Capítulo 5 El Juego de la Mentira

Mariana no se movió. La tensión en la habitación era palpable. El silencio que siguió a sus palabras parecía envolverlos, volviéndolo todo más claustrofóbico. Javier Montoya no podía esconder el miedo en sus ojos. El hombre corpulento a su lado, sin embargo, mantenía una postura desafiante, como si estuviera preparado para cualquier cosa.

-¿Qué significa esto, Javier? -preguntó Mariana, su voz firme y controlada. No podía permitir que la duda la traicionara, no ahora. Su hija estaba en juego.

Javier intentó sonreír, pero la sonrisa no alcanzó sus ojos. Sabía que no podría salir de esta situación con facilidad. Durante años, Mariana había confiado en él. Ahora, sus ojos no podían ocultar el peso de esa traición.

-Mariana, esto no es lo que parece -dijo Javier, levantando las manos en un intento de calmarla. Su tono era nervioso, pero trataba de parecer convincente.

Mariana lo observó detenidamente, buscando una grieta en su fachada. No había tiempo para juegos ni explicaciones vacías. Sabía que las mentiras se tejen lentamente, pero la verdad siempre encontraba una manera de salir a la luz.

-No, Javier. No me hables de mentiras. -Su tono era inquebrantable. No se iba a dejar manipular. -Sé lo que estás haciendo. Estás involucrado en algo mucho más grande de lo que imaginas. Y ahora me tienes aquí, exigiendo respuestas.

El hombre corpulento dio un paso adelante, cruzando los brazos frente a su pecho, como si fuera el guardaespaldas de Javier. Mariana lo observó con atención. No podía permitirse subestimar a nadie en esa habitación.

-No tienes idea de lo que estás metiendo en esto, señora Estévez -dijo el hombre, su voz baja pero llena de amenaza. -Estás jugando con fuego.

Mariana no cedió. No iba a dejar que su miedo o su enojo la hicieran vacilar. Sabía que, al menos por ahora, tenía el control de la situación.

-Y tú no tienes idea de lo que soy capaz de hacer para proteger a mi familia. -Sus palabras fueron como un corte de cuchillo, afiladas y decisivas. La amenaza no era solo para el hombre, sino también para Javier.

El silencio se rompió cuando Javier intentó hablar, pero algo en su expresión cambió. Era como si estuviera decidiendo algo. Mariana no dejó de mirarlo, esperando una respuesta que fuera sincera, aunque sospechaba que lo que decía estaba a punto de ser otra mentira más.

-Está bien. Tienes razón. Pero no es tan simple como parece -dijo finalmente, con voz baja. -Hay fuerzas más grandes de las que puedes imaginar involucradas en esto. Si te sigues metiendo, podrías arruinarlo todo, Mariana.

Mariana dio un paso hacia él, acercándose más. Su corazón latía con fuerza, pero su rostro permaneció impasible.

-Entonces, explícame por qué tu empresa está siendo utilizada como fachada para estos criminales. ¿Por qué están usando a personas inocentes como carnada? -El veneno en su voz era evidente. Mariana no tenía tiempo para rodeos.

Javier tragó saliva, claramente luchando con lo que debía decir. El hombre corpulento se mantuvo en su lugar, observando cada movimiento. Finalmente, Javier pareció rendirse, como si hubiera llegado al punto de no poder ocultar más.

-Hay alguien más. Alguien muy poderoso que dirige todo esto desde las sombras. Y no es solo una red de trata, Mariana. Lo que están haciendo va mucho más allá. No solo están explotando a mujeres y niños. Están utilizando el dinero de estas operaciones para financiar cosas mucho más grandes... cosas que podrían destruir todo lo que has construido.

Mariana sintió que una ráfaga de aire helado recorría su cuerpo. Cada palabra de Javier era como una losa que caía sobre sus hombros, pero aún así, su mente seguía funcionando a toda velocidad, buscando una solución.

-¿Quién? -preguntó, con los dientes apretados. Ya no podía permitirse perder el tiempo. Necesitaba saber a quién enfrentaba.

Javier miró al hombre corpulento, que asintió ligeramente. Entonces, volvió a centrarse en Mariana.

-No es alguien a quien puedas enfrentar fácilmente. Es alguien dentro de tu propio círculo, Mariana. Alguien en quien confiabas. -Javier dejó que sus palabras se asentaran en el aire, con el impacto de una revelación devastadora.

La sensación de traición volvió a golpearla como una ola. Mariana cerró los ojos por un momento, incapaz de procesar completamente lo que acababa de escuchar. Su vida, su imperio, todo lo que había logrado, estaba en peligro de desmoronarse por un enemigo al que había confiado.

-¿Cómo sabes esto? -preguntó con voz baja, aunque sabía que la respuesta no cambiaría nada.

Javier suspiró y se pasó la mano por el rostro.

-Porque soy parte de ello. -Su confesión fue la última gota que derramó el vaso.

Mariana se quedó congelada. Había confiado en Javier como si fuera uno de los suyos, como si fuera parte de su equipo, de su familia. Ahora, se daba cuenta de que él había sido uno de los engranajes que alimentaban la maquinaria de la red de trata.

El hombre corpulento dio un paso hacia ella, con un gesto de advertencia, como si quisiera intimidarla. Pero Mariana no se movió.

-Entonces, ¿qué quieres? -preguntó Mariana, con la calma de alguien que sabe que la situación ya no tiene vuelta atrás. Estaba jugando un juego peligroso, pero no pensaba rendirse.

Javier la miró, y por un segundo, parecía dudar. Finalmente, habló.

-Lo que quiero es salvarme. Y si eso significa ayudarte, Mariana, entonces te ayudaré. Pero hay algo que debes saber: si sigues adelante con esto, si te enfrentas a la red, no solo perderás tu imperio. Podrías perder tu vida y la de los que te rodean.

Mariana lo miró fijamente, sopesando sus palabras. ¿Cómo podía confiar en alguien que la había traicionado? Pero, al mismo tiempo, no tenía muchas opciones. La situación era cada vez más peligrosa, y cualquier información podría ser la clave para salvar a su hija.

-Entonces, haz lo que tengas que hacer. Pero no pienses ni por un segundo que me detendrás. -Las palabras de Mariana fueron claras. No había vuelta atrás.