Furia
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Capítulo 5 Furia 4

Chloé

Había pasado una semana desde que dormí en su cama.

Aquella noche de domingo, no sé como la sobreviví. Fue demasiado íntimo, sobre todo para ser mi primera vez, el dormir al lado de alguien y encima desconocido.

El lo hizo parecer más intenso, por su respiración fuera de compás, sus constantes movimientos que lo hacían notar incómodo conmigo a su lado o no, no lo sé.

Toda la semana, cada noche, pensaba en el. Estaba intentando no hacerlo, pero lo hacía. Era inevitable.

Aquella mañana, recordé como bien temprano, apareció su amigo, lleno de tatuajes y con un pelo negro largo por los hombros, que le daba aspecto de chico rudo, sobre todo por la cicatriz en su hombro. Mi amiga había perdido el norte y la virginidad aquella noche con el.

Al día de hoy, se veían cada noche. El se colaba en el patio trasero y ella no faltaba a ninguna cita.

Por ahí mismo salimos y volvimos ambas aquel día, primero en la noche y luego en la mañana y milagrosamente, nadie nos descubrió. Además de contar con la ayuda de Sor pepita, una monja joven y dulce que nos ayudaba siempre. Decía que debíamos ser lo que ella temía haber sido... Libres y jóvenes.

Esa mañana de domingo nuevamente, era el único día en el que no teníamos labores en el convento. Era el día de descanso y eso, en un convento es sagrado.

Dios dijo que el domingo es para descansar y no hay mejor lugar para cumplir la palabra del señor que un convento.

- Tengo novedades - decía Sofie saliendo de misa.

- No sé si quiero saberlas - susurré, porque siendo ella como era, asumía que eso de novedades era un nuevo reto.

Nos dirigimos al jardín y sentadas en un columpio doble, de espaldas a la entrada pero de frente a la edificación para evitar ser descubiertas, me confesó...

- Está noche iremos a las peleas.

- Lo siento pero no iré y tú no deberías hacerlo tampoco, terminarás expulsada de aquí y nos veremos separadas Sofie.

Ella era muy irreverente y a veces eso me superaba. Yo era una amante de la paz, soñadora del amor y adoradora del respeto. No me gustaba estar incumpliendo normas constantemente.

Además del hecho de que aquello, era peligroso, un tanto asqueroso y hasta violento para mí gusto.

- No puedes decir que no, Furia quiere verte - dijo ella y detuve el columpio en seco.

Los cabellos sueltos de ambas, los míos oscuros y los de ella dorados, se alborotaron por la parada.

- ¿Ese es su nombre? - le venía muy bien, de ser el caso; pero tenía que preguntar para estar segura, aunque, ¿ quien más que el podía conocerme allí?

- Es un apodo obviamente, todos le conocen por Furia, nadie suele decir su nombre y no he preguntado cuál es tampoco.

- Da igual, no iré - me levanté y ella me detuvo, tirando de mí para que me sentara de nuevo.

- ¿Sabes cuántas mujeres se mueren porque el siquiera les dirija la palabra? Tienes que ir - ella insistía y me miraba como si yo fuese una impura por renegar del creador.

Ni que fuera Dios quien me hubiese llamado y yo me estuviera negando.

- Prefiere no tener el dato, de cuantas mujeres están a su disposición, pero yo no soy una de ellas.

- Por supuesto que no - me miraba ella con ojitos deslumbrados y me parecía de lo más idiota que podía proyectar - tu eres la que el quiere. La que exigió ver y la única que ha dormido en su cama, a su lado y ha sido protegida por el. Ninguna ha tenido ese privilegio.

¡ Oh por Dios! Que idiotez estaba escuchando.

- He dicho que no voy. Que no quiero verlo, que no me interesa y que no tiene porqué llamarme porque no estoy interesada en ese hombre.

Estaba prácticamente gritando, a riesgo de ser escuchada por alguna monja de allí o por el mismísimo padre Alejandro.

- Espero que sea yo, el hombre del que hablas.

Ambas nos quedamos paralizadas. No era común que hubiese un hombre en el convento y aquella voz autoritaria y con personalidad oscura no tenía pérdida, era el... Furia.

Pude verlo caminar lentamente, con las manos cruzadas en su espalda y luciendo un perfecto traje negro, sin corbata y una camisa blanca debajo que le daba un aire refinado y elegante. Se veía divino. Maravilloso. Espectacular.

- No quiero pensar que haya otro hombre detrás de tí. Otro que te haya llamado. Otro que desee verte y otro que te interese más que yo y te atrevas a mentir al respecto.

Me había quedado sin habla.

Ni mi amiga decía nada y todavía estaba procesando en mi cabeza, lo que quería acotar.

- Dí que te alegras de verme. Que vendrás esta noche y que soy ese único hombre al que sí, deseas ver.

Parecía que me hubiese leído la mente.

Era demasiado imponente y me ponía demasiado nerviosa.

No pude responde nada, pues detrás de el ví venir a la madre superiora, casi corriendo y casi me desmayo cuando la escuché decir, bajo la atenta mirada de Furia, sobre mí...

- Sea usted bienvenido swrñor Tuzdav. Le estabamos esperando ansiosos.

El clavó su mirada entrecerrada sobre mí y relamió sus labios antes de decir...

- La ansiedad es toda mía...

                         

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