A la mañana siguiente, Máximo actuó como si nada hubiera pasado. Se sentó a la mesa del desayuno, leyendo las noticias de negocios en su tableta, mientras nuestra criada, María, le servía café.
"Cariño, necesito que organices una pequeña cena el viernes," dijo, sin levantar la vista. "Algunos inversores de Monterrey vienen. Necesitamos impresionarlos."
Antes, me habría lanzado a la tarea, planeando cada detalle para asegurar su éxito. Ahora, simplemente asentí.
"Claro."
Mi indiferencia pareció desconcertarlo. Levantó la vista, escudriñándome.
"¿Estás bien? No estás enfadada por lo de anoche, ¿verdad?"
"Estoy bien, Máximo. Solo cansada."
No lo estaba. Por primera vez en años, me sentía despierta. La cuenta atrás había comenzado, y con ella, mi plan.
Ese día, mientras Máximo estaba en su destilería, empecé a trabajar. Mi primera llamada fue a un tasador de joyas de confianza. Hice una cita para que valorara cada pieza que Máximo me había regalado a lo largo de los años: el collar de diamantes por nuestro primer aniversario, los pendientes de esmeralda por cerrar su primer gran contrato de exportación, el brazalete de zafiros que me dio para "disculparse" la primera vez que sospeché de su infidelidad.
Luego, contacté a un agente inmobiliario. Le pedí que preparara discretamente la venta de un apartamento de lujo en Puerto Vallarta y una pequeña casa de campo que Máximo había puesto a mi nombre.
Según el "Contrato", todos los activos que poseía en este mundo podían convertirse en moneda de mi mundo original. Cada venta era un paso más hacia mi libertad.
Durante los días siguientes, me convertí en una sombra en mi propia casa. Dejé de discutir, de cuestionar sus llegadas tardías, de oler su ropa en busca de perfumes extraños. Observaba fríamente cómo él seguía viviendo su doble vida.
Lo vi en Instagram, en la página de Scarlett. Él le había comprado un auto deportivo nuevo, un Maserati rojo brillante. Ella posó encima de él, con un bikini diminuto, y el pie de foto decía: "Gracias, mi Papi. Sabes cómo tratar a una reina. #blessed #luxury #tequilaKing".
Cientos de comentarios lo felicitaban por su "generosidad". Ninguno de ellos sabía que el "Rey del Tequila" estaba usando el dinero que yo le ayudé a ganar para financiar a su amante.
Una noche, Máximo llegó a casa oliendo a sol, a tierra y a agave. Era el olor de Tequila, el pueblo.
"Estuve en la hacienda," anunció, con una sonrisa nostálgica. "Recordando los viejos tiempos. Cómo convertimos ese lugar en ruinas en nuestro imperio."
La hacienda. Nuestro primer hogar juntos. El lugar donde pasamos innumerables noches soñando con el futuro, donde lo sostuve mientras lloraba por la traición de su padre, donde celebramos nuestra primera cosecha exitosa.
"Scarlett ha estado un poco estresada últimamente con los haters en línea," continuó, casualmente. "Le dije que podía quedarse en la casa de la hacienda por un tiempo. Para que se relaje, lejos de la ciudad."
Sentí una punzada, un eco del viejo dolor. Pero lo aplasté.
"Qué considerado de tu parte," dije, mi voz monótona.
Él sonrió, aliviado por mi falta de reacción.
"Sabía que lo entenderías, Luciana. Por eso te amo. Eres tan comprensiva."
Asentí, tomando un sorbo de agua.
Comprensiva. No, Máximo. Simplemente ya no me importaba.
Quedaban siete días.
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