Una mujer entró a la habitación y se puso al lado del hombre.
Era increíblemente hermosa. Tenía una belleza que los hombres adoraban y llevaba un vestido blanco que le llegaba hasta las rodillas. Sus curvas destacaban su figura esbelta y atractiva.
Después de mirarme de la cabeza a los pies, dirigió su atención hacia el hombre.
"¿Es la novia de Bruce...?".
Bryan levantó la mano para callarla y su mirada se dirigió al suelo.
Lentamente bajé la mirada y vi que el cristal del marco se había roto.
Mis ojos se abrieron como platos cuando vi la grieta entre los dos hermanos.
A toda prisa, me agaché y extendí la mano para tocar la foto.
"Voy a limpiarlo".
"Vete", ordenó él.
Me volví para mirarlo. Sus ojos seguían fijos en la foto, como si le molestara mirarme. Y si lo hacía, me mataría.
Tragué saliva e intenté disculparme.
"Lo siento".
"¡Vete!", bramó él.
Me estremecí y un fragmento de vidrio me pinchó el dedo.
Bajé la cabeza y me puse de pie. Salí corriendo mientras intentaba no llorar.
Una vez que estuve afuera, las lágrimas comenzaron a deslizarse por mis mejillas. Me detuve y me mordí el labio inferior para controlarme.
Nadie jamás me había hablado así. Sollozando, me preparaba para irme cuando escuché la voz de la mujer:
"Bryan, esa chica se ve tan pobretona. ¿No viste su vestido?".
Bajé la mirada hacia mi ropa. ¿Qué tenía de malo? Llevaba una prenda decente.
"¿Qué le pasa a nuestro Bruce? ¿De verdad le gusta esa chica? No puedo creerlo. ¡Tiene un gusto pésimo!".
Fruncí el ceño y caminé hacia las escaleras. No quería quedarme ni un segundo más. No había venido para sufrir una humillación.
Bajé las escaleras y me dirigí hacia la puerta principal.
"¿Sophia?".
Alguien me llamó desde atrás. Al darme la vuelta, vi a la madre de Bruce, Juliana Morrison.
La mujer inclinó la cabeza y me sonrió. "¡Hola! ¿Qué haces aquí? ¿Y por qué te marchas?".
Esforzándome por recuperar la compostura, le devolví la sonrisa.
La había visto el año pasado en la fiesta de cumpleaños de Bruce, al igual que a su hermano mayor. Además, mi novio pudo presentarme a sus padres.
Ellos ya me conocían. Su madre era muy amable.
"Luna, ¿cómo se encuentra?", pregunté acercándome a ella.
Ella me tomó de las manos y me pidió que me sentara a su lado en el sofá.
Les lanzó una mirada a las sirvientas que trabajaban ahí. Estas hicieron una reverencia y abandonaron la sala.
La madre de Bruce se rio entre dientes y sacudió la cabeza.
"Ya no soy tu Luna. Mila lo será muy pronto", explicó.
'¿Mila?'. Pensé en ese nombre. Debía ser la prometida de Bryan, la mujer que acababa de ver en su habitación.
Considerando que se casaría pronto con ella, Bruce siempre la llamaba cuñada. De hecho, fue él quien me pidió que tratara a Bryan como mi cuñado. Según él, llamarlo Alfa sonaría extraño, ya que pronto nos convertiríamos en familia.
"Sí", contesté, recordando las humillaciones.
"Es la hija del líder Alfa de la manada Valle de la Luna. Es la mejor opción para mi hijo. Es una mujer decente y tratará bien a toda la manada. Al menos, eso espero". Estaba describiendo a su futura nuera alegremente.
No pude evitar sentirme inquieta. Yo pronto también lo sería, pero no pertenecía a ninguna otra manada ni tenía un estatus alto.
Mi familia era bastante normal. Mi padre no era Alfa siquiera, sino solo un lobo luchador. Murió en un accidente, dejando sola a mi madre con nosotros. Para criarnos a mí y a mi hermano, ella tuvo que trabajar muy duro. A Abraham le costó sangre, sudor y lágrimas conseguir el puesto de Gamma. Y yo estudié mucho para ingresar a la mejor universidad, ya que quería graduarme y hacer que mi madre se sintiera orgullosa. Era todo lo que teníamos. Éramos respetados, pero nada que ver con una alta reputación.
Como si adivinara mis pensamientos, la madre de Bruce puso su mano sobre mi cabeza.
"No pienses que no estoy contenta contigo solo porque hablo de mi otra nuera. Bruce te menciona siempre. Cuando te conocí en la fiesta, supe que había elegido bien. Eres una chica muy bonita. ¿Te trata bien?".
Al mirarla, la ansiedad que sentía desapareció de inmediato. Esbocé una sonrisa y asentí.
"Sí, es muy bueno conmigo. Me considero afortunada de estar con él".
Ella asintió. Su sonrisa jamás abandonó su rostro. Estaba feliz de que sus dos hijos estuvieran con buenas mujeres.
Unas criadas llegaron con bocadillos y los colocaron en la mesa de centro.
"¿Dónde está Bruce, tía?".
"Lo escuché hablando con una chica llamada Luisa. Tal vez esté trabajando afuera".
"Oh".
¿Luisa? ¿De qué estaría hablando con ella?
De repente, recordé que mañana era mi cumpleaños. ¿Estaban planeando algo para mí?
Me puse de pie.
"Tía, debo retirarme ahora. Tengo que trabajar".
"No comiste nada", comentó ella, alzando las cejas.
"La próxima vez será, tía. Ahora estoy apurada".
"Vendrás mañana con Abraham, ¿no?".
"Sí".
"Trae a tu madre".
Tímidamente bajé la cabeza y asentí.
Luego, salí de la casa de la manada y marqué el número de Luisa, pero ella seguía sin contestarme.
Por lo tanto, tomé un taxi hacia su casa.
'¿Estarán planeando una sorpresa para mí y pensaron que nunca lo sabría?', me pregunté con una risita.
Sin embargo, no quería arruinarles el plan. Solo iría a su casa para ver si estaba bien, ya que no había ido a la universidad.
Además, no tenía idea de dónde estaba Bruce. Pero como me había mentido, supuse que estaba tramando algo.
Pronto llegué a la casa de Luisa. Una sirvienta abrió la puerta.
"Hola. ¿Dónde está Luisa?".
"Está en su dormitorio".
"Bueno, voy para allá", dije y subí las escaleras.
Hoy me sentía feliz. ¿Por qué no? Había escuchado los elogios de mi futura suegra.
Me detuve frente a la puerta de Luisa. Me sorprendí cuando la abrí.
Mi amiga estaba revisando su celular. ¿No la había llamado muchas veces? ¿Por qué no me contestó?
Sin embargo, vi que su cuerpo estaba cubierto con una manta.
Entré en la habitación y pregunté:
"¿Luisa? ¿Tienes fiebre?".
Ella se sobresaltó cuando me vio, como si viera a un fantasma.
"¡Tú! ¿Qué haces aquí?", preguntó. Inmediatamente trató de cubrirse el cuello y los brazos con la manta.
No entendía su reacción. De repente, escuché a alguien abriendo una puerta.
Giré la cabeza hacia el baño. Fue entonces cuando vi salir a un hombre con el cabello mojado y vestido con una bata blanca.
No podía creer lo que estaba viendo. Mi corazón empezó a doler. Mis ojos se llenaron de lágrimas.
"¿Bruce?", susurré.