Esclava sexual para dos profesores
img img Esclava sexual para dos profesores img Capítulo 5 En casa del profesor
5
Capítulo 6 Ella no está lista todavía img
Capítulo 7 Ese fue el peor sexo de mi vida img
Capítulo 8 ¿Adivina qué estaba haciendo img
Capítulo 9 ¿Por qué no img
Capítulo 10 ¿Qué pasa con esos trabajadores de la construcción img
Capítulo 11 Este hombre cachondo img
Capítulo 12 Ellos son mis Papis img
Capítulo 13 Tú eres mi dueño img
Capítulo 14 Vello púbico mojado img
Capítulo 15 Se la fueron turnando img
Capítulo 16 Te vamos a follar uno por uno img
Capítulo 17 Sus gemidos y los azotes img
Capítulo 18 Falange tras falange img
Capítulo 19 Nunca había visto nada igual img
Capítulo 20 ¿Has estado en sexo grupal antes img
Capítulo 21 Entonces te tomaré por la fuerza img
Capítulo 22 Eres una verdadera ninfa img
Capítulo 23 Ven aquí y llévame img
Capítulo 24 Solo quiero img
Capítulo 25 Soy su esclavo img
Capítulo 26 Las reglas son solo una formalidad img
Capítulo 27 Cuando el miedo dio paso a la ira img
Capítulo 28 Una de sus máscaras img
Capítulo 29 ¡No me calles! img
Capítulo 30 Siempre la he amado img
Capítulo 31 Ella quería hacerme daño img
Capítulo 32 Seré tu esclavo img
Capítulo 33 Como una manta húmeda img
Capítulo 34 Es simplemente imposible img
Capítulo 35 Ella le quitó lentamente la bata img
Capítulo 36 Eso es decirlo suavemente img
Capítulo 37 Esto no es una broma img
Capítulo 38 Justo en el baño de la calle img
Capítulo 39 Te gusta ver esto, ¿verdad img
Capítulo 40 Ella es solo su juguete img
Capítulo 41 No quiero este contacto físico img
Capítulo 42 Sexo de despedida img
Capítulo 43 Él quería tenerlo todo img
Capítulo 44 ¿Qué es este nuevo juego img
Capítulo 45 Marismas pantanosas img
Capítulo 46 Fue una mueca de dolor img
Capítulo 47 Segura de sí misma hasta el punto de temblar img
Capítulo 48 Última palabra img
img
  /  1
img

Capítulo 5 En casa del profesor

Artem se despertó alrededor de la medianoche; Gatita le hacía cosquillas en el trasero. Él yacía boca abajo, empapado en sudor. El calor no daba tregua, y la brisa que entraba por la ventana abierta era cálida. El hombre sentía los labios de Gatita. Al principio ella lamió y besó con suavidad, mordisqueando sus nalgas. Luego las apartó y con la lengua penetró en su ano. A Artem le hizo cosquillas, le recorrieron escalofríos el cuerpo y se estremeció.

- Quédate quieto - susurró ella.

- Lo intento.

- ¿Te gusta?

- Creo que sí.

- Te va a encantar... - susurró ella mientras abría más sus nalgas y movía la lengua arriba y abajo por el esfínter, hasta introducirla en el ano. Se esforzaba por penetrar a Artem lo más profundo posible.

El hombre apenas podía recordar cuánto tiempo duró aquello. Le pareció una eternidad. Cerró los ojos, se relajó y empezó a disfrutar de las sensaciones. Gatita emitía sonidos tentadores.

Por fin ella se detuvo y se pegó con su cuerpo húmedo de sudor a su espalda. Artem notó que no llevaba ropa interior. Ella acercó los labios a su oreja:

- Te diré que mi lengua está oscura como el chocolate y está salvajemente cansada. Adoro el sabor de tu culo, Artem.

El hombre pudo percibir ese olor en su aliento.

- Ahora quiero lo mismo - dijo ella.

- ¿Con la lengua?

- No, con tu largo y firme miembro - respondió ella. - Quiero sentirlo hondo en mi culo.

- ¿De verdad lo deseas? - preguntó Artem.

- Ya lo sabes. Lo importante es que te guste a ti.

El hombre no perdió tiempo. Estaba listo. Gatita se deslizó de su cuerpo y se tumbó boca abajo - un vientre plano y delicioso con un aro dorado en el ombligo, - y levantó las nalgas blancas. Él vio un tatuaje en una de ellas, pero no pudo distinguirlo en la penumbra.

