Mil Veces Sí
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Capítulo 2

Elvira pasó los siguientes días como un fantasma en su propia casa, su cuerpo se movía por inercia mientras su mente trabajaba febrilmente en su plan de escape. Ocultar el embarazo era una tortura, cada mañana, se obligaba a sonreír y desayunar con Adrián, luchando contra las náuseas que amenazaban con traicionarla.

Usaba ropa holgada, excusando su palidez y falta de apetito con el estrés de su "curso de diseño". Adrián, demasiado absorto en su nuevo romance, no pareció notar nada.

Una noche, durante la cena, él mencionó a Valeria de nuevo.

"Valeria es una mujer excepcional," dijo Adrián, con un tono de admiración que Elvira nunca le había oído usar. "Es inteligente, ambiciosa. Encajamos bien."

Elvira sintió como si le clavaran un cuchillo en el corazón, pero mantuvo su expresión neutral.

"Me alegro por ti, Adrián," respondió, su voz apenas un susurro.

Él la miró, pareciendo satisfecho con su respuesta. "Es bueno ver que estás madurando, Elvira. Que entiendes estas cosas."

Ella solo asintió, su interior gritaba de dolor, él confundía su resignación con madurez, su silencio con aceptación. No tenía idea de la tormenta que se gestaba dentro de ella, no veía que su "niña" ya había tomado la decisión de romper sus cadenas. Esa misma noche, mientras él dormía, ella buscó en internet clínicas discretas, lejos de los hospitales que Adrián patrocinaba.

El día de la cita, el cielo estaba gris y plomizo, a juego con su estado de ánimo. Entró sola a la clínica, un lugar anónimo y frío. El olor a desinfectante le revolvió el estómago. Llenó los formularios con un nombre falso, pagó en efectivo y esperó su turno en una sala llena de mujeres con miradas vacías.

Cuando la llamaron, caminó hacia el consultorio con las piernas temblando, se sentía increíblemente sola y asustada. Se recostó en la camilla, mirando el techo blanco mientras el médico le explicaba el procedimiento con una voz monótona. El frío del gel en su abdomen la hizo estremecer.

Justo cuando el procedimiento comenzaba, el sonido estridente de su teléfono rompió el silencio clínico. Era Adrián.

Su corazón se detuvo. Por un instante, dudó, pero supo que no podía ignorarlo, él se preocuparía y empezaría a buscarla. Con una mano temblorosa, contestó.

"¿Elvira? ¿Dónde estás? Quería saber si querías que te mandara a buscar para cenar esta noche." Su voz sonaba casual, despreocupada.

Una oleada de dolor la invadió, ella estaba pasando por el peor momento de su vida, y él solo pensaba en la cena. Se mordió el labio con fuerza para no sollozar, el dolor físico del procedimiento se mezclaba con el emocional, creando una agonía insoportable.

"Estoy... estoy en una clase extra," mintió, su voz tensa. "No te preocupes por mí, cenaré algo por aquí. Nos vemos más tarde."

"De acuerdo. Pórtate bien."

Colgó. Elvira dejó caer el teléfono a su lado, las lágrimas que había estado conteniendo finalmente rodaron por sus sienes, perdiéndose en su cabello.

Poco después, todo había terminado. El médico le dio unas indicaciones que apenas escuchó. Salió de la clínica sintiendo un vacío inmenso, no solo en su vientre, sino en su alma. Ya no había bebé, ya no había lazo de sangre que la atara a Adrián. Se sentía destrozada, pero en medio del dolor, una extraña sensación de alivio comenzó a abrirse paso. Estaba libre. O casi. Solo le quedaba un último paso: desaparecer.

            
            

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