Tarde para el Arrepentimiento
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Capítulo 3

Sofía llegó a urgencias por sus propios medios, la cabeza sangrando levemente.

Allí estaba Mateo, esperando noticias de Valeria. Su rostro era una máscara de ansiedad.

Una enfermera salió con prisa.

"Valeria Soler necesita una transfusión urgente. Es RH negativo".

Mateo se giró hacia Sofía. Sabía que ella compartía ese raro grupo sanguíneo. Sabía también que Sofía padecía anemia desde hacía tiempo.

"Sofía, tienes que donar sangre", le exigió, sin rastro de preocupación por el golpe que ella tenía en la cabeza.

Sofía, debilitada por el aborto reciente y el golpe, no tuvo fuerzas para negarse.

La tumbaron en una camilla. Le extrajeron una cantidad considerable de sangre.

Mateo ni la miró. Estaba pendiente de la puerta del quirófano donde atendían a Valeria.

Más tarde, un médico se acercó a Mateo.

"¿Y el bebé de la señora Montenegro?", preguntó Mateo, confundido, quizás por el estrés.

Una enfermera lo llamó urgentemente. "Don Mateo, la señorita Soler lo necesita".

Mateo se fue corriendo, sin esperar respuesta.

El médico se acercó a Sofía, compasivo.

"¿Don Mateo no sabe que usted... perdió a su bebé?".

Sofía esbozó una sonrisa amarga, llena de dignidad.

"No, y no es necesario que lo sepa".

Salió del hospital pálida y débil. El sol de la tarde teñía el cielo de naranja. Recordó una promesa de Mateo: "Veremos juntos todos los atardeceres de nuestra vida". Otra promesa rota.

Se recuperó en el apartamento que antes compartían. Mateo apenas aparecía.

Cuando lo hacía, era para cambiarse de ropa e irse a cuidar a Valeria.

En redes sociales, las fotos eran constantes: Mateo cuidando a Valeria en el hospital, con el titular "Amor verdadero".

Un día, Mateo regresó.

"Acompáñame al bautizo del hijo de un compañero de cuadrilla", le pidió, sin mirarla a los ojos.

Sofía no quería ir, pero no tenía fuerzas para discutir.

Al bajar al coche, Valeria ya estaba sentada en el asiento del copiloto.

"Me mareo atrás", dijo Valeria con una sonrisa triunfal.

Sofía tuvo que sentarse en el asiento trasero, como una extraña, observando la intimidad de la pareja.

En el bautizo, los cuchicheos la rodearon como avispas.

"Pobre Mateo, su mujer le fue infiel con los vándalos de la estampida".

"Dicen que ella misma se lo buscó, por andar en esos sitios".

Sofía apretó los puños, la humillación quemándole por dentro. Mateo, a su lado, sonreía y saludaba, ajeno, o fingiendo serlo.

            
            

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