- Parece que no tengo lubricante - dijo Artem.

- Con saliva basta - respondió ella. - Venga, ya no puedo esperar...

El hombre escupió varias veces en su palma, embadurnó de saliva su miembro y su ano. Cuando introdujo la cabeza, el cuerpo de ella se tensó y exclamó algo como: "¡Oh, joder!"

- ¿Te duele?

- Ya sabes que sí, maldito follador.

- Puedo parar.

- ¡No! - exclamó ella. - Es un dolor placentero.

Artem avanzó aún más hondo. Ella no le pidió que se detuviera, pero gimió de dolor, y muy pronto su miembro quedó enterrado en ella hasta la raíz. El hombre comenzó a follarla, al principio despacio, pero acelerando el ritmo. Le pareció que Gatita se relajaba ligeramente, se metió la mano entre las piernas y se llevó a sí misma al orgasmo.

Pasado un tiempo, ella quiso cambiar de postura. Se dio la vuelta, se tumbó boca arriba, alzó las piernas y las apoyó en los hombros de Artem. Él vio el aro dorado en su labio vaginal.

- Mételo más profundo, cabrón maldito - dijo ella con voz grave.

- Sí... di palabras sucias, como ahora - susurró Artem.

- Mételo en mi culo - dijo ella- y fóllame como a una pequeña puta sucia.

Él lo hizo todo y dijo:

- Tienes la lengua muy sucia, jovencita.

- Así es - susurró ella. - La tengo toda pringada de mierda.

- ¿Te enseñó tu papi a hablar así?

- Me enseñó todo.

Cuando volvieron a hacer el amor, Gatita repitió monótonamente: "Fóllame, papi, así, fóllame, papi", luego: "Fóllame, demonio, fóllame", y otra vez "papi", y otra vez "demonio".

Se marchó al amanecer. Alrededor del mediodía, Artem llegó a la casa de Benjamín Iósifovich, deseando ardientemente contarle lo de la noche. Iba en bañador y sujetaba en la mano un tocho de libro. El verano pasado había leído ese enorme volumen sobre las putas y la caída moral del hombre. El sol brillaba intenso, prometía ser un día caluroso.

- Pasa - dijo Benjamín. - ¿Quieres beber algo?

El invitado rehusó.

Junto a la piscina estaban dos mujeres: una madura y otra muy joven. Ambas desnudas, bronceadas y rubias.

- ¿Quiénes son? - preguntó Artem.

- Angélica - respondió Benjamín- y su hija Vanessa.

- ¿Su hija?

- Sí.

- ¡Hostia, cuántos años tiene? - los pechos de la chica apenas se veían; desde la distancia Artem no distinguía si tenía vello púbico, a diferencia de la madre, que presentaba un mechón rubio hasta la cintura.

- Dieciocho. Una belleza, ¿no?

- Benjamín - dijo Artem.

Éste levantó la mano en señal de calma:

- Tranquilo, amigo. No pienso follármela. Ahora bien, la madre...

- Ah, otra más...

- Ella también está dispuesta, pero de una manera más "adulta", a diferencia de nuestra preciada estu-pendocolega.

- ¿Cuántos años tiene?

Él encogió de hombros:

- Cuarenta.

- Una edad estupenda.

Artem respiró hondo:

- No hay nada más hermoso que ver corretear desnudas alrededor de tu piscina a madre e hija.

- Sí, un espectáculo digno - observó Artem.

- La madre cree en las fuerzas de la naturaleza y le inculca esa filosofía a su hija...

- ¿Nudista?

- En cierto modo, sí.- Por cierto, acerca de Gatita - dijo Artem. - Tuvimos una noche increíble. Y una mañana...

- Cuéntame.

El invitado empezó a relatar, omitiendo algunos detalles.

- Hm - dijo Benjamín. - Parece que es hora de explorar otros lugares. ¿Probaste su "rayita"?

- Sí.

- ¿Y qué te pareció?

- ¿Y tú qué crees? - respondió Artem, y luego describió el aro dorado en su entrepierna.

- Maravilloso - comentó él.

- Dime - pidió Artem- por qué haces con ella lo que quieras, pero no la penetras.

- Verás, es difícil de explicar...

- ¿A quién no folias? - se oyó una voz femenina.

Artem se volvió. Una rubia desnuda y bronceada se acercaba a ellos.

                         

COPYRIGHT(©) 2022