Capítulo 4 Me gustas y me aterras

Emilia despertó antes que su reloj despertador, como si su cuerpo estuviera anticipando la angustia que se avecinaba. El sol aún luchaba por filtrarse entre las cortinas de su ventana, y ella se encontraba de pie, completamente despierta, con la mente acelerada. Sabía que no podría dormir más, porque hoy era el día de la reunión con Adrián Vega. Había estado preparándose mentalmente durante horas, pero las dudas la atormentaban. Se sentía fuera de control, atrapada entre lo que debía hacer y lo que deseaba.

La ansiedad la envolvía como una manta pesada. Respiró profundamente, pero no encontró consuelo. Sabía que esa reunión no sería como las anteriores. Había algo más en juego esta vez, algo más allá de los planos que llevaría, algo que la estaba afectando de una manera que no entendía. El poder de Adrián la desbordaba, y lo peor era que no podía encontrar una forma de escapar de él.

Cuando llegó al baño, el agua fría sobre su rostro la despejó momentáneamente, pero la incomodidad persistió. No era solo el trabajo lo que la agobiaba; era la constante sensación de estar siendo observada, evaluada. La mirada de Adrián le penetraba como una daga, dejándola expuesta y vulnerable. ¿Acaso estaba perdiendo el control de sí misma? Era extraño sentirse tan sola, incluso estando rodeada de gente. En el fondo, sabía que Mateo, su exesposo, sería el único que podría entender el caos emocional que la invadía. Pero no quería recurrir a él, no quería cargarlo con algo que ni ella misma podía procesar.

Una vez vestida, se miró en el espejo. El reflejo que observaba le pareció extraño, casi ajeno. Nunca se había sentido tan pequeña, tan perdida. Adrián Vega no solo estaba presente en su vida profesional, sino que su figura lo invadía todo. Sus decisiones, su tono, sus expectativas, parecían dictar su vida. Emilia intentó calmarse, repitiéndose que solo era una reunión más, solo una reunión más. Pero las palabras no le daban paz.

El trayecto al edificio de Vega Industries fue el mismo, pero hoy la recepcionista no fue la única que la observó. El silencio en el aire parecía cargar la atmósfera de una tensión palpable. Cada paso que daba la acercaba más a un destino que ya no podía controlar. Cuando las puertas del ascensor se abrieron en el piso 47, el mismo vestíbulo, la misma puerta, todo le parecía ajeno. Su cuerpo estaba allí, pero su mente divagaba entre pensamientos dispersos.

Al entrar en la oficina de Adrián, lo primero que notó fue su postura, diferente de la anterior. Hoy, no estaba tan distante. La tensión que sentía en el ambiente se multiplicaba al instante. Adrián la observó con esos ojos que parecían leerla, casi desnudándola ante él, y por un segundo, Emilia sintió que la ansiedad la invadía como nunca antes.

-Emilia, qué gusto verte de nuevo -dijo Adrián, con su tono firme, pero un matiz cordial que no logró tranquilizarla.

-Gracias, Adrián. Hoy traigo los ajustes que me pediste -respondió Emilia, tratando de parecer serena mientras dejaba el portafolio sobre la mesa. Pero aunque intentó ser profesional, su mente daba vueltas en lo que podría ocurrir, en lo que él quería de ella.

Mientras ella organizaba los planos, el ambiente a su alrededor parecía volverse más denso. Adrián la observaba con una intensidad que no podía ignorar. Sabía que no solo la evaluaba como arquitecta, sino que sus ojos parecían buscar algo más. La incomodidad crecía en su interior, pero no quería ceder. ¿Qué quería él realmente? ¿Era solo trabajo? ¿O había algo más en su mirada que la inquietaba profundamente?

-¿Cómo se ve? -preguntó Adrián después de un largo silencio, y su voz resonó con un tono que hizo que Emilia lo mirara directamente a los ojos. El miedo de no estar a la altura la invadió nuevamente.

-Creo que todo está alineado con lo que me pediste -respondió Emilia, pero su voz no sonó tan firme como esperaba. Su cuerpo temblaba ligeramente.

-Lo que dices es intrigante. Pero... ¿qué piensas tú de la manera en que yo manejo las cosas? -La pregunta directa la descolocó, y Emilia no pudo evitar que el nerviosismo la invadiera. ¿Qué esperaba de ella? No quería responder, no quería entrar en un terreno que sabía que podría llevarlos a algo más personal, algo que no estaba preparada para afrontar.

La incomodidad creció aún más cuando la mirada fija de Adrián la atrapó en silencio.

-Lo que quiero decir es que un ambiente de trabajo debe reflejar no solo la imagen de la empresa, sino también la forma en que las personas se sienten en él -dijo Emilia, intentando cambiar el foco de la conversación. Pero aún así, sus palabras parecían no ser suficientes. Algo en la forma en que Adrián la miraba le indicaba que no solo estaba evaluando el proyecto, sino que algo más, mucho más, estaba ocurriendo.

Adrián sonrió de manera sutil, pero su mirada no era cálida. Estaba calculando, y Emilia sentía que era ella quien estaba siendo evaluada.

-Es interesante lo que dices. A veces, la imagen de poder y control puede alejar a las personas. Pero ese es el juego en el que estamos, ¿verdad? -dijo, dando un paso hacia ella. La cercanía de su cuerpo hizo que Emilia se sintiera acorralada, atrapada en un juego que no había elegido. ¿Cómo había llegado allí?

El silencio entre ellos fue denso, y por un momento, Emilia temió que toda la conversación fuera solo una excusa para acercarse más, para hacerla sentir más incómoda. Pero él siguió hablando con una tranquilidad que la desarmaba.

-Lo que quiero es que las personas trabajen con ambición, pero no a expensas de su bienestar -Emilia no sabía cómo, pero las palabras salieron de su boca con una claridad que no sentía en su interior. Como si el juego que Adrián jugaba la estuviera empujando a jugar también.

-Interesante -Adrián la observó durante unos segundos, y ese silencio se sintió como una condena. Emilia no sabía si estaba evaluando sus palabras o si la estaba evaluando a ella, pero en ese instante se dio cuenta de algo: estaba completamente sola en ese juego. No podía recurrir a nadie para pedir ayuda, ni a Mateo, ni a nadie. Adrián la había puesto en una posición en la que no podía confiar en nadie más que en sí misma.

-Mañana te enviaré mis comentarios sobre los detalles. Pero dime, Emilia, ¿tienes planes para la noche? -La pregunta fue tan repentina que la dejó sin palabras. La incomodidad aumentó al instante. ¿Qué quería decir con eso?

-No... no tengo planes -respondió Emilia, intentando disimular su sorpresa y el creciente malestar.

-Entonces, podríamos discutir algunos detalles en un ambiente más informal -sugirió Adrián, como si su tono relajado intentara disimular la intencionalidad detrás de sus palabras. Emilia sintió el peso de la propuesta. No era una invitación directa, pero la tensión la hizo sentirse atrapada.

-Lo pensaré -dijo finalmente, con una firmeza que no sentía. No quería que Adrián pensara que podía controlarla, pero, al mismo tiempo, la idea de cenar con él la atraía y la aterraba en igual medida.

-Perfecto. Te haré saber la hora -respondió Adrián, girándose hacia los planos una vez más, dejando claro que, para él, la reunión había terminado. Pero Emilia sabía que, en realidad, todo esto apenas comenzaba. Y en su interior, se sintió más sola que nunca, atrapada entre las expectativas de un hombre que no comprendía y el vacío de su propia vida, que se sentía cada vez más distante.

            
            

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