Arrepentirías a Ofenderme: El Regreso De La Ceo
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Capítulo 2

La declaración de Ricardo colgó en el aire, tan absurda y fuera de lugar que por un momento nadie reaccionó.

Sofía, sin embargo, vio su oportunidad. Se soltó del brazo de Ricardo y se pavoneó frente al señor Dubois, quien observaba la escena con una fascinación horrorizada.

"No se preocupe, señor Dubois," dijo Sofía con una sonrisa condescendiente, como si estuviera tomando el control. "Esta señora ya no tiene autoridad aquí. A partir de ahora, yo me encargaré personalmente de su cuenta. Verá que soy mucho más... complaciente."

La insinuación era tan vulgar y descarada que Ximena sintió que una ola de rabia pura y helada la invadía. Todo el dolor, la traición y la humillación de los últimos minutos se concentraron en un solo punto.

Sin pensarlo dos veces, Ximena caminó con pasos firmes hasta la mesa de bebidas, tomó la botella de Tequila Imperio Añejo, la misma que iban a usar para celebrar, y se acercó a Sofía.

Antes de que la joven pudiera reaccionar, Ximena le vació la botella entera sobre la cabeza.

El líquido ambarino empapó el cabello perfectamente peinado de Sofía, chorreando por su rostro maquillado y su blusa de seda barata, dejándola como un pollo ahogado y pegajoso. El fuerte olor a agave y alcohol llenó la sala.

Sofía soltó un chillido agudo, una mezcla de sorpresa e indignación.

"¡Mi ropa! ¡Es de diseñador!" gritó, aunque era evidente que la blusa era una imitación.

Pero Ximena no había terminado. Con un movimiento rápido y preciso, le dio una sonora bofetada.

¡PLAS!

El sonido fue seco y rotundo, y resonó más que cualquiera de los gritos anteriores. La cabeza de Sofía se giró hacia un lado, y una marca roja comenzó a florecer en su mejilla.

La sala quedó en un silencio sepulcral.

El señor Dubois fue el primero en romperlo. Se ajustó la corbata, miró a Ximena con una nueva chispa de respeto en sus ojos.

"Señora Ximena," dijo con calma. "Lamento que nuestra reunión haya sido interrumpida. La llamaré a su número personal para continuar nuestra conversación. Con su permiso."

Asintió cortésmente solo a ella y abandonó la sala, dejando atrás el desastre. Su salida fue un veredicto silencioso, un apoyo innegable a la acción de Ximena.

Apenas se cerró la puerta, Ricardo estalló.

"¡¿PERO QUÉ MIERDA TE PASA, XIMENA?!" rugió, corriendo a socorrer a Sofía, que ahora sollozaba de forma dramática. "¿Estás loca? ¡Le pegaste! ¡La humillaste!"

Ximena lo miró, y por primera vez en diez años, no vio al hombre que amaba. Vio a un extraño, a un tonto débil y manipulable.

"¿Yo la humillé?" dijo con una voz desprovista de toda emoción. "Ella insultó a mi empleado, saboteó mi negocio y se acostó con mi esposo. Creo que un baño de tequila es lo menos que se merecía."

Se acercó a Ricardo, que acunaba a Sofía, y lo miró directamente a los ojos.

"Durante años, te vi como si fueras la luna, Ricardo. Lo más alto, lo más brillante. Hoy me doy cuenta de mi error." Hizo una pausa, su mirada descendiendo hacia la llorosa Sofía. "Veo que prefieres jugar con la mierda que encuentras en una zanja."

La crudeza de sus palabras golpeó a Ricardo más fuerte que la bofetada a Sofía. Su rostro palideció.

"Ximena... no hables así..."

"Quiero el divorcio," lo interrumpió ella, su tono final e innegociable.

Ricardo se quedó paralizado. La palabra pareció sacarlo de su furia y traerlo a una realidad que no quería enfrentar.

"No... no, espera. No hables en serio. Fue el calor del momento..."

Ximena no respondió. Simplemente se dio la vuelta y caminó hacia la puerta con la espalda recta, la cabeza en alto. No miró atrás.

Ricardo la vio irse, con Sofía todavía sollozando en sus brazos. El cigarrillo que tenía en la mano tembló y cayó al suelo, la pequeña brasa extinguiéndose lentamente sobre la lujosa alfombra.

El imperio que creían compartir se había fracturado, y él acababa de descubrir, demasiado tarde, quién sostenía realmente los pilares.

            
            

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