Cuando el Amor Duele Más que la Muerte
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Capítulo 2

La fiesta en la hacienda de los Castillo era un derroche de lujo. Cientos de invitados de la alta sociedad española bebían, reían y celebraban el compromiso de Máximo y Scarlett.

Y yo estaba en el centro de todo, como un animal en un circo.

Scarlett había elegido mi atuendo: un vestido de flamenco rojo, pero tan corto y revelador que apenas cubría nada. Era una humillación calculada.

"¡Música!" ordenó Máximo con voz potente.

Los guitarristas comenzaron a tocar. No tuve más opción que bailar.

Moví mi cuerpo, mis pies golpeando el tablao con una furia que solo yo entendía. Cada giro, cada zapateado, era un grito silencioso. Bailé el dolor, la traición, el amor perdido. Mis ojos se encontraron con los de Máximo. Por un instante, vi algo más que odio en su mirada, una sombra de confusión, de dolor.

Pero desapareció tan rápido como llegó, reemplazado por su habitual máscara de crueldad cuando Scarlett se colgó de su brazo, sonriendo con suficiencia.

La actuación terminó. Los invitados aplaudieron, algunos con lástima, otros con burla. Me retiré a un rincón oscuro, tratando de ser invisible.

Más tarde esa noche, un mozo de cuadra vino corriendo, aterrorizado.

"¡Señor Castillo! ¡Es Furia, su caballo! ¡Está enfermo, no para de retorcerse de dolor!"

Máximo corrió hacia los establos, y yo, por un impulso estúpido, lo seguí. Furia era su semental premiado, un animal magnífico que él amaba más que a muchas personas.

El veterinario ya estaba allí. "Es cólico, señor. Parece que alguien ha mezclado algo en su pienso."

Los ojos de Máximo se clavaron en mí.

"Fuiste tú," dijo, su voz peligrosamente baja.

"No, Máximo, yo nunca..."

"¡Ella lo hizo!" gritó Scarlett, apareciendo de la nada. "La vi merodeando por los establos antes. ¡Está celosa! ¡Quiere destruir todo lo que amas!"

Era una mentira, una mentira descarada, pero Máximo estaba ciego de ira. No me escuchó.

"Encerradla en el box vacío," ordenó a dos de sus hombres. "Sin agua, sin comida. Que aprenda lo que se siente al sufrir como mi caballo."

Me arrastraron y me arrojaron sobre la paja sucia. La pesada puerta de madera se cerró con un estruendo, sumiéndome en la oscuridad.

Me acurruqué en un rincón, el olor a estiércol y miedo llenando mis pulmones. Lloré en silencio, no por mí, sino por Leo. Cada día que pasaba, su tiempo se agotaba. Y yo estaba atrapada aquí, impotente.

                         

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