Tronos de Huesos: La princesa de las profecías
img img Tronos de Huesos: La princesa de las profecías img Capítulo 5 Primera noche, las cosas extrañas comienzan
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Capítulo 7 Marcus Li Greci img
Capítulo 8 Ser un milagro no es divertido img
Capítulo 9 Minutos para procesar, una amiga y una taza de café... img
Capítulo 10 Mitad vida, mitad muerte img
Capítulo 11 Mitad protector, mitad muerte img
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Capítulo 5 Primera noche, las cosas extrañas comienzan

Unas horas después...



El resto de la tarde la pasamos divagando sobre qué información sacarle primero a Alessander, aunque siendo honesta, me comienza a incomodar la situación. El sólo pensar que uno de los temas podría ser avistamientos de hombres lobo ya me causaba rechazo. No era algo que pudiera asimilar ni darle una explicación lógica.

Sara sigue rebuscando en su armario el mejor vestido para que Luke la vea radiante. Y yo trato de cerrar la cremallera del vestido que ella me dio para "impresionar" a Alessander, aunque en este entubado vestido negro no me siento tan cómoda.

-¿Puedes darme una mano? -le digo girando para que me ayude.

-Claro -sube con avidez el cierre y se gira tomando dos vestidos parecidos en tonos plateados, alternándolos sobre ella-. ¿Cuál se me ve mejor?

-El que tiene una manga descubierta -opino sentándome en la cama para atarme los zapatos de tacón.

-Sí, tienes razón -dice caminando hacia el espejo de cuerpo entero y empieza a desvestirse-. Se ajusta lo necesario para realzarme el busto -ríe con picardía.

-¿Ya te avisó Andy si está listo para ir a buscarlo?

-No. Pero iremos cuando terminemos, hay que tomar nuestro tiempo para lucirnos -responde mientras comienza a cepillar su cabellera oscura y lacea. En sus ojos veo un brillo de ilusión, ese característico de cuando está enamorada.

-Lo que tú digas -digo poniendo en blanco los ojos.

-No todas tenemos tu despreocupación, querida amiga -me lanza el cepillo para que se lo guarde en el bolso, y añado algunos maquillajes extras por si acaso-. Ni tampoco tu destreza con los tacones.

-Sólo es práctica, deberías probar el significado -me burlo mientras me comienzo a delinear los ojos, que están más ojerosos de la cuenta.

-No me juzgues. Sabes que me cuesta ser constante.

-Te cuesta concentrarte -refuto cuando suenan nuestros celulares. Es un mensaje de Andy avisando que ya nos está esperando.

-¿Estás lista? -le pregunto metiendo el celular en mi bolso de mano.

-Nerviosa pero lista -dice acomodando la falda del vestido de nuevo frente al espejo.

-Oye, te vez hermosa -la animo sonriendo y poniéndome a su lado-. Si no lo nota es porque está ciego. Ten confianza en ti misma.

-De acuerdo -suspira tomando su bolso también-. Es hora.

Salimos hasta la sala donde están mis llaves colgadas en la pared. La señora Cooper está sentada rodeada de papeles y con sus gafas de lectura.

-Ya nos vamos mamá, volveremos tarde -le anuncia Sara abriendo la puerta de salida.

-Cuídense chicas, y tomen poco alcohol -nos sonríe de vuelta.

-¡Adiós Julia! -la saludo mientras terminamos de salir directo hacia el coche.

La noche está fresca y el cielo despejado deja ver las estrellas brillar como pequeños diamantes. Hoy se siente que será una buena noche.

Conduzco hacia la casa de Andy con tranquilidad mientras Sara busca entre las emisoras de radio una canción que le guste. Luego de la información que obtuvimos hoy no tengo los ánimos para conversar ni bromear. Y supongo que mi amiga lo nota, ya que es raro que se quede callada.

A los pocos minutos doblo en la calle donde vive Andy, quien ya nos está esperando afuera apoyado en un árbol frente a la casa de su vecino.

-¿No te vieron salir? -pregunta Sara mientras nuestro amigo se sube en la parte trasera del coche.

-Claro que no, Angie y yo somos expertos en cubrirnos. Los entretuvo mientras salía por la ventana, piensan que estoy durmiendo -infla el pecho orgulloso.

-Hasta que algún día los descubran -me rio con burla-. Ahí los quiero ver después, castigados los dos.

-No seas pesimista, pequeña -se ríe Andy despeinándonos.

-¡Oye, maldito! -grita Sara y me duelen las mejillas de reír tanto por su cara alterada-. ¿Sabes el tiempo que me llevó alisarme bien el cabello?

-Si te ves igual de fea -carcajea Andy limpiándose una lágrima falsa.

-Eres un torpe, terminé con una quemadura en la mano por la planchita para que me lo arruines con tus jueguitos de niño. Ellie, dile algo -dice cruzándose de brazos molesta.

-Hay un peine en tu bolso, y estás igual de bella que hace un rato. Solo procura sonreír que lo vas a espantar con tu cara toda enojada -sonrío pellizcando su mejilla-. Andy, ¿sabes dónde es la casa de Alessander? -ya llegamos a la calle W Pleasant Ave, pero no sé cuál de las casas era.

-Sí, es la última casa al fondo. La de tejas rojas.

Voy desacelerando el coche a medida que nos acercamos. Es el final de la calle ya que está pegada al río Wenatchee. Al estacionar veo que Alessander sale y habla en la puerta con su padre, quien está muy serio.

-Parece que están discutiendo -dice Sara por lo bajo, deslizándose un poco en el asiento.

