Esa noche, Ricardo llegó a casa más temprano de lo habitual. Lo encontré en el salón, sentado en la penumbra, solo con la luz de un cigarrillo encendido iluminando su rostro a intervalos.
El aire estaba cargado de una tensión que casi se podía tocar.
"¿Dónde estabas?" , preguntó, su voz era grave, sin la arrogancia habitual. Sonaba cansado.
"Fuera" , respondí, mi voz era un témpano de hielo.
No le di más explicaciones. Caminé hacia la cocina para servirme un vaso de agua, sintiendo su mirada clavada en mi espalda.
Él me siguió.
"He estado pensando" , dijo, apoyándose en el marco de la puerta. "En nosotros" .
No respondí. Bebí mi agua lentamente, deliberadamente, sin mirarlo. Este cambio de poder, esta nueva indiferencia mía, claramente lo desconcertaba.
"Sofía, por favor, háblame" .
"¿De qué quieres hablar, Ricardo? ¿De tu nuevo collar de diamantes para tu 'inversora' ?"
Él hizo una mueca de dolor, como si mis palabras lo hubieran golpeado físicamente.
"Sé que he sido un imbécil" , dijo, acercándose. "Pero puedo arreglarlo. Lo arreglaré" .
Sacó una pequeña caja de terciopelo azul de su bolsillo. La abrió. Dentro, un collar de diamantes, aún más grande y más ostentoso que el de Valentina, brillaba bajo la luz de la cocina.
"Es para ti" , susurró, su voz era seductora, la misma voz que usaba para encantar a los productores y a las actrices jóvenes.
Intentó poner el collar alrededor de mi cuello. Su gesto era posesivo, como si estuviera marcando su territorio.
Sentí una oleada de repulsión.
El frío de los diamantes contra mi piel se sintió como metal al rojo vivo.
"Te prometo, mi amor" , susurró en mi oído, sus labios rozando mi lóbulo, "que a partir de ahora, todo será diferente. Dejaré a Valentina. Nos iremos de viaje, solo tú y yo. Compraremos esa casa en la playa que siempre quisiste. Volveremos a ser como antes" .
Promesas. Promesas vacías y baratas envueltas en diamantes caros.
"¿Como antes?" , repetí, y una risa amarga escapó de mis labios. "¿Cómo éramos antes, Ricardo? ¿Antes de que tu ego se volviera más grande que tu talento? ¿O antes de que decidieras que yo ya no 'encajaba' en tu mundo?"
Su rostro se endureció.
"No hagas esto, Sofía" .
"¿Hacer qué? ¿Decir la verdad?"
Aparté sus manos de mí con un movimiento brusco. El collar se balanceó y luego cayó al suelo con un ruido sordo.
"No quiero tus diamantes, Ricardo. No quiero tus promesas. No quiero nada de ti" .
Me di la vuelta y empecé a caminar hacia la puerta.
Él me agarró del brazo, su agarre era fuerte, desesperado.
"¿A dónde crees que vas?"
Lo miré directamente a los ojos. Y por primera vez, no vi al hombre que amaba. Vi a un extraño, a un monstruo egoísta.
"Me voy" .
Y mientras salía de la cocina, dejando el collar en el suelo y a él parado en medio de sus mentiras, vi algo en su cuello que confirmó todo.
Una pequeña mancha de lápiz labial rojo, justo en el cuello de su camisa.
El mismo tono que llevaba Valentina en la gala.
Me detuve en la puerta del dormitorio, mi dormitorio, y lo miré por última vez esa noche.
"Y por cierto, Ricardo" , dije, mi voz era tranquila, letal. "Tu labial se corrió" .
Luego cerré la puerta, dejándolo solo en la oscuridad con sus diamantes y su traición.
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