Cuando salía de la tienda, con la maleta en una mano y una bolsa en la otra, una voz a sus espaldas la hizo congelarse.
"¡Elvira! Qué coincidencia."
Era Valeria, sonriendo con una amabilidad que a Elvira le pareció depredadora. Llevaba un vestido elegante y tacones altos, luciendo impecable como siempre.
"Valeria," dijo Elvira, forzando una sonrisa. "Hola."
"¿De compras?" preguntó Valeria, su mirada recorriendo la maleta con curiosidad. "Adrián me dijo que estabas tomando un curso. Qué aplicada. Justo iba a un evento de caridad, algo aburrido, pero Adrián insiste en que lo acompañe. ¿Por qué no vienes con nosotros? Así no te quedas sola."
No era una pregunta, era una orden disfrazada de invitación. Elvira sintió pánico. "No puedo, de verdad. Tengo mucho que estudiar y no me siento muy bien."
La sonrisa de Valeria se tensó ligeramente. "No seas así, Elvira. A Adrián le encantará que vengas, insiste en que pasemos más tiempo juntas, como una familia. Vamos, yo te llevo."
Antes de que Elvira pudiera negarse, Valeria ya le había quitado la bolsa de la mano y la guiaba hacia un auto de lujo que esperaba en la acera. La presión sutil de su mano en la espalda de Elvira no dejaba lugar a la discusión, se sintió atrapada, su cuerpo débil protestaba, pero no tuvo más remedio que subir al coche.
El evento era en un club de campo exclusivo, el aire estaba cargado de perfume caro y conversaciones vacías. Elvira se sentía fuera de lugar y cada vez más mareada. Valeria no la dejaba sola ni un segundo, presentándola a gente importante con una sonrisa radiante.
"Les presento a Elvira, la protegida de Adrián. Es como su hermanita pequeña," decía, enfatizando la palabra "hermanita" con una dulzura venenosa.
Elvira solo quería huir, el dolor en su abdomen se estaba intensificando, convirtiéndose en calambres agudos. Se excusó para ir al baño, pero Valeria la siguió.
"¿Te sientes bien? Estás muy pálida," dijo Valeria, bloqueándole el paso.
"Solo necesito sentarme," murmuró Elvira, intentando esquivarla.
De repente, Valeria "tropezó" con su propio pie, empujando a Elvira con fuerza. Elvira, desequilibrada y débil, no pudo sostenerse, su cuerpo se estrelló contra el borde afilado de una mesa de mármol. Un dolor agudo y cegador le atravesó el vientre. Cayó al suelo, sintiendo una humedad cálida extenderse bajo su vestido.
Justo en ese momento, Adrián apareció. Su rostro mostraba preocupación, pero su atención se centró inmediatamente en Valeria, que se quejaba de un tobillo supuestamente torcido.
"¡Mi amor! ¿Estás bien?" exclamó Adrián, arrodillándose junto a Valeria, ignorando por completo a Elvira en el suelo.
Valeria miró a Elvira con fingida preocupación. "Oh, Dios mío, Elvira. ¿Qué te pasó? ¿Te caíste? Eres tan torpe."
Adrián levantó la vista hacia Elvira, su expresión se endureció. "¿Qué hiciste, Elvira? ¿Por qué no tienes más cuidado? Casi lastimas a Valeria."
Elvira lo miró desde el suelo, con los ojos llenos de lágrimas, el dolor físico era insoportable, pero el dolor de su indiferencia y su acusación era aún peor. Vio la sangre manchando el mármol blanco debajo de ella, una mancha roja y brillante. En la mirada ciega de Adrián, en su completa devoción por la mujer que acababa de herirla deliberadamente, Elvira sintió que su corazón se rompía en mil pedazos. La esperanza, el amor, todo se desvaneció, dejando solo un vacío helado y una certeza absoluta: estaba completamente sola.