Capítulo 4 El Juego del Poder

Natalia caminó con paso firme por el pasillo de la mansión, su mente enredada en pensamientos caóticos. Sabía que enfrentarse a Emiliano en su propio terreno era arriesgado, pero si él creía que podía mantenerla atrapada en esta jaula de oro para siempre, estaba equivocado.

Al llegar a su habitación, cerró la puerta con fuerza y apoyó la espalda contra la madera, intentando recuperar la calma. Su pecho subía y bajaba rápidamente, todavía afectada por el enfrentamiento con Emiliano.

Sus palabras la habían sacudido hasta los huesos.

-Porque nunca te di permiso para irte.

La frase retumbaba en su cabeza, avivando el fuego de su enojo. Emiliano siempre había sido un hombre de control absoluto, pero esta vez, él había subestimado a la mujer que tenía enfrente.

Natalia no sería su marioneta.

Con una determinación renovada, se dirigió al vestidor y sacó una maleta. Si Emiliano pensaba que podía manejarla con palabras y arrogancia, le demostraría que no era así.

Esta vez, se marcharía.

Pero antes de que pudiera siquiera empezar a empacar, la puerta se abrió de golpe.

-Ni lo pienses -la voz de Emiliano resonó en la habitación, grave y amenazante.

Natalia giró sobre sus talones, con la mandíbula apretada.

-¿Vas a detenerme físicamente? -lo desafió, sin miedo.

Emiliano la observó con una mezcla de frustración y algo más profundo, algo que Natalia no pudo descifrar.

-No necesito hacerlo.

Natalia cruzó los brazos.

-¿No?

Él dio un paso adelante, acortando la distancia entre ellos.

-No, porque sé que no te irás.

-¿Y qué te hace pensar eso?

Emiliano la miró fijamente, como si pudiera ver más allá de su máscara de furia.

-Porque no eres una cobarde, Natalia. Porque te conozco lo suficiente para saber que no eres de las que huyen.

Las palabras la golpearon con fuerza.

Él la conocía.

No en los detalles superficiales, sino en lo profundo, en la esencia misma de quien era.

-Eso no significa que deba quedarme contigo -replicó.

Emiliano dejó escapar un suspiro y se pasó una mano por el cabello.

-No quiero que te vayas -admitió al fin.

Natalia sintió su corazón saltarse un latido.

Era la primera vez que Emiliano decía algo así. Siempre había sido frío, calculador, un hombre de pocas palabras cuando se trataba de sentimientos.

Pero eso no era suficiente.

-No basta con que no quieras que me vaya, Emiliano -dijo con voz firme-. Necesito saber por qué.

Él la observó en silencio durante varios segundos.

-Porque eres la única persona en mi vida que no me ve como un simple CEO -su voz era baja, casi un susurro-. Porque contigo puedo ser... alguien más.

Natalia sintió su garganta cerrarse.

-Eso no es amor.

Emiliano entrecerró los ojos.

-No sé si sé amar, Natalia.

Ella sintió un nudo en el estómago.

-Entonces tal vez deberías aprender.

Él no dijo nada.

Porque, por primera vez en su vida, Emiliano Valenti no tenía todas las respuestas.