Fui la bailaora de flamenco más prometedora de Sevilla, pero por dos años, mi vida se redujo a ser un juguete en las manos de Máximo Castillo.
Lo llamaban mi amante, pero era mi torturador, y cada golpe, cada humillación, la soportaba por Leo, mi hermano gemelo, cuya vida dependía de Máximo y un trasplante de médula.
Él prometió salvarlo, pero el precio fue mi dignidad, mi libertad, mi todo, mientras me creía culpable de un crimen que no cometí, instigado por aquella a quien llamé mi mejor amiga, Scarlett.
¿Cómo explicarle que la verdad sobre su hermana, Annabel, era un secreto que debía proteger a toda costa, incluso si significaba sufrir su ciego odio y la tortura más abyecta, como cuando me arrancaron un trozo de piel para injertárselo a Scarlett?
Pero mi infierno alcanzó su cumbre de crueldad cuando, justo antes de la cirugía que salvaría a Leo, Máximo retiró los fondos, condenando a mi hermano a morir en mis brazos, y con él, el último hilo de mi propia vida.
Mientras yo me extinguía, Annabel apareció, viva, y con ella, la verdad, revelando el vil complot de Scarlett y su padre que nos había destruido a todos, dejando a Máximo el peso de su irreparable error.
Morí con el amor que siempre le tuve, mientras él, consumido por la culpa y la desesperación, destrozaría lo que quedaba de su vida por la mía.
