Cada mañana, le preparo el desayuno. Un omelet con espinacas y queso de cabra, su favorito. Se lo llevo a la cama en una bandeja de plata, con un jugo de naranja recién exprimido y una rosa blanca en un pequeño jarrón. Ella siempre me sonríe, una sonrisa practicada, y me da un beso en la mejilla que no siento.
"Gracias, mi amor. Eres el mejor."
Yo le devuelvo la sonrisa, una máscara que he perfeccionado durante mil cuatrocientos sesenta días.
"Todo por ti, Sofía."
Pero hoy es diferente. Hoy, mientras ella se ducha, su computadora portátil quedó abierta sobre el escritorio de su lujoso estudio. Normalmente, nunca entro aquí sin ella. Es su santuario, el centro de su poder. Pero me pidió que buscara una carpeta con los contratos de un nuevo hotel en Cancún. Una tarea simple, una prueba de su confianza.
Mientras busco la carpeta, la pantalla de la laptop se ilumina con una notificación de correo nuevo. El remitente es "R". Solo hay una "R" en su vida que importa, Ricardo, su adorado hermanastro. El asunto del correo es simple: "Revisión anual".
No debería mirar. Sé que no debería. Pero una fuerza que no puedo controlar guía mis ojos hacia la pantalla. Debajo del nuevo correo, hay una cadena de mensajes más antiguos. Uno de hace casi cuatro años, con el asunto: "Trasplante exitoso".
Mi respiración se detiene. El aire en la habitación se siente pesado, imposible de inhalar. Mis manos tiemblan mientras acerco el cursor y hago clic.
El correo es de Sofía para Ricardo. Las palabras son frías, directas.
"Ricardo, el procedimiento fue un éxito. El corazón de Mateo Mendoza ahora late en tu pecho. Todo salió según el plan. Elías no sospecha nada, cree que su hermano murió en el accidente. La abogada, Valentina, hizo un trabajo impecable, ya eres libre. Ahora me encargaré de Elías. Lo mantendré cerca, controlado. Será mi esposo. Así me aseguraré de que nunca descubra la verdad y no cause problemas. Considéralo el precio final por tu nueva vida."
Leo el correo una vez. Dos veces. Tres.
Las palabras se queman en mi retina. Mateo. Mi hermano. Su corazón. En el pecho del hombre que lo atropelló. El hombre que mi prometida de ese entonces, Valentina Reyes, defendió y liberó.
Todo fue una mentira.
El accidente. La muerte. El juicio. El consuelo de Sofía, que se acercó a mí como una hermana mayor, ofreciéndome su hombro para llorar, prometiéndome justicia mientras por la espalda orquestaba la profanación más grande. Su propuesta de matrimonio no fue un acto de compasión, fue la compra de mi silencio, la construcción de mi jaula.
Un ruido me saca de mi trance. Es el agua de la ducha que se detiene. Sofía saldrá en cualquier momento.
Rápidamente, con un pulso que martillea en mis oídos, reenvío silenciosamente toda la cadena de correos a una dirección anónima que creé hace años, por si acaso. Borro el correo enviado y cierro la ventana. Agarro la primera carpeta que veo sobre el escritorio.
La puerta del estudio se abre. Sofía entra envuelta en una bata de seda blanca, con el cabello húmedo y una sonrisa radiante. El olor de su perfume caro inunda la habitación.
"¿Encontraste la carpeta, amor?"
Levanto la vista y la miro. Miro a la mujer que ha dormido a mi lado durante cuatro años. La mujer que destruyó a mi familia y me convirtió en su trofeo. Siento un hielo expandirse en mi pecho, una calma terrorífica. La sed de venganza, que había mantenido latente, ahora ruge como un infierno.
Le muestro la carpeta y fuerzo la sonrisa que tan bien he practicado.
"Aquí está, Sofía."
Ella se acerca y toma la carpeta. Sus dedos rozan los míos. Su toque me produce náuseas. Pasa una mano por mi cabello, un gesto que antes me parecía tierno y ahora se siente como el toque de una serpiente.
"Te ves pálido, Elías. ¿Te sientes bien?"
Me inclino y apoyo mi frente en su hombro, ocultando mis ojos para que no vea el odio que arde en ellos. Finjo un suspiro tembloroso. Es un truco que he usado antes para parecer vulnerable, el pobre viudo que todavía sufre.
"Solo... solo tuve un mal recuerdo. Sobre Mateo."
La siento tensarse por una fracción de segundo, pero se recupera al instante. Me abraza, su actuación es impecable.
"Oh, mi amor. Lo siento tanto. Sé que todavía duele."
Su voz es un susurro suave y venenoso.
"No te preocupes", dice, acariciando mi espalda. "Ricardo vuelve de Europa la próxima semana, completamente recuperado. Quiero organizar una gran fiesta de bienvenida para él en el hotel. Será bueno para todos celebrar la vida. Necesito que diseñes el menú. Algo espectacular. Quiero que todo el mundo vea lo bien que está mi hermano y lo maravilloso que es mi esposo."
Levanto la cabeza y la miro a los ojos. Ella cree que me está manipulando, usando la celebración de la vida de su hermano para restregarme mi pérdida en la cara. No tiene idea de que me acaba de entregar el escenario perfecto para mi venganza.
Asiento lentamente, componiendo una expresión de dócil aceptación.
"Por supuesto, Sofía. Lo que tú quieras."
Ella sonríe, satisfecha. Cree que ha ganado. Cree que soy suyo.
Pero mientras me sonríe, yo hago una promesa silenciosa a mi hermano Mateo.
Tu corazón todavía late, hermano. Y juro que haré que los Del Valle paguen por cada uno de sus latidos. Su imperio caerá. Sus secretos saldrán a la luz. Y yo estaré allí para verlo todo arder.
La fiesta de bienvenida de Ricardo no será una celebración.
Será el principio de su fin.