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Valeria no lo había planeado. No así. No tan rápido.
Pero cuando lo vio entrar al edificio esa mañana, con su sonrisa arrogante y ese aire de "yo también soy un CEO exitoso y peligroso", supo que el universo le estaba regalando una oportunidad.
Marco Santillán.
Competencia directa. Exsocio de Adrián. Archienemigo oficial desde aquella fusión fallida que casi acaba en puñetazos. Alto, encantador, y lo bastante cínico como para jugar al ajedrez con palabras.
Y lo mejor de todo: le gustaba incomodar a Adrián.
Valeria apenas lo conocía. Habían cruzado pocas palabras en eventos formales. Pero cuando Marco la vio en recepción y se acercó, con esa sonrisa ensayada, ella ya tenía la estrategia lista.
-Valeria Ríos, ¿cierto? -dijo Marco, ajustándose el reloj de lujo-. Finalmente nos cruzamos sin cócteles ni protocolo de por medio.
-Vaya, qué memoria. ¿CEO o detective privado?
Él rió. Y Valeria bajó la guardia... un poquito.
-¿Qué hacés en Montes Corp? ¿Cambiando de bando?
-Vine a una reunión -dijo él, y luego bajó la voz-. Pero si estuviera cambiando de bando... ¿te sumás?
Ella sonrió. Una sonrisa con filo.
-Depende de lo que ofrezcas.
Marco alzó una ceja. Y justo entonces, Adrián apareció en la puerta del elevador. Su mirada cayó directo en ellos. Su ceño se frunció en segundos. Marco no se inmutó.
-Ah, justo hablábamos de vos -dijo Marco, como si fuera un viejo amigo-. Estás más flaco, ¿todo bien?
-Perfecto -respondió Adrián, con tono helado-. Aunque no tanto como vos... que tenés tiempo para charlas de pasillo.
Marco rió. Le dio un guiño a Valeria y caminó hacia la sala de juntas.
Ella miró a Adrián. Él no dijo nada. Solo caminó hasta ella. Se acercó tanto que pudo oler su perfume.
-¿Qué hacías con ese imbécil?
-¿Celoso?
-Te estoy preguntando.
-Y yo te estoy respondiendo. Solo hablábamos. ¿O ahora me vas a poner reglas fuera de horario laboral?
Él apretó los dientes. Se alejó sin responder.
A la hora del almuerzo, Valeria recibió un mensaje.
MARCO S.:
Me arriesgo a sonar atrevido, pero... ¿te gustaría cenar esta noche?
Ella miró la pantalla por unos segundos. Pensó en el beso de anoche. Pensó en Adrián y su forma de controlarlo todo. Pensó... en cómo le temblaron las piernas cuando él la miró celoso.
Y luego respondió:
VALERIA R.:
Solo si me prometés no hablar de negocios.
MARCO S.:
Prometido. 8:30. Paso por vos.
Cuando Adrián la vio salir esa noche, el universo se congeló por tres segundos.
Ella llevaba un vestido negro sencillo, pero con una espalda que pedía pecados. Los labios rojos. El cabello suelto. Y la mirada... desafiante.
-¿Vas a algún lado? -preguntó él desde el marco de su oficina, con la voz grave.
-A cenar.
-¿Con quién?
-No creo que sea asunto tuyo.
-¿Con Marco?
Ella sonrió, sin responder. Y ese silencio fue la peor confirmación.
-Te está usando -dijo él.
-¿Y vos no?
Adrián no respondió. Solo la vio caminar hacia el ascensor. El eco de sus tacones fue lo único que quedó.
La cena fue elegante. Un restaurante de luces tenues, jazz suave y mozos invisibles.
Marco era encantador. Demasiado encantador.
-¿Sabés qué me gusta de vos, Valeria?
-Que incomodo a tu enemigo.
-Eso también -dijo, sin vergüenza-. Pero más que eso... que sabés lo que valés. Y no necesitás gritarlo.
Ella alzó su copa.
-Eso lo aprendí a golpes.
-¿Y Adrián te dio algunos?
Ella bajó la mirada.
-Es complicado.
-No me lo digas. Lo conozco. Él destruye todo lo que no puede controlar.
Valeria no respondió. Pero la frase se le quedó en el pecho.
Cuando volvió al edificio, pasada la medianoche, había un solo auto en el estacionamiento privado.
Adrián estaba sentado en su oficina. Luz tenue. Camisa abierta. Mirada fija en la ventana.
Ella se detuvo en la puerta. Él no la miró.
-¿Volviste?
-Sí.
-¿La pasaste bien?
-Sí.
Silencio.
-¿Lo besaste?
-¿Importa?
Ahora sí, él la miró.
-Sí. Me importa.
Ella dio un paso más. Cruzó los brazos.
-Entonces decime, Adrián. ¿Qué somos?
Él se levantó. Caminó hacia ella. La tensión era tan densa que costaba respirar.
-No lo sé.
-Yo tampoco.
-Pero me rompe la cabeza imaginarte con él.
Valeria tragó saliva.
-Entonces tenés dos opciones: dejar de imaginarlo... o hacer algo.
Él la tomó por la cintura. Sus labios a centímetros.
-¿Y si lo hago?
-Entonces hacelo. Pero no me mientas. No juegues más.
Adrián la besó. Esta vez, sin rabia. Sin apuestas.
Y por primera vez... con miedo.
Día 8: Me besó otra vez. Pero no fue el beso lo que me desarmó. Fue la forma en que me sostuvo después, como si no quisiera que me fuera.