Seis Años Borrada, ¿Regreso por Ti?
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Capítulo 1

Seis años. Seis largos años en una misión secreta que le robaron el rostro y casi le arrancan el alma, pero Sofía Morales finalmente había regresado a México. El taxi se detuvo frente al colegio más prestigioso y caro de la ciudad, el "Instituto Cumbres", un lugar que ella había elegido para su hija, Isabella. El corazón le latía con una fuerza que amenazaba con romperle las costillas. Estaba a punto de ver a su pequeña, que ahora sería toda una joven de dieciocho años.

Había confiado su tesoro más grande, su hija, a las tres personas en las que más confiaba en el mundo: Ricardo, su prometido; Javier, su compañero de armas; y Miguel, a quien veía como un hermano menor. Les dejó un fideicomiso millonario para que a Isabella nunca le faltara nada. Nada.

Mientras pagaba al taxista, un alboroto en la entrada de la escuela llamó su atención. Un grupo de estudiantes rodeaba a dos chicas. Una de ellas, vestida con un uniforme impecable y joyas que brillaban bajo el sol, empujaba con desprecio a otra joven. La chica agredida era delgada, casi esquelética, su uniforme estaba gastado y descolorido, y su cabello caía sin vida sobre un rostro pálido y demacrado.

"¡Mírame cuando te hablo, gata muerta de hambre!" gritó la chica rica, dándole un empujón que hizo tropezar a la otra.

Sofía frunció el ceño, una sensación incómoda se instaló en su estómago. No le gustaba el abuso, en ninguna de sus formas. Se acercó con la intención de intervenir, pero se detuvo en seco. Tres hombres salieron de un auto de lujo estacionado justo enfrente.

Eran ellos. Ricardo, Javier y Miguel.

El corazón de Sofía dio un vuelco doloroso, pero la alegría de verlos se congeló en su pecho al instante. No corrieron hacia la chica maltratada, corrieron hacia la agresora.

"¡Camila, mi vida! ¿Qué pasa, princesa?" dijo Ricardo, su ex-prometido, con una voz melosa que Sofía nunca le había escuchado.

Camila, la chica agresora, señaló a la otra joven con un dedo acusador.

"¡Papi Ricardo! Esta estúpida me tiró el jugo encima a propósito. ¡Quería manchar mi uniforme nuevo!"

Sofía no podía creer lo que veía. ¿Papi Ricardo? ¿Camila? ¿Quién era esa niña? Sus ojos buscaron desesperadamente a su hija entre la multitud, pero no la encontró. La confusión la invadió. ¿Por qué sus amigos, los padrinos de su hija, estaban defendiendo a una matona?

Javier, el hombre que una vez fue su leal compañero, se acercó a la chica maltratada y la miró con absoluto desdén.

"Elena, ¿cuántas veces te hemos dicho que no molestes a Camila? ¿No te cansas de causar problemas?"

Miguel, el que siempre la había admirado, ni siquiera miró a la chica. Solo se preocupó por limpiar una mancha imaginaria del blazer de Camila.

"Ya, ya, princesa, no te enojes. Le diremos al director que la castigue."

Elena. La chica se llamaba Elena. Sofía sintió un alivio extraño y a la vez una punzada de culpa. Por un momento, por la fragilidad de esa chica, había pensado... No, era imposible. Su Isabella estaría sana, fuerte, radiante. Sus amigos la habrían cuidado.

Sacó su teléfono con manos temblorosas y marcó el número de la oficina de Ricardo. Necesitaba confirmar, necesitaba calmar la horrible duda que empezaba a crecer en su interior. Le contestó una secretaria.

"Oficinas de 'Inversiones R&M', buenas tardes."

"Buenas tardes," dijo Sofía, forzando una voz tranquila. "Busco al señor Ricardo. Soy una vieja amiga. Solo quería saber cómo está su ahijada, Isabella Morales."

Hubo una pausa. La secretaria pareció consultar algo.

"Ah, sí. La señorita Isabella está perfectamente. De hecho, el señor Ricardo y sus socios están ahora mismo en el colegio recogiéndola. Es una joven encantadora."

Sofía colgó. La sangre se le heló en las venas. Si esa chica, Camila, era Isabella... entonces, ¿quién era la otra? La chica a la que llamaban Elena.

Volvió a mirar la escena. Camila, ahora sonriendo con suficiencia, le dio un último empujón a Elena, tirándola al suelo. El contenido de la mochila de Elena se desparramó por el pavimento: unos cuadernos viejos, un lápiz roto y una manzana magullada.

"¡Basura, como tú!" escupió Camila, antes de pisar la manzana con su zapato de diseñador.

Ricardo, Javier y Miguel rieron, como si fuera la broma más graciosa del mundo. Rodearon a Camila con afecto y la guiaron hacia el auto de lujo, sin dirigir una sola mirada a la chica que yacía en el suelo, humillada y sola.

La decepción que sintió Sofía fue un golpe físico, un vacío helado que se extendió desde su estómago hasta la garganta. Esos no eran los hombres que recordaba. No eran los amigos a los que les confió la vida de su hija. Algo estaba terriblemente mal.

Se quedó paralizada, viendo cómo el auto se alejaba, dejando atrás a la joven temblorosa que recogía sus cosas del suelo con una dignidad rota. Y en ese instante, en el perfil de esa chica maltratada, en la forma en que su mandíbula se apretaba para no llorar, Sofía vio un fantasma.

Vio el rostro de su difunto esposo. El padre de Isabella.

            
            

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