Luciana llegó pasada la medianoche, tarareando una melodía. Entró en el salón vacío y me miró, extrañada.
"¿Y la fiesta? ¿La cancelaste?"
No respondí. Estaba sentado en el sofá, mirando un punto fijo en la pared.
"Uf, qué día. Me muero de hambre. ¿Puedes prepararme algo de cenar, cariño?"
Me levanté lentamente. Su indiferencia era asombrosa.
"No."
Mi voz sonó hueca, extraña en el silencio del apartamento. Luciana frunció el ceño, su tono se volvió petulante.
"¿Cómo que no? ¿Qué te pasa? ¿Sigues enfadado por lo de esta noche? Ya te he dicho que era trabajo."
"No voy a prepararte la cena, Luciana."
"Máximo, no seas infantil. He tenido un día larguísimo."
Justo en ese momento, el timbre sonó, estridente y fuera de lugar. Fui a abrir. Era Iván. Sonreía, con esa confianza suya que me revolvía el estómago.
"¡Hey! Lu, ¿lista para celebrar? ¡Hemos vendido el primer cuadro del nuevo estudio!"
Luciana se iluminó, olvidándose por completo de mí.
"¡Iván, qué maravilla! ¡Claro que sí!"
Se dirigió hacia la puerta. Me interpuse en su camino.
"¿Te vas?"
Ella me miró con fastidio.
"Sí, Máximo. Es una gran noche para Iván, y para mí. No seas así."
Iván me miró por encima del hombro de Luciana.
"Tranquilo, arquitecto. Solo se la robo un ratito."
Sentí la rabia subir por mi garganta, pero la contuve.
"Luciana, si sales por esa puerta con él, no te molestes en volver."
Ella soltó una risa incrédula.
"Por favor, no seas dramático. ¡Es mi trabajo! ¡Es mi amigo! ¿Por qué tienes que ser tan celoso y posesivo? A veces me agobias."
Se giró, tomó a Iván del brazo y salió, su risa mezclándose con la de él mientras se alejaban por el pasillo.
Cerré la puerta. No sentí nada. Era como si algo dentro de mí se hubiera apagado definitivamente.
Fui a nuestra habitación, saqué una maleta del armario y empecé a meter mi ropa, mis libros, mis planos. Metódicamente, sin pensar. Solo actuar.
A la mañana siguiente, cuando el sol empezaba a filtrar por las persianas, yo ya estaba listo. La maleta junto a la puerta. Luciana dormía en el sofá, ni siquiera se había molestado en ir a la cama.
El ruido de la maleta al rodar por el suelo la despertó. Se incorporó, frotándose los ojos.
"¿Máximo? ¿Qué haces? ¿A dónde vas tan temprano?"
"Me voy."
Se levantó de un salto, su cara una mezcla de confusión y pánico incipiente.
"¿Qué? ¿Cómo que te vas? ¿Es por lo de anoche? Lo siento, ¿vale? Fui una tonta. No volverá a pasar."
Sus disculpas eran vacías, un guion aprendido.
"No es solo por lo de anoche, Luciana. Es por todo."
"¡No puedes irte! ¡Tenemos siete años juntos! ¡Tenemos planes!"
Intentó agarrarme del brazo, pero me aparté.
"Tú tenías otros planes."
Caminé hacia la puerta, le di la espalda. Su voz se quebró detrás de mí.
"¡Máximo, por favor! ¡No me hagas esto!"
Abrí la puerta y salí al rellano. No miré atrás. El sonido de sus sollozos fue ahogado por el ruido sordo de la puerta al cerrarse.