-No te preocupes -dije-. Todos tenemos malos momentos.

-Y... quería presentarme formalmente -dijo, sonriendo-. Me llamo Alejandra.

Abrí los ojos con sorpresa. ¡Tenía el mismo nombre que mi hermana!

-Vaya coincidencia -comentó Martín con una sonrisa.

-Sí, es... curioso -dije, sintiendo una extraña sensación en el estómago.

-¿Por qué esa cara? -preguntó mi hermana Alejandra, notando mi expresión.

-Es que... ella se llama igual que tú.

Alejandra abrió mucho los ojos, soltando una pequeña exclamación de sorpresa.

-¡Qué casualidad!

-Sí, una gran casualidad -dijo Martín, con una sonrisa pícara-. Casi como si estuviera... predestinado.

Alejandra, la mesera, se rió ante el comentario de Martín.

La conversación continuó fluyendo con naturalidad. Sin embargo, noté que Eduardo parecía particularmente atento a Alejandra. Sus ojos la seguían con una intensidad que me resultó un poco extraña. Incluso le hizo algunas preguntas más personales de lo que me pareció apropiado, preguntándole sobre sus estudios y sus planes a futuro.

-¿Y esas personas de anoche eran... tus padres? -pregunté, intentando ser discreto.

Alejandra asintió, con una expresión que mezclaba cariño y resignación.

-Sí. Son un poco... protectores.

Alicia, que también había notado el interés de Eduardo, frunció ligeramente el ceño. Después de que Alejandra se alejara un momento para atender otra mesa, Alicia se inclinó hacia Eduardo y le susurró con un tono de voz cargado de sarcasmo:

-Qué interesante se ha puesto la conversación, ¿no? Espero que tu novia, la que está a kilómetros de aquí, esté disfrutando igual de sus vacaciones.

Eduardo se sonrojó levemente y apartó la mirada.

-No seas paranoica, Alicia -respondió, con una sonrisa nerviosa-. Solo estoy siendo amable.

-Claro, amable -repitió Alicia, con una ceja arqueada-. Muy amable. Diría yo.

Martín, que había estado observando la escena con una sonrisa divertida, intervino con un tono conciliador:

-Vamos, chicas. No saquemos las cosas de contexto. Es una chica simpática.

Alicia suspiró, pero su expresión seguía siendo de desconfianza.

-No lo sé, Martín. Algo en ella no me termina de convencer. Además, después de lo de ayer... no me fío.

Yo, por mi parte, intenté mantenerme al margen de la conversación, aunque me preocupaba la tensión que se estaba generando entre Alicia y Eduardo. Entendía la desconfianza de Alicia, pero también creía que Alejandra se había disculpado sinceramente. Sin embargo, después de la escena que presencié la noche anterior, yo también tenía ciertas dudas. ¿Quién era realmente Alejandra? ¿Qué le pasaba con ese hombre? Y, sobre todo, ¿por qué me resultaba tan difícil sacármela de la cabeza?

            
            

COPYRIGHT(©) 2022