El rostro de Máximo pasó del rojo de la furia al blanco del pánico.
"¿Divorcio? ¿Qué divorcio?" balbuceó, mirando los papeles como si fueran serpientes. "¡Esto es falso! ¡Tú falsificaste mi firma!"
Sus padres se unieron al coro, acusándome de fraude y de ser una arpía manipuladora.
Pero yo permanecí en silencio, observándolo. Vi el momento exacto en que el recuerdo lo golpeó. Su mandíbula se tensó, sus ojos se abrieron de par en par. Recordó esa noche, la carpeta, su firma distraída mientras su atención estaba en el teléfono.
"Tú..." susurró, sin poder completar la frase.
La realidad lo había alcanzado. No era el divorcio lo que le aterrorizaba, sino la división de bienes. La empresa, el apartamento, las inversiones... todo lo que había conseguido gracias a mi trabajo y al dinero inicial de mi familia, ahora estaba en juego.
"Luciana, espera," dijo, su tono cambiando drásticamente a uno suplicante. "Podemos hablar de esto. Cometí un error. Estaba confundido, estresado..."
Fue entonces cuando Leon decidió actuar.
Mientras yo me giraba para irme, él se movió deliberadamente en mi camino. "Luciana, por favor, no te vayas así," dijo, con una expresión de falsa preocupación.
Lo esquivé, pero él se tropezó consigo mismo, soltando un grito ahogado y cayendo al suelo. Se golpeó la cabeza contra la esquina de la mesa de centro con un ruido sordo.
"¡Leon!" gritó Máximo, corriendo a su lado.
Leon gimió, llevándose una mano a la cabeza y otra a la espalda. "Mi espalda... la vieja lesión..."
Máximo, lleno de una compasión que nunca me mostró a mí, me miró con odio puro. "¡Mira lo que has hecho!"
Luego, se arrodilló junto a Leon y, con lágrimas en los ojos, comenzó a contarles a sus padres una historia trágica y completamente inventada.
"Leon se lesionó la espalda cuando era solo un adolescente," dijo, con la voz quebrada por la emoción. "Trabajaba en el campo, cargando sacos pesados para poder pagar los estudios y mantener a su familia. Es un luchador, un hombre hecho a sí mismo, no como otros."
La madre de Máximo sollozó, conmovida. Su padre asentía con gravedad, mirando a Leon con una admiración desbordante.
Yo me quedé allí, observando el teatro. Sabía la verdad. Leon era un vago que había fingido esa lesión para evitar el trabajo y cobrar una pequeña pensión. Me lo había contado él mismo, borracho, en una de las primeras fiestas de la empresa, riéndose de lo fácil que era engañar al sistema.
Sentí una oleada de asco. No por ellos, sino por el mundo que había compartido con esa gente.
Mientras llevaban al "herido" Leon al hospital, con Máximo y sus padres actuando como una devota familia, yo me di la vuelta y me marché.
Ya no había nada más que decir. Mi pasado era un circo y yo ya no quería ser parte del espectáculo.
---