Adiós al Viejo Dolor
img img Adiós al Viejo Dolor img Capítulo 2
3
Capítulo 5 img
Capítulo 6 img
Capítulo 7 img
Capítulo 8 img
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
img
  /  1
img

Capítulo 2

El salón principal de la hacienda estaba decorado con globos dorados y blancos. Una enorme tarta de varios pisos dominaba la mesa central, coronada con un número uno de azúcar. Era la fiesta del primer cumpleaños de Ricardo Vidal Jr. La música era suave, elegante, y los invitados, todos miembros importantes del cartel o empresarios corruptos, reían y charlaban, bebiendo whisky caro. Ricardo estaba en el centro de todo, con su hijo en brazos, recibiendo las felicitaciones. Elena, a su lado, sonreía como una reina, vestida con un traje rojo que llamaba la atención de todos.

Parecían la familia perfecta.

Fue entonces cuando entré.

La puerta principal se abrió y yo aparecí en el umbral. Estaba flaca, con la piel marcada por cicatrices que ningún maquillaje podía ocultar. Llevaba un vestido viejo y prestado que me quedaba grande. El silencio cayó sobre el salón de forma casi instantánea. La música pareció detenerse, las risas se ahogaron. Todos los ojos se giraron hacia mí. Era como si un fantasma hubiera decidido unirse a la fiesta.

Vi el rostro de Ricardo. Su sonrisa se congeló, sus ojos se abrieron con una mezcla de shock, miedo y algo que parecía culpa. La copa de whisky casi se le cae de la mano. A su lado, Elena reaccionó en un segundo. Su rostro se endureció y su mano se aferró al brazo de Ricardo, como anclándolo a la realidad que ella había construido. Le susurró algo al oído, algo que no pude escuchar, pero vi cómo la expresión de Ricardo cambiaba. La culpa desapareció, reemplazada por una fría determinación.

Di un paso adelante, mi voz temblorosa pero clara.

"Ricardo."

Él me miró, pero era como si mirara a una extraña. Sus ojos pasaron por encima de mis cicatrices, de mi delgadez, y no había ni una pizca de reconocimiento o de piedad en ellos.

"No sé quién es esta mujer," dijo Ricardo, con una voz fuerte y firme para que todos lo escucharan. "Seguridad, sáquenla de aquí. No sé cómo entró."

Un murmullo recorrió la sala. La gente me miraba, primero con sorpresa, luego con desprecio. Escuché fragmentos de sus conversaciones.

"¿No es Sofía? La primera esposa."

"Pensé que se había escapado con otro hombre. Ricardo dijo que lo había abandonado."

"Se ve terrible. Parece una loca."

Las mentiras de Elena, sembradas durante un año, habían florecido hasta convertirse en una verdad aceptada por todos. Para ellos, yo no era la víctima que regresaba del infierno, sino la esposa infiel y desequilibrada que venía a arruinar la felicidad de un hombre bueno.

Elena aprovechó el momento a la perfección. Se llevó una mano al pecho, fingiendo estar asustada. Sus ojos se llenaron de lágrimas falsas y se aferró a Ricardo, escondiendo su rostro en su hombro.

"Ricardo, mi amor, tengo miedo," sollozó. "Esta mujer quiere hacernos daño. Quiere lastimar a nuestro hijo."

Su actuación fue magistral. Convirtió mi regreso en un ataque contra ella, contra su familia. Se pintó a sí misma como la víctima, y a mí como la agresora. Ricardo, completamente bajo su control, la abrazó con fuerza.

"Tranquila, mi amor. No dejaré que nadie te haga daño," le dijo, y luego me miró con un odio puro. "Ya oyeron. Esta mujer no es nadie. Mi vida está aquí."

Levantó la barbilla, mirando a todos sus invitados, desafiante.

"Quiero que todos sepan que mi única familia son Elena y mi hijo, Ricardo Jr. Me casaré con Elena tan pronto como los papeles del divorcio estén listos. Ella es la mujer de mi vida."

Sus palabras fueron como un golpe final. No solo me negaba, sino que me borraba, me reemplazaba públicamente frente a todas las personas que una vez me llamaron "señora". Los guardias de seguridad se acercaron a mí, listos para sacarme a la fuerza. Pero yo no me moví. El dolor se había transformado en una fría y dura resolución. Ya no había lágrimas que llorar. Solo quedaba la lucha.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022