Valentina fue arrastrada frente a mí, su belleza arruinada por el desorden y la furia. Jadeaba, mirando con odio a la doncella de Laura, que sollozaba en silencio a un lado.
"¡Es una mentirosa!", gritó Valentina, señalando a la doncella con un dedo tembloroso. "¡Yo solo quería ver al príncipe, y esta... esta sirvienta me bloqueó el paso! ¡Me insultó!"
Mi madre corrió al lado de Valentina, tratando de arreglarle el vestido y el cabello. "¡Sofía, tienes que hacer algo! ¡Esto es un ultraje! ¡Cómo se atreve una simple sirvienta a ponerle una mano encima a tu hermana!"
Me mantuve en silencio, observando la escena con una calma que parecía enfurecerlas aún más. Me volví hacia la doncella de Laura.
"¿Cuál es tu versión de la historia?", pregunté, mi voz tranquila pero autoritaria.
La doncella levantó la vista, con lágrimas corriendo por su rostro. "S-señorita Valentina llegó exigiendo ver al príncipe. Le dije, con todo respeto, que el príncipe había pedido no ser molestado. Ella... ella me empujó y me llamó zorra. Cuando intenté detenerla de nuevo, me arañó". Mostró un largo rasguño rojo en su brazo.
"¡Miente!", siseó Valentina. "¡Yo nunca haría eso!"
"¿Por qué querrías ver al príncipe con tanta urgencia, hermana?", pregunté, mi tono suave ocultando el acero que había debajo. "Si él pidió descansar, ¿no es nuestro deber respetar sus deseos?"
Valentina se quedó sin palabras, su rostro enrojeciendo de rabia y humillación. Sabía que no tenía una buena respuesta. Su desesperación por recuperar la atención de Alejandro la había hecho actuar de forma imprudente.
Se derrumbó en el suelo, adoptando la táctica que siempre le funcionaba: la damisela en apuros. "Yo solo... solo estaba preocupada por él", sollozó, escondiendo su rostro entre las manos. "Y todos aquí me tratan como si fuera una extraña, una intrusa. ¡Es tan injusto!"
Era una actuación patética, pero una que a menudo funcionaba con los hombres. Y justo en ese momento, como si fuera una señal, Alejandro entró en el jardín.
"¿Qué es todo este alboroto?", preguntó, su voz teñida de irritación. Su mirada pasó de mí a mi madre, y finalmente se posó en la figura sollozante de Valentina en el suelo.
Inmediatamente, su expresión se suavizó. "¿Valentina? ¿Qué ha pasado?"
Corrió hacia ella, ignorando a todos los demás. Se arrodilló y la ayudó a levantarse, su mano deteniéndose en su hombro rasgado. "¿Quién te hizo esto?"
Valentina levantó su rostro manchado de lágrimas y miró a la doncella de Laura. No necesitaba decir una palabra.
Alejandro se giró hacia la doncella, su rostro una máscara de furia. "Tú. ¿Le pusiste una mano encima?"
"Su Alteza, yo solo...", comenzó la doncella, temblando de miedo.
"¡Silencio!", ladró Alejandro. "Nadie toca a un invitado en mi casa. ¡Guardias, llévensela! ¡Veinte azotes!"
Mi madre suspiró aliviada, lanzándome una mirada triunfante. Valentina se apoyó en el brazo de Alejandro, lanzándome una pequeña y maliciosa sonrisa a través de sus lágrimas. Creían que habían ganado.
Observé cómo se llevaban a la aterrorizada doncella, cómo Alejandro consolaba a Valentina con palabras suaves, lanzándome miradas de desaprobación como si yo fuera la culpable de todo el incidente.
No sentí nada. Ni rabia, ni celos. Solo una fría y divertida satisfacción.
Dejé que disfrutaran de su pequeña victoria. No sabían que todo esto era parte de mi plan. La humillación pública, la violencia, la injusticia... todo serviría para alimentar el fuego. La obra apenas estaba comenzando.
Sonreí para mis adentros. Qué buen espectáculo estaban montando para mí. Y el acto principal aún no había llegado.