-Quizá llegamos en mal momento -concuerda Andy prestando atención a la escena.

Por la ventana del segundo piso veo que un chico un poco más joven que Alessander se asoma entre las cortinas. Tiene el mismo cabello negro que su hermano, pero su piel es dorada y sus ojos son cafés. Y está mirándome.

Un escalofrío me recorre el cuerpo cuando sus ojos se conectan con los míos. A pesar de la distancia y de estar aún sentada en el asiento del conductor, siento el peso de su filosa mirada.

Veo que Alessander de repente mira hacia el coche y retrocede alejándose de su padre, quien asiente con la cabeza para voltear a ver también el coche y saludar con la mano para luego cerrar la puerta de la casa tras de sí.

Andrew abre la puerta del coche y se hace a un lado para dejarle un lugar libre al chico nuevo. Trato de no verlo para no ponerme nerviosa y conducir sin que me tiemblen las manos.

-Hola, chicos -nos saluda con una sonrisa despreocupada cerrando la puerta.

-Hola, amigo. ¿Llegamos en mal momento? -pregunta Andy intentando ser cuidadoso.

-No, para nada -dice mirando al espejo retrovisor, y conecto su mirada por un segundo antes de girar el coche para volver por la calle que no tiene salida.

El hermano de Alessander sigue observando el coche, y su mirada sigue pesando en mi cabeza. Mientras nos alejamos puedo volver a respirar un poco más calmada, notando lo afectada que estuve minutos atrás.

‹‹Que chico tan extraño, y que aura tan densa››.

-Amiga -me llama por lo bajo Sara. Yo la miro un segundo para que sepa que la estoy escuchando-. ¿Estás bien? Te ves pálida.

-Estoy bien -trato de forzar una sonrisa. Siento que Alessander no deja de mirarme, y no ayuda.

Doblo en la calle Cottage Ave, y unas cuantas calles después la ruta 2 nos da la bienvenida. Pasamos unos diez o quince minutos hasta desembocar en la avenida donde Moonlight y otros tantos locales siguen abiertos durante la noche. Hay varios autos y motos ya aparcados junto a la acera, por lo que busco un lugar entre estos. Al bajar vemos que la entrada está adornada con luces de neón azules y violetas. Dos guardias fornidos en la puerta de entrada verifican las edades de los que aguardan en la fila para ingresar al local, y la música fuerte se escapa hacia el exterior. Unos grupitos están en la entrada con vasos de cerveza en las manos o con cigarrillos y riendo demasiado fuerte. El viento frío golpea mi cara, y estiro el cuello para disfrutar un poco de la baja temperatura.

-Ya quiero una cerveza -dice mi amiga caminando hacia donde estoy parada.

-Espero que hoy no tenga que cargarte por pasarte de tragos -el pelirrojo despeinándose más el cabello mientras no deja de mirar a mi amiga. Siempre he sentido una vibra más cercana entre ellos dos, más que nada de él hacia ella, pero mi amiga, aparentemente, no se ha dado cuenta nunca.

‹‹Quizás es química pura, aunque sus personalidades encajan de maravilla››, pienso mientras los observo, y suelto un suspiro cuando siento que mi garganta se cierra con nostalgia. Anhelaba algo así, sentir que pertenecía a un lugar, a alguien. Sentir que ese sentimiento es real.

-Claro que no, torpe -ríe dándole un codazo acercándose a él-. O quizá lo haga a propósito para cortarte la fiesta.

Ambos comienzan a caminar a la fila, en la que aún no hay muchos esperando. Respiro hondo un poco nerviosa y miro las estrellas brillantes. Mirarlas siempre me calma, es una costumbre que tengo de niña.

-¿No te agradan las fiestas?

Alessander da unos pasos hacia mí. Puedo verlo mejor ahora, la camisa negra la trae un poco desabotonada dejando ver el comienzo de su pecho, con su clavícula resaltada, y su cabello azabache está tan desordenado que me invade una necesidad de enredar mis dedos en él...

-Un poco -contesto con la voz un poco entrecortada, intentando sacudir mis pensamientos, y caminando hacia la fila.

-¿Estás segura de que te encuentras bien? Desde que subí al coche que te noto incómoda -dice dando unos pasos más cerca de mí, con sus manos en los bolsillos, quedando a solo tres cortos pasos al pararnos a esperar.

-Estoy bien -repito cruzándome de brazos y más aturdida-. Vamos, ya casi nos toca el turno -digo cuando solamente faltan dos personas adelante, ya que la fila va rápido.

Ambos guardias nos revisan y les mostramos las identificaciones falsas que indican que somos mayores para poder ingresar. Es algo ya típico de los jóvenes de nuestra escuela, ya que siempre salen de fiesta en fiesta y tienen varios supuestos contactos que les permiten tener acceso a esta clase de artimañas.

Nos dejan ingresar al local y luego de dar unos pasos por un corto pasillo la fiesta se alza frente a nosotros. Las luces parpadeantes de neón me enceguecen por unos segundos, en los que trastabillo con los tacones y siento unas fuertes y delgadas manos sostenerme con cuidado y firmeza de la cintura. Su aliento roza mi nuca con demasiada cercanía, dándome un cosquilleo que me recorre desde la cara hasta mi cintura baja...

Logro ladear un poco la cabeza mientras él rodea un poco más mi cintura, y nuestros ojos se conectan por unos prologados segundos. Mis latidos retumban en mis oídos, incluso por sobre la estruendosa música, nuestros rostros están a tan sólo unos centímetros, y sus labios se separan viéndose más apetecibles que nunca.

-Elleonor...

‹‹Santo cielo...››

            
            

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