Capítulo 3 El Horror Transformado En Persona

Juntos la llevaron al establo y la colocaron sobre la mesa. Emilio acarició el rostro pálido de Amira, mientras lágrimas silenciosas caían por sus mejillas. Sintiendo culpa por no poder protegerla de las garras de Assim... Continúo observándola mientras sus lágrimas empañaban su visión...Era el único que realmente se preocupaba por ella.

De pronto, Emilio se acercó a Jim, con los ojos brillantes de angustia:

-Por favor... Haz lo posible por salvarla. Sé que no es tu especialidad, pero... -La rabia ahogaba su voz.

-Tranquilo, hermano -respondió Jim, apretándole el hombro- Haré todo lo que pueda. Ve por agua y paños limpios, ayúdame a estabilizarla.

Emilio asintió y salió corriendo. Durante horas, trabajaron juntos hasta que, al fin, lograron estabilizarla. La llevaron a su habitación, donde Emilio montó guardia afuera, listo para ayudarla si ella lo necesitaba.

Pero entonces llegó Assim. Emilio se sorprendió y apretó los puños en silencio, conteniendo la furia mientras el hombre entraba en la habitación. Sabía que nada bueno le esperaba a Amira.

Ya estando dentro, Assim agarró a Amira por el cabello, arrancándola brutalmente de su inconsciencia. Ella despertó con un grito ahogado, sin saber que estaba sucediendo, con los ojos desorbitados por el terror de solo mirar el rostro de Assim. Con la poca fuerza que tenía en ese instante, intento zafarse de él, y pedir ayuda... Él de inmediato le tapó la boca con fuerza.

-Silencio -susurró con voz venenosa- O lo lamentarás.

Amira temblaba como una hoja. El pánico la inundaba mientras imaginaba lo peor. Cerró los ojos con fuerza, intentando controlar el llanto, mientras Assim comenzaba a desvestirla bruscamente...

-Hoy te deseo más que nunca -murmuró mientras deslizaba su repulsiva lengua por el cuerpo de Amira.

Ella sumergida en llanto intentó rechazarlo, aún adolorida, pero él sin importarle nada, le inmovilizó los brazos con fuerza y escupió:

-Eres mi esposa. Me complacerás cuando yo lo decida. ¿Entendido?

Amira, temblando de miedo, lo miró con ojos desesperados y susurró:

-Sí... lo sé. Pero me duele mucho el vientre... Podrías lastimar a nuestro bebé... -Apretó los puños, soportando el dolor punzante que sentía en ese instante

Assim se detuvo bruscamente muy sorprendido y expreso una sonrisa burlona ante ella, Acarició su rostro con falsa dulzura mientras la observaba detenidamente con una sonrisa cruel:

-¿Olvidaste lo que sucedió esta mañana? "Tropezaste" en la sala y perdiste al bebé. ¿O ya no lo recuerdas? -Continuó riendo cruelmente

Amira sintió que su mundo se desmoronaba. Las lágrimas en su s ojos empañaban su visión mientras se agarraba el vientre con fuerza, no podía creer que Assim había sido capaz de asesinar a su propio hijo y gritó entre sollozos:

-Ahora lo recuerdo todo... ¡Yo no tropecé! ¡Tú me golpeaste! ¡Asesinaste a nuestro hijo! ¿Por qué? - Su llanto retumbaba en la casa - ¡Él no tenía la culpa! ¡Eres un asesino! -Su voz se quebró mientras el pánico la inundaba.

Tras la puerta, Emilio apretaba los puños hasta sangrar, oyendo los gritos desgarradores que recorrían la casa. No pudo soportarlo más y Huyó al establo, donde descargó su furia golpeando el heno, mordiéndose los labios para ahogar el llanto que lo consumía por dentro.

A los pocos minutos, Jim lo encontró en medio del desorden:

-¡Emilio! ¿Qué demonios haces? ¡Estás destruyendo todo!

-¡No aguanto más! -rugió, derrumbándose en el suelo- Tú sabes cuanto la amo, solo quisiera poder llevármela lejos de ese monstruo para que ya no le haga más daño... pero no puedo, desgraciadamente no puedo -Golpeó la tierra con rabia impotente mientras sus lágrimas recorrían su rostro.

Jim apenado por el dolor en el que se sumergía Emilio, solo se arrodilló a su lado, vendándole la mano herida:

-Basta, hermano, debes tratar de calmarte, si el jefe te ve así, sospechará de tus sentimientos por Amira, además, Si intentas escapar con ella, los matará a ambos... y a tu familia. Lo sabes.

-¡Lo sé! -gimió Emilio-Pero ¿cómo sigo viendo cómo él, la viola y la golpea día tras día? ¡Como ahora mismo lo está haciendo!

Jim palideció:

-¿Ahora? ¡Pero si acaba de abortar! yo aquí no tengo los implementos si ella empeora- su voz se quebraba con cada palabra - ¡Podría morir de una infección! Y ese desagraciado me mataría por no poder salvarla -Se puso de pie, mirando hacia la casa con horror.

Emilio reacciona y lo agarró de la pierna, suplicante:

-¡Jim, no vayas! -gritó Emilio, agarrándole el brazo con fuerza.

-Pero alguien tiene que detenerlo. Debo explicarle lo grave que está Amira, sabes muy bien que podría matarla -respondió Jim, mirando hacia la casa con preocupación.

-¿Crees que le importa lo que le digas? Él no la asesinara... no aún. Él solo la mantiene viva para satisfacer sus deseos asquerosos y sadomasoquistas. No te arriesgues inútilmente. Probablemente ya terminó con ella... -Emilio bajó la vista, mientras unas lágrimas caían al suelo, sintiéndose débil en ese instante.

De repente, la voz de Assim retumbó en el establo:

-¡Emilio! ¿Dónde diablos estás?

Emilio se levantó de un salto, se secó rápidamente el rostro y corrió hacia la casa. Assim lo recibió con una mirada cargada de ira:

-Llevo horas buscándote. Te pagué para que vigilaras su habitación, no para que holgazanearas, ve a vigilar su cuarto ¡Y no dejes que esa puta salga de ahí! -Ajustó su cinturón con un gesto obsceno y se marchó.

Al llegar a la habitación, Emilio llamó suavemente a la puerta. Desde dentro, se escuchaban sollozos desgarradores.

-Por favor... déjenme sola -suplicó Amira entre lágrimas.

-Soy yo, Emilio. ¿Puedo entrar?

-No quiero que me veas así... vete, por favor.

Emilio abrió la puerta y el corazón se le encogió. Amira yacía desnuda en el suelo, bañada en sangre. Corrió hacia ella, conteniendo la rabia que le quemaba el pecho:

-¿Qué te hizo ese maldito desgraciado? -preguntó, muy nervioso mientras buscaba desesperadamente sus heridas-. Dime, ¿dónde te duele? ¿Quieres que llame a Jim?

-No... por favor. Solo quédate conmigo -rogó Amira, aferrándose a su brazo como a un salvavidas mientras su llanto encogía el corazón de Emilio.

En ese momento, la voz de Jim resonó en el pasillo:

-¡Emilio! ¡Necesito hablarte!

            
            

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