El aire en el baño se volvió pesado, irrespirable. Miré a Mateo, el hombre con el que había compartido mi cama, mis sueños y mis miedos, y vi a un completo desconocido.
"¿Diego... él lo sabía?" Mi voz era un hilo frágil.
Mateo se encogió de hombros, un gesto de fastidio, como si mi dolor fuera una molestia.
"Diego hizo lo que era mejor. Le hicimos entender que tus ambiciones estaban destruyendo a la familia. Que tu 'éxito' nos estaba dejando en la sombra. Él te quiere, a su manera, pero ama más a su tía. Camila siempre ha estado ahí para él."
Cada palabra era un golpe. Mi propio hijo, mi Diego, manipulado para destruir a su madre. Le habían hecho creer que yo era la villana.
"¿Y Camila? ¿Mi hermana?" pregunté, aunque ya sabía la respuesta. La envidia siempre había estado en sus ojos, pero nunca quise verla.
"Camila es una diseñadora brillante, Sofía. Estaba ahogada bajo tu sombra. Necesitaba una oportunidad para brillar, y yo se la di. Ahora la empresa está en sus manos, donde siempre debió estar. Se llama 'Ramírez Designs', un pequeño cambio para que la gente no olvide el apellido... pero ahora es su apellido el que importa."
Sentí náuseas. No solo me habían robado la empresa, habían pervertido mi propio nombre.
Me vino a la mente el día de mi arresto. La policía irrumpiendo en mi oficina, las miradas de mis empleados, la confusión, la humillación. Recordé el juicio. Documentos falsificados, testimonios anónimos, una red de mentiras tan bien tejida que ni mi propio abogado pudo desenredarla.
Y Mateo... Mateo había estado a mi lado todo el tiempo.
Me abrazaba en la sala del tribunal, me susurraba palabras de aliento. Lloró cuando el juez dictó la sentencia.
"Lucharemos, mi amor. Sacaremos la verdad a la luz. Yo me encargaré de la empresa mientras no estás. La mantendré a flote para ti."
Ese fue su papel estelar. El esposo devoto. El pilar en mi derrumbe.
Y yo me lo creí. En la soledad de mi celda, su recuerdo era mi única luz. Sus cartas, llenas de promesas vacías, eran mi oxígeno. Él era mi salvador, el hombre que me esperaba al otro lado del infierno.
Qué estúpida había sido.
Esa "salvación" no era más que una jaula más grande. Su "apoyo" era solo la supervisión de un carcelero asegurándose de que su víctima no se escapara del plan. No era amor, ni siquiera era lástima. Era puro y desalmado interés.
Todo lo que hice por él, por nosotros. Las noches sin dormir para levantar la empresa que nos dio esta casa, este lujo. Los sacrificios personales, los eventos familiares a los que falté porque una colección no se diseña sola. Todo para que él y mi hermana pudieran disfrutar de los frutos de mi trabajo mientras yo me pudría en la cárcel.
"Todo este tiempo..." susurré, mirándolo a los ojos, buscando un rastro del hombre que amé. No había nada.
"Sí, Sofía. Todo este tiempo," confirmó él, con una frialdad que me heló los huesos. "Ahora, si me disculpas, tengo que ir a calmar a Camila. Te pones muy dramática y la asustaste."
Se dio la vuelta y salió del baño, dejándome sola con los pedazos de mi vida rotos en el suelo. Me deslicé por la pared hasta quedar sentada sobre los vidrios rotos, pero no sentí el dolor. El corte en mi alma era mucho más profundo.