Me Pertenece a Escenario
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Capítulo 4

La noticia de mi demanda de divorcio y la historia de la bata de cola corrieron como la pólvora por Sevilla.

Mateo, por primera vez en su vida, se convirtió en el centro de las burlas.

Su reacción fue la que esperaba: una furia ciega.

Me llamó docenas de veces. No contesté.

Me envió mensajes amenazantes. Los borré sin leerlos.

Descubrió que estaba en Jerez. Con Javier.

Una noche, mientras yo terminaba mi actuación en el tablao, él irrumpió en el local.

Estaba borracho y fuera de sí.

"¡Elena!", gritó, interrumpiendo los aplausos. "¡Tú eres mi esposa! ¡Vienes conmigo ahora mismo!"

Intentó subir al escenario para agarrarme.

Pero Javier se interpuso. A su lado, los guitarristas y los cantaores se levantaron, formando una barrera humana a mi alrededor.

"No tienes ningún derecho a estar aquí, Mateo", dijo Javier con calma. "Vete".

"¡No te metas, coreógrafo de pacotilla! ¡Es un asunto entre mi mujer y yo!"

Me adelanté, situándome frente a él, en el borde del escenario.

Lo miré con una frialdad que él nunca había visto en mí.

"Yo no soy tu mujer. No desde el día que me encerraste mientras me ahogaba. Mi único hogar es este escenario".

"Eso son tonterías, Elena. Estás confundida. Has estado con este... y te ha lavado el cerebro. Volverás a casa, a tu lugar".

Me reí. Una risa amarga y seca.

"Mi lugar está donde yo decido. Y no es a tu lado".

Se quedó mirándome, desconcertado. No entendía a la mujer que tenía delante. La Elena sumisa había muerto en aquella finca.

"Te arrepentirás de esto", amenazó, antes de que el personal de seguridad lo escoltara fuera del local.

Mientras se lo llevaban, gritaba mi nombre.

Pero yo ya no lo escuchaba.

                         

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