Traición Es Tu Respuesta A Lo que Pagué
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Capítulo 2

La prueba definitiva de su traición no llegó en forma de un grito o una confesión, sino en un susurro de papel satinado.

Fue una semana después de la noche del espejo roto. Ricardo había estado actuando con una dulzura empalagosa, comprándome flores, prometiéndome un viaje, jurando que Valentina era solo una colega.

Yo fingía creerle, moviéndome por la casa como una autómata, el corazón entumecido.

Una mañana, mientras recogía el correo, vi un sobre de una de las joyerías más exclusivas de la ciudad. Estaba dirigido a él.

Por un impulso, lo abrí.

Dentro, no había una factura, sino una nota de agradecimiento escrita a mano en papel grueso y perfumado.

"Ricardo, mi amor. El collar es espectacular. No puedo esperar a usarlo en el festival de Cannes. Cada diamante me recuerda el brillo de nuestro futuro juntos. Con todo mi amor, V."

V.

Valentina.

Me quedé de pie en el vestíbulo, con la nota en la mano, y el mundo se inclinó sobre su eje. No fue el collar. No fue el festival de Cannes. Fue la intimidad de esas palabras. El "nuestro futuro juntos" .

Todo su discurso sobre que ella "no significaba nada" era una mentira calculada.

Cuando llegó a casa esa tarde, lo esperé en el salón. Dejé la nota sobre la mesa de centro, justo a su lado.

Él entró, sonriendo, con una bolsa de mi pastelería favorita en la mano.

"Mi amor, mira lo que te traje..." , empezó a decir, pero se calló al ver mi expresión.

Sus ojos se desviaron hacia la nota sobre la mesa. Su rostro palideció. Por un instante, vi pánico en sus ojos, el pánico de un mentiroso atrapado.

Pero desapareció tan rápido como llegó, reemplazado por una máscara de irritación.

"¿Estuviste revisando mi correo, Sofía?"

Esa fue su primera reacción. No arrepentimiento. No vergüenza. Acusación.

"Responde a la pregunta, Ricardo. ¿Qué es esto?"

Él suspiró, pasándose una mano por el cabello en un gesto de exasperación ensayada.

"Es un regalo de agradecimiento. Para una inversora. Su nombre es Victoria. Es una mujer mayor. Estás imaginando cosas" .

Mintió. Mintió mirándome directamente a los ojos, con una facilidad que me heló la sangre.

Me estaba tratando como a una tonta. Estaba usando el gaslighting, intentando hacerme dudar de mi propia cordura.

"Su nombre es Valentina" , dije, mi voz plana, sin emoción. "Y la 'V' no es de Victoria" .

Se quedó en silencio. Atrapado.

Entonces, cambió de táctica. Se arrodilló frente a mí, tomó mis manos entre las suyas. Sus ojos se llenaron de lágrimas de cocodrilo.

"Perdóname, Sofía. Fui un idiota. Me dejé llevar. La fama, la presión... me confundió. Pero ella no es nada. Eres tú a quien amo. Siempre has sido tú. Por favor, dame una oportunidad para arreglarlo" .

Sus palabras eran un guion perfectamente memorizado. Cada frase, cada gesto, era una manipulación.

Y la parte más enferma de todo era que una pequeña parte de mí quería creerle.

La parte que había invertido años de su vida en él. La parte que había sacrificado todo. Aceptar que todo había sido en vano era un dolor demasiado grande para soportar.

Así que no lo hice.

"Está bien, Ricardo" , dije, y el sonido de mi propia voz me pareció ajeno. "Lo arreglaremos" .

Decidí quedarme. Decidí intentar salvar un matrimonio que ya estaba muerto, como si pudiera revivir una rosa podrida con solo ponerla en agua.

Los meses que siguieron fueron un infierno.

Se convirtió en un ciclo deprimente. Él se portaba bien durante una semana o dos. Era atento, cariñoso, el Ricardo del que me había enamorado.

Y yo me permitía tener esperanza.

Luego, inevitablemente, volvía a pasar. Una llamada perdida a altas horas de la noche. El olor a su perfume en su ropa. Una excusa poco convincente para un viaje de "negocios" de fin de semana.

Entonces venía la pelea. Gritos, acusaciones, lágrimas.

Y después, sus súplicas, sus promesas vacías, su falso arrepentimiento.

Y el ciclo comenzaba de nuevo.

Cada pelea, cada mentira, era como un cuchillo sin filo que rasgaba lentamente los restos de nuestro amor. Me estaba desangrando poco a poco, perdiendo mi esencia, mi espíritu, mi voluntad de vivir.

Me sentía agotada. Un cansancio que iba más allá de lo físico. Era un agotamiento del alma.

Me miraba al espejo y ya no veía ni siquiera al fantasma de antes. Veía a una extraña, una mujer con los ojos vacíos, derrotada.

Una noche, después de una pelea particularmente cruel en la que me acusó de ser una carga paranoica que estaba sofocando su creatividad, me encerré en mi estudio.

Me senté en el suelo, rodeada de mis lienzos sin terminar, y lloré. Lloré por la artista que había abandonado, por la mujer que había perdido, por el amor que se había convertido en veneno.

Estaba en el punto más bajo de mi vida. Sola. Rota. Sin salida.

Y fue entonces, en la oscuridad de mi desesperación, que sucedió.

Un sonido.

No era un sonido externo. Resonó dentro de mi cabeza. Un zumbido suave, electrónico, familiar y a la vez olvidado.

Levanté la cabeza, confundida.

Y luego, una voz. Mecánica, sin emociones. La voz que no había escuchado en años.

[Anomalía detectada en el estado emocional del anfitrión.]

Me quedé helada. El corazón me latía con fuerza en el pecho.

[Niveles de angustia superan los parámetros de seguridad. Protocolo de escape de emergencia disponible.]

La voz del sistema.

Había vuelto.

[¿Deseas activar el protocolo de escape?]

Las palabras flotaban en mi mente, claras como el cristal. Una oferta. Una salida.

[Sí/No]

No lo dudé ni un segundo. No había nada que pensar.

En el silencio de mi mente, con lágrimas aún corriendo por mis mejillas, grité mi respuesta.

"Sí" .

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