Corazón Roto de La Bailaora
img img Corazón Roto de La Bailaora img Capítulo 2
3
Capítulo 4 img
Capítulo 5 img
Capítulo 6 img
Capítulo 7 img
Capítulo 8 img
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
img
  /  1
img

Capítulo 2

Los días siguientes fueron una tortura silenciosa. Javier desempeñaba el papel del novio devoto a la perfección. No se separaba de mi cama, me daba de comer, me leía, me susurraba palabras de consuelo mientras yo mantenía los ojos cerrados, fingiendo dormir.

Cada caricia suya era como el roce de una serpiente. Cada palabra de amor, un veneno que me recordaba su traición.

A veces, en la quietud de la noche, casi me convencía a mí misma de que la conversación que escuché fue una alucinación, un mal sueño provocado por los fármacos y el dolor. Él parecía tan genuinamente destrozado, sus ojos estaban rojos e hinchados.

Pero entonces recordaba el alivio en su voz. "Es mejor así".

Una semana después, cuando ya podía sentarme en una silla de ruedas, Javier entró en la habitación con una carpeta de cuero. Su rostro era una máscara de compasión.

"Mi amor, sé que es un momento terrible para hablar de esto", comenzó, su voz suave y persuasiva. "Pero tenemos que resolver el... malentendido con Catalina".

Lo miré, sin expresión.

"Ella está destrozada. Fue un acto de locura, de celos de una fan obsesionada. No sabía lo que hacía. Su familia está dispuesta a ofrecerte una compensación económica muy generosa para evitar un escándalo. Solo tienes que firmar este acuerdo".

Me tendió la carpeta. La abrí. Era un acuerdo de confidencialidad y perdón. Un documento que liberaba a Catalina de toda culpa a cambio de dinero. Mi mirada se detuvo en el nombre del abogado que lo había redactado: "Mateo Vargas". El primo de Javier.

Una imagen fugaz cruzó mi mente: Javier, hace un año, enfrentándose a un crítico que había escrito una mala reseña sobre mi baile. Recuerdo su furia, cómo lo agarró por el cuello de la camisa y le dijo que si volvía a faltarme al respeto, se arrepentiría. Ese era el Javier que yo amaba. El hombre que me defendía como un león.

Ahora, ese mismo hombre me pedía que perdonara a la mujer que me había arrojado de un escenario y había matado a nuestro hijo.

"No", dije, mi voz era un hilo, pero firme.

Javier parpadeó, sorprendido. "¿Qué?"

"He dicho que no".

"Isabela, sé razonable", su tono cambió, volviéndose condescendiente. "Esto es lo mejor para todos. Evitará un juicio largo y doloroso. Podrás centrarte en tu recuperación".

"¿Mi recuperación?", me reí, un sonido seco y amargo. "¿O en tu pacto con los De la Sierra?"

La cara de Javier se ensombreció. "No seas injusta. Estoy intentando protegerte".

"¡ProtegerME!", grité, el sonido rasgando mi garganta. "¿Protegerme de quién? ¿De tu amante? ¡No eres más que un hipócrita, Javier!".

Apretó los puños, pero se recompuso rápidamente. "Veo que no estás en condiciones de hablar. Quizás si la escuchas a ella..."

Hizo una llamada rápida. Dos minutos después, la puerta se abrió.

Catalina entró.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022