Capítulo 2 2

Narrado por Iskra Morel

-No, no, no, no, no... -repetía como si eso fuera a deshacer el desastre.

Mi teléfono tembló entre mis manos. "Mensaje enviado". "Leído". Tres segundos después.

¿¡LEÍDO!?

-¡¿Por qué tan rápido, demonio trajeado?! -grité, abrazando a "Chico", que me miraba como si yo estuviera loca.

Intenté pensar racionalmente. Podía inventar algo. Podía decir que era un reto, una apuesta, un error tecnológico, un virus, un ataque cibernético ruso.

O podía mudarme a otro país. Cortarme el cabello. Cambiar mi nombre. Vender cupcakes en Islandia.

Lucía:

Amigaaaaaaa... ¿por qué no has respondido? ¿Qué pasó con la foto?

Iskra:

Se la mandé a mi jefe.

Lucía:

¿¡QUÉ!?

Iskra:

¡Que la mandé a Vólkov! Estoy muerta. Fin. Se acabó. RIP yo.

Lucía:

Ay, no... Iskra... ¿estás segura?

Iskra:

Lucía, no hay margen de error. Apareció su nombre con la V, vi su icono, su cara de hielo... ¡y le salió el "leído"!

Lucía:

¡Ay, Dios mío! Bueno... bueno... ¿y dijo algo?

Silencio.

Esperé.

Nada.

Cero respuesta.

Ni un "jajaja", ni un "error de envío", ni siquiera un emoji. Solo el vacío.

-¿Me ignoró? ¿Después de ver semejante foto? -le pregunté a Chico.

Él bostezó.

Me serví otra copa de vino. El vino de las decisiones estúpidas.

Esa noche no salí. No podía enfrentar al mundo. Solo me metí en la cama, abrazando a mi perro como si fuera un escudo emocional, preguntándome si al día siguiente tendría empleo... o una orden de alejamiento.

La mañana siguiente

Me levanté con el corazón golpeando mi pecho. Miré el celular. Ni un mensaje.

Nada.

Quizá se olvidó. Quizá me bloqueó. Quizá estaba tan traumado que renunció a la empresa y se fue a meditar al Himalaya.

Entré a la oficina con gafas oscuras, bufanda, y un moño tan alto que parecía un ovni. Evité a todo el mundo, caminé con paso de ninja y me senté en mi escritorio como si no hubiera pasado nada.

Hasta que la puerta de su oficina se abrió.

Y él salió.

Leandro Vólkov. Más imponente que nunca. Traje oscuro, mirada penetrante. El tipo de hombre que hace que hasta el WiFi tiemble cuando pasa.

-Morel -dijo sin inflexión en la voz, como si nada.

Tragué saliva.

-S-señor Vólkov...

-Mi oficina. Ahora.

Dios. Ya tiene listo el despido. Me va a destruir con una mirada. Me va a demandar por acoso visual. Me va a hacer limpiar su Bugatti con mi currículum.

¡Maldito Mojoncio!

Entré detrás de él.

Cerró la puerta.

Silencio.

Se giró.

Me miró de arriba abajo.

Yo, escondida detrás de mi carpeta, me aferraba a ella como si fuera un crucifijo.

-Iskra -pronunció mi nombre como si fuera otra persona.

-Fue un error -dije antes de que él hablara. -Totalmente involuntario. Esa foto era para mi amiga. Te juro que... que fue un accidente. Nunca quise ofender, ni insinuar, ni seducir...

-¿Seducir? -levantó una ceja, cruzando los brazos. -¿Así es como seduces tú?

Me congelé.

-¿Perdón?

Él caminó hacia mí con calma, y el aire pareció espesar.

-Con lencería roja, una pose peligrosa y la bata cayendo estratégicamente...

-¡No fue estratégico! ¡Fue casual! ¡Chico me empujó!

Él sonrió apenas. Apenas. Pero fue una sonrisa. Casi imperceptible... casi peligrosa.

-Debería reportarte a recursos humanos.

-¡Lo entiendo! ¡Hazlo! ¡Despídeme! ¡Quémame viva si quieres! -exclamé con los ojos cerrados.

Un silencio pesado.

Hasta que escuché:

-No te voy a despedir.

Abrí un ojo.

-¿No?

-No.

-¿Por qué?

-Porque... no suelo despedir a personas que me entretienen. -Dio la vuelta, volviendo a su escritorio-. Puedes irte.

-¿Ya?

-Ya.

Salí tambaleando, confundida, nerviosa... y con una pregunta retumbando en mi cabeza:

¿Eso fue una amenaza, una burla... o una provocación?

            
            

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