Fantasma De La Madre
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Capítulo 2

La paciencia de Javier se agotó por completo.

"¡Estoy harto de tus estupideces!"

Gritó, su voz resonando en el patio silencioso.

"Mis hombres han revisado cada rincón de esta pocilga, si estuviera aquí, ya la habrían encontrado."

Pedro no apartó la vista del suelo bajo el árbol de jacaranda, parecía que nada más en el mundo existía para él. Con un dedo tembloroso y sucio, señaló hacia un pequeño montículo de tierra, casi imperceptible, cubierto de hojas secas y maleza.

Sobre el montículo, alguien había clavado una tosca cruz hecha con dos ramas atadas con un trozo de ixtle.

"Ahí está ella."

Dijo Pedro con una voz tan baja que era casi un susurro, pero cargada de una certeza que helaba la sangre.

"Ahí es donde duerme la señora Elena."

Javier soltó una carcajada seca y sin alegría.

"¿Eso? ¿Una tumba de mentiras? ¡Qué patética!"

Caminó con zancadas furiosas hacia el montículo.

"Siempre con tus dramas, Elena, siempre tratando de llamar la atención."

Con una patada violenta, destrozó la cruz de madera, las ramas se partieron y cayeron esparcidas sobre la tierra. Luego, comenzó a pisotear el montículo con saña, como si quisiera borrar cualquier vestigio de su existencia.

"¡Piensas que con este teatrito me voy a conmover! ¡Piensas que me voy a creer tu muerte!"

Se detuvo, respirando agitadamente, con el rostro enrojecido por la ira. Volvió a gritar, dirigiéndose al aire, a los árboles, a los muros derruidos de la hacienda.

"¡Escúchame bien, Elena Rojas! ¡Te doy una última oportunidad! ¡Sal ahora mismo! ¡Sofía está muy enferma, necesita un trasplante de riñón y tú eres la única compatible!"

Hizo una pausa, su voz se volvió un veneno helado.

"Si aceptas donar un riñón a Sofía, prometo que el castigo terminará y podrás volver a casa, incluso te permitiré ver a Diego de vez en cuando."

El nombre de nuestro hijo, usado como un arma, como un chantaje.

"¡Pero si te sigues escondiendo, te juro por lo más sagrado que no volverás a ver a tu hijo en tu vida! ¡Me encargaré de que él te olvide, de que te odie como la mala mujer que eres!"

Pedro, el borracho, se arrojó al suelo, tratando de juntar los pedazos de la cruz rota.

"¡No sea cruel, patrón! ¡Ella no le hizo nada! ¡Ella era buena!"

La furia de Javier encontró un nuevo objetivo. Se giró hacia Pedro con una mirada asesina.

"¿Sigues aquí, basura?"

Le hizo una seña a uno de sus guardaespaldas.

"Este imbécil me está cansando, sáquenlo de mi vista y denle una lección que no olvide, que aprenda a no meterse donde no lo llaman."

Los dos hombres de traje negro tomaron a Pedro por los brazos, lo arrastraron lejos del árbol de jacaranda y comenzaron a golpearlo. Los sonidos secos de los puñetazos y los quejidos de dolor de Pedro rompieron la tarde.

Javier observaba la escena con una satisfacción fría, como si estuviera viendo algo que se merecía. Luego, volvió a mirar el montículo de tierra pisoteado y escupió sobre él.

"Te encontraré, Elena, aunque tenga que cavar en el mismo infierno."

            
            

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