Capítulo 4

La llegada de Sofía lo cambió todo.

Era joven, de una belleza pura e inocente, con una sonrisa tímida y unos ojos que parecían no haber visto nunca la maldad del mundo, todo lo contrario a la imagen salvaje y temperamental que Camila había cultivado con tanto esmero.

Alejandro quedó fascinado con ella al instante.

Pronto, los susurros en el club se convirtieron en certezas, Sofía era la nueva favorita.

A Camila la mudaron del dormitorio principal a una habitación de invitados, un gesto que valía más que mil palabras.

La humillación pública no tardó en llegar.

Una noche, en una fiesta llena de gente importante, uno de los socios de Alejandro, un hombre gordo y sudoroso llamado Ramiro, se burló de ella abiertamente.

"¡Camila!" , gritó, llamando la atención de todos. "Escuché que Alejandro te dio una patada, ¿es cierto? ¡Ven aquí y sírveme un trago, demuéstrame que todavía sirves para algo!" .

Las risas resonaron en la sala, crueles y afiladas.

Camila miró a Alejandro, buscando su apoyo, pero él solo sonrió, una sonrisa fría y distante.

Estaba sentado con Sofía en su regazo, acariciándole el cabello con una ternura que nunca le había mostrado a ella.

"Ve, Camila" , dijo él, su voz era indiferente. "No hagas esperar al señor Ramiro" .

El corazón de Camila se sintió como si lo estuvieran pisoteando, pero su rostro no mostró nada, forzó una sonrisa y caminó hacia Ramiro con la cabeza en alto.

"Claro, señor Ramiro, lo que usted ordene" .

Mientras le servía el trago, Ramiro le dio una nalgada fuerte, haciendo que el licor se derramara.

"¡Torpe!" , se quejó él, riendo a carcajadas.

Camila no dijo nada, simplemente se inclinó para limpiar el desorden, sintiendo las miradas de todos sobre ella, miradas de lástima, de burla, de desprecio.

Recordó los primeros años, cuando se ganó el apodo de "Hermana Camila" , no por ser la amante principal, sino por su lealtad feroz, una vez, uno de los rivales de Alejandro la secuestró y la torturó durante tres días para sacarle información, ella no dijo una palabra, cuando Alejandro la encontró, estaba casi muerta, pero sonreía, se había ganado su lugar a base de sangre y dolor.

Y ahora, todo eso no valía nada.

Cuando se levantó, Ramiro, envalentonado por el alcohol y la aprobación de Alejandro, la abofeteó.

"¡Mírame cuando te hablo, perra!" .

La bofetada fue tan fuerte que la tiró al suelo, el silencio cayó sobre la sala, todos observaban la escena, esperando la reacción de Alejandro.

Él no hizo nada.

Simplemente siguió acariciando a Sofía, como si Camila fuera invisible, como si su humillación fuera un espectáculo entretenido.

Camila se quedó en el suelo, sintiendo el ardor en su mejilla y el frío de la indiferencia de todos, la humillación era total, su orgullo, hecho pedazos.

Pero debajo del dolor, el fuego de la venganza ardía más fuerte que nunca.