Alejandro estaba trabajando hasta tarde en un proyecto, así que me llamó por teléfono, su voz sonaba cansada.
"Sofía, mi amor, ¿puedes revisar mi teléfono? Me está llegando un mensaje importante del trabajo y tengo las manos ocupadas con los planos".
Estaba medio dormida y me froté los ojos, pero me levanté de la cama para ayudarlo. Durante nuestros siete años de relación, esto era algo normal, una muestra de la confianza absoluta que nos teníamos.
Tomé su teléfono de la mesita de noche y lo desbloqueé, pero lo que vi en la pantalla me despertó de golpe.
No era un mensaje de trabajo.
Era una foto de una mujer que no conocía, una foto íntima, casi completamente desnuda, enviada por una tal Valeria.
Junto a la foto, un mensaje de texto con un tono coqueto y explícito: "Ingeniero Alejandro, se me resbaló la toalla, ¿crees que me resfriaré?".
Mi corazón dio un vuelco, la somnolencia desapareció por completo y sentí un frío recorrer mi espalda. Me quedé mirando la pantalla, esperando que el mensaje fuera retirado, pensando que quizá era un error real.
Pero el mensaje y la foto seguían ahí, sin que nadie los borrara.
La traición se sentía como un nudo en la garganta.
Con la mano temblando, le pasé el teléfono a Alejandro a través de la videollamada, mostrándole la pantalla.
Él frunció el ceño, miró la foto y, en lugar de mostrar sorpresa o enojo, simplemente soltó una risita de desdén.
"Ah, es Valeria, la nueva interna, siempre es así de torpe, no te preocupes".
Su indiferencia me dolió más que la propia foto, en ese momento, supe que algo se había roto para siempre.
Sin pensarlo dos veces, corté la videollamada con él y marqué directamente el número de Valeria.
Quería enfrentarla, necesitaba ver su reacción.
La llamada se conectó y apareció su rostro en la pantalla, se veía nerviosa y sorprendida, como si no esperara mi llamada.
"Hola", dije con una voz que apenas reconocí, era fría y directa.
Ella se quedó helada por un segundo, luego su cara se transformó en una máscara de pánico y arrepentimiento fingido.
"¡Ay, lo siento, lo siento mucho! ¡Me equivoqué de chat, era para mi novio! ¡Perdón, de verdad!".
Colgó la llamada abruptamente, pero su actuación no me convenció en lo más mínimo.
Alejandro me llamó de vuelta inmediatamente, su tono era ligero, casi divertido.
"¿Ves? Solo fue un error, ya se disculpó, no tienes por qué enojarte por una tontería así".
Sus palabras resonaron en mi cabeza, pero no me trajeron consuelo, al contrario, sentí cómo mi corazón se hundía hasta el fondo, en ese preciso instante, supe que mis siete años de amor se habían terminado.