Capítulo 6 No.6

El empaparse con el aguacero, combinado con la devastación emocional, le pasó factura.

Maya se despertó a la mañana siguiente temblando, con una fiebre alta y una tos que le sacudía los huesos.

Neumonía, confirmó el médico más tarde.

Liam, por un breve período, fue la viva imagen de la preocupación.

La llevó de urgencia al hospital, revoloteó ansiosamente, habló con los médicos en tonos bajos y urgentes.

Un destello del viejo Liam, el que parecía preocuparse tan profundamente.

O quizás, solo miedo de que su imagen perfecta se viera empañada por una esposa enferma.

Fue ingresada. Liam se quedó hasta que estuvo instalada, luego dijo que tenía que hacer una llamada urgente.

Salió al pasillo del hospital.

Maya, a la deriva en una neblina febril, escuchó su voz.

Ya no era baja ni urgente. Era... emocionada. Feliz.

-Sí, ya voy para allá... No, no te preocupes por nada... Me encargaré de todo... ¡Es una noticia fantástica, absolutamente fantástica!

La curiosidad, o quizás una necesidad masoquista de ver el alcance total de su engaño, sacó a Maya de la cama.

Débil, temblando, siguió el sonido de su voz.

Lo vio al final del pasillo, cerca de los ascensores.

Estaba radiante, hablando animadamente por teléfono.

Colgó y luego caminó hacia el ala de maternidad.

La clínica de obstetricia y ginecología.

Maya lo siguió, un frío pavor apoderándose de ella.

Ava Sinclair estaba allí.

Resplandeciente, radiante y visiblemente embarazada.

Reía mientras Liam la mimaba, ayudándola a subir a una mesa de examen.

Le cogió la mano, le besó la frente.

La misma ternura que solía mostrarle a Maya.

Ava vio a Maya entonces, de pie en la puerta, un fantasma pálido con una bata de hospital.

Una sonrisa triunfante y maliciosa se extendió por el rostro de Ava.

-Oh, mira quién está aquí -dijo Ava, su voz goteando falsa dulzura-. Maya, cariño. Qué casualidad encontrarte aquí.

Liam se dio la vuelta bruscamente. Su rostro se puso blanco cuando vio a Maya.

El pánico brilló en sus ojos.

-¡Maya! ¿Qué haces fuera de la cama? ¡Estás enferma!

Corrió hacia ella, tratando de bloquear su vista de Ava.

-Esto no es... no es lo que parece. Ava... se acaba de desmayar. La traje aquí por precaución.

Una mentira endeble y patética.

Maya solo lo miró a él, luego a Ava, que prácticamente se pavoneaba.

-¿Embarazada, Ava? -preguntó Maya, su voz sorprendentemente firme.

Ava colocó una mano protectora sobre su pequeño y redondeado vientre.

-Sí -dijo Ava, con los ojos brillantes-. Liam y yo estamos esperando un bebé. ¿No es maravilloso? Va a ser padre.

Miró a Liam con adoración. -Ya me ha comprado el ático más increíble. Y está planeando una gran fiesta para anunciarlo al mundo una vez que la... situación... contigo esté resuelta.

Liam parecía desear que la tierra se lo tragara.

-¡Ava, cállate! -siseó.

-¿Por qué, cielo? -hizo un puchero Ava-. Es la verdad. Maya merece saberlo.

Liam intentó alejar a Maya. -Volvamos a tu habitación, Maya. Necesitas descansar.

Ava no había terminado. -Incluso dijo que estaba pensando en llamarla Esperanza. O quizás Maya, si es niña. ¿No es dulce?

Maya sintió una rabia fría, tan profunda que casi la ahogó.

Se zafó del agarre de Liam.

Regresó a su habitación, con Liam siguiéndola, balbuceando excusas.

Lo ignoró.

Más tarde ese día, su teléfono, el que Liam conocía, vibró.

Una serie de mensajes de un número desconocido.

De Ava.

Mensajes de burla. Detalles explícitos de sus encuentros sexuales con Liam.

En su cama matrimonial. En su casa de los Hamptons.

Fotos de regalos caros que Liam le había comprado: joyas, coches, ropa de diseñador.

Y luego, el golpe final, el más cruel.

Una copia nítida de una ecografía.

«Nuestro bebé, Maya. El bebé de Liam».

Debajo, una foto de Ava llevando el collar «Horizonte de Maya», sonriendo triunfante.

«Me deja llevarlo a veces. Dice que me queda mejor a mí».

Maya miró los mensajes, las fotos, la ecografía.

Los últimos vestigios de cualquier duda persistente, de cualquier sentimentalismo fuera de lugar, se consumieron.

No quedaba nada más que hielo y resolución.

Liam, ajeno al nuevo infierno que Ava había desatado, seguía intentando hacer el papel de marido preocupado.

Se sentó junto a su cama, cogiéndole la mano, acariciándole el pelo.

-Tú solo concéntrate en mejorar, mi amor -murmuró.

Maya lo miró, lo miró de verdad.

Y vio a un extraño. Un monstruo.

Sintió que la abrazaba por detrás mientras fingía dormir. Su contacto era repulsivo.

Se quedó allí, rígida, planeando.

No tenía ni idea de la tormenta que realmente había desatado.

            
            

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