Capítulo 4 Una Nueva Vida Dentro De La Desgracia De Amira

Emilio salió rápidamente y lo hizo entrar. Jim palideció al ver el estado de Amira y, sin perder tiempo, comenzó a limpiar la sangre que manaba de su vagina y ano, además de atender los golpes en su rostro. Los dos trabajaron en silencio. Emilio lleno de rabia, contenía sus lágrimas mientras oía a Amira quejarse por el dolor punzante que sentía en su vagina, de inmediato le administraron un calmante y, cuando por fin se durmió, salieron sigilosamente.

Emilio se quedó de guardia frente a la habitación, mientras Jim regresaba al establo, con el peso de la impotencia sobre sus hombros.

Luego de varios meses Amira cumplió sus veinte años. Assim sabía que ahora, más que nunca, podía hacer lo que se le antojase con ella, así que continuó abusándola sexualmente y maltratándola de diversas formas. Ella ya no se resistía; sabía que, si lo hacía, sería peor. Mientras tanto, Emilio, consumido por el dolor y el odio, planeaba cada día cómo poder escapar con Amira y rescatarla del infierno en el que vivía.

Hasta que un día, Amira empezó a vomitar con frecuencia, aunque no le prestaba atención. Una tarde, se sentó en la cama y recordó cuándo había tenido su última menstruación. Aterrorizada, se puso frente al espejo y observó su vientre, dándose cuenta de que estaba un poco más abultado de lo normal. Inmediatamente, se acostó y se cubrió con las cobijas, presa del pánico al pensar en lo que ocurriría si estuviera embarazada de nuevo.

Permaneció en su cuarto, llorando y atemorizada, sin saber qué hacer, hasta que se durmió. Al día siguiente, Assim entró en la habitación. Ella, asustada, comenzó a temblar, con las manos y el rostro empapados en sudor. Assim notó su nerviosismo y le espetó:

-¿Y ahora qué te pasa? ¿Por qué estás así? ¡Dime qué hiciste!

-Nada, mi señor, no he hecho nada. Solo... tengo dolor de cabeza y no se me pasa. Quería pedirte... si pudieras traerme algo de fruta. Me apetece comer algo -respondió con voz temblorosa, intentando calmarse.

De repente, un hombre entró en la habitación. Amira, sin reconocerlo, se cubrió con la cobija, aterrorizada. Assim lo saludó y, sonriendo, dijo:

-Qué bueno que llegaste, compadre. Te presento a mi mujer, Amira.

Ambos la observaron con sonrisas que la dejaron helada en ese instante. Amira no entendía qué ocurría, pero su instinto le advertía que algo andaba mal. Su cuerpo tembló de miedo, no lo podía evitar, y sus labios palidecieron al notar la mirada morbosa de aquel hombre.

Cuando Assim intentó marcharse, Amira lo observo muy confundida y al ver que el extraño se quedaba, gritó:

-Assim, ¿no te vas a llevar a tu amigo? -preguntó con una sonrisa nerviosa, mientras el miedo la invadía por completo.

-No, mi amor. Él se quedará un rato para hacerte compañía. Trátalo bien, ¿entendido? En esta casa las visitas reciben buen trato. Haz lo que te digo, volveré pronto -Assim cerró la puerta al marcharse.

Amira muy asustada llamó a Emilio con todas sus fuerzas, pero resultó completamente en vano. Assim lo había enviado al pueblo por mercancías, sin imaginar lo que ocurriría en su ausencia.

Las lágrimas brotaron cuando el hombre comenzó a acercarse. Ella agarró una lámpara con fuerza y le advirtió:

-No sé qué arreglo tenga con Assim, pero aléjese de mí. ¡Váyase o lo lastimaré! -Su voz temblaba mientras apretaba el objeto como su único escudo.

El hombre sonrió, recorriéndola con mirada lasciva:

-Así me gustan: rebeldes. Eso me excita más -Pasó su lengua por los labios con gesto obsceno.

Amira, paralizada por el terror, mantuvo la lámpara en alto hasta que él intentó sujetarla. Entonces descargó golpes frenéticos, hasta que un puñetazo brutal de él la envió al suelo, inconsciente.

Al despertar, lo encontró encima, violándola sin pausa. Gritó con todas sus fuerzas hacia la puerta que aún se mantenía cerrada, sin obtener respuesta alguna, en ese momento de desesperación solo volteo la mirada hacia un rincón de su cuarto mientras sus lágrimas empañaban su visión. Cuando él terminó, se vistió con calma y se marchó, dejándola tendida en el suelo.

Amira permaneció en estado de shock. Ya no sentía miedo, solo un vacío mortal. Las fuerzas para luchar contra las crueldades de Assim se habían agotado. Se abandonó al sueño, deseando no despertar.

Al día siguiente, los golpes en la puerta la sacaron de su letargo. Emilio muy emocionado sin saber lo que había pasado, entró cargado de paquetes:

-Sé que estás despierta. Te traje dulces y tus chocolates favoritos. Los compré ayer... pero escóndelos de Assim. -Su entusiasmo se quebró al verla inmóvil.

Ella lo miró sin brillo: -Gracias. Guárdalos en el armario. -Volteó la cabeza.

Emilio notó los moretones en sus brazos: -¿Qué pasó? ¿Fue Assim? -La ira tensó sus puños.

-No... no fue él.

-¡Entonces dime quién!

-Ya no importa, Emilio. ¿Sabes? Desearía morir y acabar con este sufrimiento diario -murmuró mientras las lágrimas recorrían su rostro.

-¡No digas eso, Amira! -suplicó él, abrazándola con fuerza- Me moriría si eso pasara. Te amo... te amo más que a nada en este mundo. Sé que no debería decirlo, pero no puedo callarlo más. Juro que te sacaré de aquí, aunque me cueste la vida -Las lágrimas empapaban el hombro de ella.

Amira ya conocía sus sentimientos. Con una sonrisa triste, le acarició el cabello mientras él se desahogaba. De pronto, un movimiento en su vientre la hizo incorporarse. Con manos temblorosas, se tocó la barriga y miró a Emilio:

-Toca... algo se mueve dentro -dijo, con voz entrecortada.

Emilio posó sus manos sobre su vientre y se sorprendió

-¡Amira! Estás embarazada. ¿Desde cuándo lo sabes? -preguntó, incapaz de ocultar su preocupación.

Ella bajó la vista, tratando de ordenar sus pensamientos. El trauma de la violación había borrado el recuerdo del embarazo. Aferrándose a sus manos, le suplicó con voz quebrada:

-¡Ayúdame! Por favor te lo pido, si Assim lo descubre, nos matará a mi bebé y a mí. Debo huir de aquí, debo ir con mi familia. Ellos no saben lo que he vivido. Desde la boda, he estado aislada del mundo. Tú eres el único que conoce mi dolor. Ese monstruo que Assim trajo ayer abusó de mí como se le dio la gana, sé que Assim permitirá que otros hagan lo mismo, y te juro que no podré soportarlo más. Por favor, salva a mi bebé... sálvame a mí. -Los sollozos sacudían su cuerpo.

            
            

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