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El amanecer encontró a Valeria frente al espejo del baño, observándose con atención. Su reflejo mostraba a una joven común y corriente, pero su mente estaba llena de tormentas. Las líneas de su rostro eran las mismas que las de Vanessa, pero ahora debía borrarse a sí misma para convertirse en alguien más. En alguien que no era ella, pero que todos esperaban que fuera.
El plan que le había presentado Alejandro no era sencillo. No bastaba con sentarse detrás de un escritorio y responder llamadas; debía actuar, pensar y moverse como Vanessa. Había que aprender sus hábitos, sus gestos, sus secretos. Era una actuación que podía durar semanas, meses... quizás para siempre.
Los primeros días fueron los más duros. Valeria vivía con la constante presión de no cometer errores, de no levantar sospechas. Cada detalle contaba. Las llamadas telefónicas, los mensajes, las reuniones, incluso la manera en que saludaba a los empleados. Todo debía ser idéntico a como lo hacía su hermana.
Laura, la recepcionista, se convirtió en su mejor aliada y cómplice. Le entregó un cuaderno pequeño lleno de anotaciones, datos personales, fechas importantes y hasta el menú favorito de Vanessa. "Esto te ayudará", le dijo con una sonrisa cómplice que Valeria agradeció más de lo que pudo expresar.
Por las noches, Valeria repasaba todo lo aprendido, memorizaba números de teléfono, nombres de clientes, incluso el calendario de eventos empresariales. Cada error podría ser fatal, no solo para ella, sino para toda la empresa.
El primer encuentro formal con Alejandro fue una prueba de fuego. Él la observaba con una mirada analítica, como si evaluara cada palabra, cada movimiento. "No eres Vanessa", parecía decir su expresión, aunque no lo decía en voz alta.
Valeria sintió la mirada pesada y fría, pero respondió con firmeza, intentando imitar el tono y la seguridad que recordaba de su hermana. La tensión en la sala era palpable.
Los días siguientes fueron una mezcla de aprendizaje y desgaste. Valeria debió aceptar las críticas duras de Alejandro, quien no toleraba la más mínima falla. Sus palabras eran afiladas, sus órdenes directas. "Si vas a estar aquí, hazlo bien o no vuelvas", le advirtió en una ocasión.
Pero había momentos en que la dureza del hombre se desdibujaba y una chispa de preocupación asomaba. Sin embargo, esa preocupación no era suficiente para hacer que Valeria se sintiera segura. Sabía que el más mínimo error podría costarle caro.
Fuera del trabajo, Valeria también enfrentaba una batalla interna. Actuar como Vanessa le robaba la identidad, y a veces sentía que se perdía a sí misma en el proceso. Las dudas la atacaban, y la pregunta más dolorosa era si alguna vez podría regresar a ser simplemente Valeria.
Una tarde, mientras organizaba documentos en la oficina, su mano tembló al encontrar una carta dirigida a Vanessa. La abrió con cuidado, y sus ojos se llenaron de lágrimas al leer las palabras escritas con tanta urgencia y miedo. Era una confesión, un secreto que Vanessa había guardado y que ahora pesaba sobre ella.
La carta mencionaba un nombre que Valeria no conocía: Iván Altamirano. Decía que era la razón por la que Vanessa estaba asustada, que su vida estaba en peligro y que debía alejarse para proteger a quienes amaba.
El corazón de Valeria se aceleró. Ahora sabía que su papel no solo era una actuación, sino una misión peligrosa. Tenía que descubrir quién era Iván y qué tenía que ver con la desaparición de su hermana.
En la soledad de su apartamento, Valeria se permitió llorar por primera vez desde que Vanessa desapareció. No solo por el miedo, sino por la responsabilidad que ahora cargaba sobre sus hombros. No podía fallar.
Mientras tanto, en León Corporativo, los empleados comenzaban a notar pequeños cambios en "Vanessa". Algunos decían que estaba más reservada, otros que parecía más nerviosa, pero nadie se atrevía a cuestionar directamente. Alejandro observaba todo en silencio, evaluando cada detalle, cada gesto, intentando decidir si Valeria podría realmente hacerse pasar por su secretaria.
Una noche, tras una larga jornada, Alejandro la encontró sola en la oficina, revisando papeles bajo la luz tenue. Se acercó sin hacer ruido y, por primera vez, habló en un tono menos severo.
-No será fácil -dijo-. No solo estás fingiendo ser mi secretaria, estás entrando en un mundo donde la verdad puede ser un lujo que pocos se permiten.
Valeria lo miró, sorprendida por su sinceridad.
-Estoy aquí porque quiero encontrar a mi hermana -respondió con firmeza-. No importa lo que tenga que hacer.
Alejandro asintió lentamente, como si reconociera su determinación.
-Entonces, mantente fuerte. Porque esto apenas comienza.
Aquella noche, Valeria comprendió que su vida había cambiado para siempre. No era solo una sustituta, era una guerrera en un campo de batalla invisible, donde las mentiras y los secretos eran las armas más letales.
Con el rostro iluminado por la pantalla de su computadora, se preparó para enfrentar el siguiente día. Sabía que la transformación era irreversible. Ahora era "Vanessa", y debía sobrevivir, aunque eso significara perderse a sí misma.