Capítulo 4 Huellas de un Pasado Borrado

El sonido de la lluvia golpeando los ventanales resonaba en la inmensa casa, acompañando el inquietante latido en el pecho de Isabella.

Había pasado horas explorando cada rincón, buscando pruebas de su vida antes del accidente, algo que confirmara las palabras de Alexander. Pero cada cajón revisado, cada estantería inspeccionada, solo le ofrecía más preguntas.

No había fotos de su boda.

No había registros médicos previos a su estancia en el hospital.

No había rastro de que alguna vez hubiera existido en esa casa.

Se abrazó a sí misma, sintiendo un escalofrío recorrerle la piel.

Algo no está bien.

Por la tarde, cuando Alexander regresó de una reunión, la encontró en el estudio, sentada en un sillón con la mirada perdida en el fuego de la chimenea.

-¿Te sientes bien? -preguntó con tono amable, acercándose a ella.

Isabella parpadeó, apartando la vista de las llamas.

-He estado pensando... -dijo en voz baja-. Quiero ver nuestra acta de matrimonio.

Alexander se detuvo por una fracción de segundo, pero su expresión permaneció imperturbable.

-¿Por qué?

-Porque no recuerdo nuestra boda -confesó ella, sintiendo cómo la ansiedad crecía en su interior-. No hay fotos, no hay documentos... no hay nada que me haga sentir que realmente soy tu esposa.

Alexander se agachó frente a ella y tomó sus manos con suavidad.

-Entiendo que esto es difícil para ti -dijo en un tono tranquilizador-. Pero los documentos están guardados en la oficina de la empresa. No te preocupes, puedo traerlos mañana.

Isabella lo observó con atención, tratando de descifrar si mentía.

Algo en su mirada, en su tono de voz... la hacía dudar.

-Está bien -aceptó finalmente, aunque en su interior algo le decía que nunca vería esos documentos.

Esa noche, Isabella no pudo dormir.

Se removía entre las sábanas, su mente bombardeándola con pensamientos inquietantes.

Alexander había sido perfecto. Demasiado perfecto.

Cualquier otro esposo habría intentado refrescarle la memoria con fotos, recuerdos, anécdotas. Pero él no. Solo hablaba en términos vagos, como si temiera que ella recordara algo que no debía.

Cuando el reloj marcó las tres de la madrugada, tomó una decisión.

Debía salir de ahí.

Deslizó las sábanas con cuidado y se puso de pie, asegurándose de no hacer ruido. Caminó descalza por el pasillo, sintiendo el frío del mármol bajo sus pies. Bajó las escaleras con cautela, evitando cualquier escalón que pudiera crujir.

Se dirigió a la puerta principal y probó el picaporte.

Cerrado.

Frunció el ceño y buscó la llave, pero no había rastro de ella.

La única forma de salir era encontrar otro camino.

Después de revisar la casa, Isabella llegó hasta el garaje.

Ahí estaba el coche de Alexander, junto a otro vehículo más pequeño. Se acercó con cautela y probó abrirlo.

Para su sorpresa, estaba sin seguro.

Subió rápidamente y revisó la guantera. Había documentos, facturas, papeles... y entre ellos, un sobre con un reporte policial.

Con el corazón latiéndole con fuerza, lo abrió.

Su respiración se cortó al leer las primeras líneas.

Accidente de tráfico. Conductor involucrado: Alexander Blake. Víctima: Isabella Ramírez.

La hoja tembló en sus manos.

Alexander había sido el responsable de su accidente.

El golpe de la verdad fue devastador.

Ahora entendía por qué no había acta de matrimonio. Por qué no había fotos.

Porque nunca habían estado casados.

Porque todo era una mentira.