Los 7 Años que Me Gastó
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Capítulo 3

Las campanadas de Nochevieja sonaban en la televisión del hospital.

Una, dos, tres...

La gente en la Puerta del Sol de Madrid celebraba, comiendo las uvas de la suerte, brindando por un nuevo año lleno de promesas.

Cuatro, cinco, seis...

Yo sostenía la mano fría y flácida de mi abuelo.

Siete, ocho, nueve...

Su respiración era cada vez más débil, un susurro apenas perceptible.

Diez, once...

El monitor a su lado emitió un pitido largo y continuo.

Doce.

Feliz Año Nuevo.

Mi abuelo se había ido.

Me quedé sola en el mundo en el primer segundo del nuevo año.

No lloré. No grité.

Simplemente me senté allí, en el silencio de la habitación, mientras los fuegos artificiales explotaban en el exterior.

Los días siguientes fueron un borrón.

Organicé el funeral. Un servicio sencillo, solo para mí.

Pagué lo poco que costó con el dinero que me prestaron unos vecinos.

Mientras recogía las cenizas de mi abuelo, mi teléfono sonó.

Era un número desconocido, de Nueva York.

Dudé, pero contesté.

"¿Señorita Sofía Montero?" .

La voz era profesional, con un acento americano.

"Somos de la casa de moda Laurent. Vimos su portfolio online. Sus diseños de zapatos de flamenco son excepcionales. Nos gustaría ofrecerle un puesto como diseñadora en nuestro taller de alta costura en Nueva-York" .

La oferta era prestigiosa, el sueldo era más de lo que había ganado en toda mi vida.

Era una vía de escape. Una nueva vida.

"Acepto" .

No lo pensé dos veces. No tenía nada que perder. Ya lo había perdido todo.

Solo necesitaba una cosa para irme: mi pasaporte.

Estaba en el pequeño piso de Sevilla, el que una vez llamé "nuestro hogar" .

            
            

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